Cuando estamos viviendo los últimos días de este año fatídico 2020, raro y atípico
(seguramente más de uno aplicará otros calificativos, menos elegantes idiomáticamente y más
contundentes) por los efectos de esa pandemia por el virus Covid-19 que nos ha cogido a
todos con el paso cambiado, parece conveniente acometerlos con un estado de ánimo alejado
de darle vueltas una y otra vez a las limitaciones de todo tipo que hemos de asumir aún
respecto a la vida cotidiana que conocíamos.
Y, aprovechando que estamos en Navidad, trasunto cristiano de las antiquísimas fiestas
paganas vinculadas al solsticio de invierno, buscaremos algún tema válido para todas las
creencias o, mejor, ajeno a ellas (o no), como, dicho sea de paso, también lo es la pandemia,
¿no os parece? O, al menos, con poder de evasión ante los agobios cotidianos. El pasado
lunes, día 21 de diciembre, día del solsticio de invierno, a partir de las 17.25 horas de la tarde,
se ha podido vislumbrar el gran acontecimiento que, pandemia aparte, cierra
(astronómicamente) el 2020: la gran conjunción de los planetas del sistema solar Júpiter y
Saturno, un fenómeno conocido popularmente como la “Estrella de Belén” (si bien no es una
estrella real, los dos planetas ciertamente ofrecen un brillante resplandor en el cielo nocturno),
que se ha dejado ver en su totalidad justo al caer el sol y durante aproximadamente una hora.
Saturno se ha colocado por encima de Júpiter creando el efecto óptico de que los dos planetas
estaban unidos en un único punto de luz brillante. Los astrónomos explican que este
espectáculo, que ha sido visible este lunes con una intensidad que no se veía desde 1623, no
se volverá a ver hasta el año 2080, cuando prácticamente todos nosotros estemos ya criando
malvas. Los dos planetas casi se superpusieron para formar un "planeta doble", un evento que,
repetimos, no ha sido fácilmente visible desde la Edad Media, hace casi 800 años,
concretamente el 4 de marzo de 1226. Luego de un ciclo que dura 20 años quedarán
alineados de tal manera con la Tierra que dará la impresión de que van a chocar aunque en
verdad los separan cientos de millones de kilómetros.
La agencia espacial de los Estados Unidos, la NASA, que, de estas cosas, sabe algo, señaló
en su página web que lo que vuelve especial a este fenómeno ahora es que "han pasado casi
400 años desde que los planetas pasaron tan cerca uno del otro en el cielo, y casi 800 años
desde que la alineación de Saturno y Júpiter ocurrió por la noche, como este lunes pasado,
permitiendo que casi todo el mundo en todo el planeta sea testigo de esta Gran Conjunción". Y
hasta aquí la ciencia y la astronomía, pero ¿por qué hemos citado más arriba que esta
conjunción es un fenómeno conocido popularmente como la “Estrella de Belén”?
La Estrella de Belén fue, según la tradición cristiana, el astro que guió a los Reyes Magos al
lugar del nacimiento de Jesucristo. Dentro del Nuevo Testamento, en la Biblia, se encuentra
en el Evangelio de Mateo1, un relato de la vida de Jesús del primer siglo que comienza con la
historia de su nacimiento. En ese relato, los sabios llegan a Jerusalén y le dicen a Herodes, el
rey puesto por Roma en Judea: "¿Dónde está el niño que ha nacido rey de los judíos?
Observamos su estrella al salir y hemos venido a rendirle homenaje". Luego, la estrella los
lleva a Belén y se detiene sobre la casa donde estaban Jesús y su familia. Muchos han
interpretado esta historia con la presuposición de que Mateo debió de haberse referido a un
evento astronómico real que ocurrió en torno a la época del nacimiento de Jesús.
Pero hay al menos dos problemas desde la ciencia al asociar un evento específico con la
estrella de Mateo; el primero, que no es baladí, es que los eruditos no están seguros
exactamente de cuándo nació Jesús y la fecha de su nacimiento puede diferir respecto de la
que se viene considerando como tradicional hasta seis años y, desde luego, no fue en
diciembre. El segundo es que los eventos astronómicos mensurables y predecibles ocurren
con relativa frecuencia; sin embargo, la teoría de que la conjunción de Júpiter y Saturno puede
ser la estrella de Belén no es nueva; ya fue propuesta a principios del siglo XVII por el
astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler, que argumentó que esta misma conjunción
planetaria alrededor del 6 a.C. podría haber servido de inspiración para la historia de la estrella
de Mateo y, 400 años antes de Kepler, entre 1303 y 1305, el artista italiano Giotto pintó la
estrella como un cometa en las paredes de la Capilla Scrovegni en Padua. Los astrónomos
también han determinado que el cometa Halley pasó por la tierra alrededor del año 12 a.C.,
entre cinco y 10 años antes de que la mayoría de los estudiosos argumentaran que nació
Jesús y es posible que Giotto creyera que Mateo estaba haciendo referencia al cometa Halley
en su historia de la estrella.
Los intentos de descubrir la identificación de la estrella de la que habla Mateo suelen ser
creativos, imaginativos y perspicaces, pero seguramente también equivocados pues, en la
manera en que lo describe el Evangelista, la estrella de la historia no puede ser un fenómeno
natural "normal". La descripción de los movimientos de la estrella está fuera de lo que es
físicamente posible para cualquier objeto astronómico observable. La historia de la estrella de
Mateo se basa en un conjunto de tradiciones de la época en las que las estrellas están
conectadas a los gobernantes y el surgimiento de una estrella significa que un gobernante llegó
al poder. En el libro bíblico de los Números, por ejemplo, siguiendo con la Biblia, que data del
siglo V a.C., el profeta Balaam predice la llegada de un gobernante que derrotará a los
enemigos de Israel. "Una estrella saldrá de Jacob, (es decir, Israel)... aplastará las fronteras de
Moab".
A la luz de tales tradiciones, la historia de la estrella de Mateo existe, no para informar sobre
un evento astronómico específico, sino para respaldar las afirmaciones que él hace sobre el
carácter de Jesús. Dicho de otro modo, el objetivo de Mateo al contar esta historia fue más
teológico que histórico; por lo tanto, es probable que la próxima conjunción de Júpiter y Saturno
no sea un regreso de la estrella de Belén, pero Mateo probablemente estaría complacido con
el asombro que inspira en quienes lo anticipan.
Y así se acaba el 2020...
1Este Evangelio, de los tres llamados sinópticos o canónicos, se compuso entre los años 80 y 90 d. C., con un rango de posibilidades entre los años 70 y 110 d. C.; una fecha anterior a 70 d. C. sigue siendo una opinión minoritaria. La tradición cristiana, atribuye su autoría a Mateo, un recaudador de impuestos a quien Jesús llamó para que le siguiera como uno de sus apóstoles (el propio Mateo, 9:9-13). Mateo recogió los dichos en la lengua de los hebreos, traduciéndolos cada uno de ellos como buenamente podía. La opinión mayoritaria entre los eruditos es que el Evangelio de Mateo fue un producto del último cuarto del siglo I. La mayoría también cree que el de Marcos fue el primer evangelio que se compuso y que tanto Mateo (que incluye unos 600 de los 661 versículos de Marcos) y Lucas se basaron en él como una fuente importante para sus obras. Sin embargo, el autor de Mateo no simplemente copió a Marcos, sino que lo usó como base, enfatizando el lugar de Jesús en la tradición judía e incluyendo otros detalles no cubiertos en Marcos.