domingo, 31 de julio de 2022

La censura, un árbol de hoja perenne.


Hace pocas semanas, a cuento de la música que se hacía (y lo que se decía
en ella) hace cuarenta años, reflexionábamos en este blog acerca de cómo ha evolucionado la censura en este tiempo. Hoy, con vuestro permiso, nos centraremos en esa evolución pero en la prensa escrita. Un poco de historia: concluida la guerra (in)civil, el gobierno del general Franco mantiene la Ley de Prensa redactada por José Antonio Giménez-Arnau, director general de Prensa en el Ministerio de Gobernación dirigido por Serrano Súñer, y que supone el control total de la actividad periodística. En su preámbulo se afirma que el periodista es un “apóstol del pensamiento y de la fe de la Nación”. De esta forma, todas las empresas informativas se convierten en una “institución nacional” con la misión política de propagar las ideas nacionalsindicalistas, lo que significa el comienzo de una etapa en la que las publicaciones son consideradas botín de guerra, por lo que el nuevo régimen se apropia de ellas y quedan bajo el control de La Falange, que representa las fuerzas políticas del Movimiento Nacional. Por medio de la censura previa se prohíbe mencionar a determinadas personas, hablar de algunos sucesos que puedan dar una mala imagen de la autoridad del Estado, y opinar sobre política internacional. Además, se establece el sistema de consignas, por el que los periódicos tienen la obligación de incluir determinadas informaciones oficiales. La Ley de Prensa del 38 pretende adoctrinar a los ciudadanos y convierte al Estado en origen y fin del proceso informativo, puesto que de él partía y en él concluía.


Tras el término de la II Guerra Mundial se inicia un período de aislamiento internacional que tiene consecuencias internas para el régimen. Se aprueba El Fuero de los Españoles en 1945, al estilo de una constitución, que en su artículo 12 manifiesta: “
Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado(la coletilla final deja claro que todo sigue igual en cuanto a la libertad de prensa). En 1966 se inicia un proceso en el que disminuye considerablemente el número de consignas, y en el que la censura previa, que sigue vigente, se flexibiliza en su aplicación; es el preludio de una nueva ley de prensa que sustituirá a la de 1938, permitiendo este tímido avance la aparición de revistas de opinión política como Atlántida, Cuadernos para el Diálogo y Revista de Occidente, que suponen un hito en el periodismo durante el régimen. La nueva Ley de Prensa e Imprenta de 1966 (conocida como la Ley Fraga) tiene un preámbulo en el que ya se habla de la libertad de expresión, de empresa y de designación del director. Además, reconoce que la legislación de 1938 ha quedado obsoleta, y su vocabulario es completamente diferente al empleado en la ley elaborada durante la guerra. Sin embargo, su artículo 2 obliga al respeto a los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional1. La nueva ley posibilita igualmente el secuestro de una publicación para luego denunciarla a los tribunales de Justicia, un mecanismo muy utilizado, aunque en muchas ocasiones el juzgado posteriormente le diera la razón al medio informativo. Además, toda la información internacional recibida desde el extranjero pasa obligatoriamente por la gubernamental Agencia Efe, lo que supone un control absoluto sobre estas noticias. Finalmente, la aprobación de la nueva Constitución en referéndum el día 6 de diciembre de 1978, que es promulgada en el Boletín Oficial del Estado el día 29 de ese mismo mes, cambia totalmente el panorama para los profesionales del periodismo. A partir de aquel día, en teoría, los periodistas españoles disfrutan de una auténtica libertad de prensa. Pese a ello, según denuncia Human Rights Watch, las leyes que limitan la libertad de expresión (con severos castigos para el discrepante y para quien publica esa discrepancia) han aumentado en todo el mundo en los últimos años, profundizando lo que expertos califican como una erosión de la democracia. Estas nuevas legislaciones, selladas en general por legislativos donde existe realmente poca pluralidad política, guardan elementos en común y demuestran una tendencia autoritaria que pasa por encima de las ideologías.


N
o es nuevo, sin embargo, esto de acallar al discrepante aunque su obra se revista de humor; un somero repaso histórico nos mostrará que se ha dado en todos los tiempos y todas las culturas, desde el poeta griego Sótades de Maronea que, hacia el siglo III a. C. fue condenado, encerrado en una caja de plomo y echado al mar por escribir unos versos humorísticos sobre la vida sexual de Ptolomeo II Filadelfo, faraón de Egipto, particularmente por haberse casado con su hermana Arsinoe II. Desde la antigüedad hay gente, sobre todo poderosos, a quienes no les gustan las bromas. La sátira y la caricatura, desde siempre, y con mucha frecuencia, han sido prohibidas y los cómicos, humoristas, dibujantes y escritores satíricos, en muchos casos han caído en desgracia. El emperador Septimio Severo cuando mandó ejecutar a varios senadores, según se recoge en Historia Augusta, unos por haber hecho algún chiste, otros por haberse callado, algunos por decir cosas de doble sentido como «he aquí un emperador que hace honor a su nombre, que es verdaderamente Pertinaz, verdaderamente Severo». Alcibíades, estratega griego (450-404 a. C.). fue ridiculizado en una obra titulada Baptae («Los que se zambullen»), por el comediógrafo Éupolis. El militar se vengó arrojándolo al mar. La Inquisición también se cebó posteriormente en Francisco de Quevedo, denunciado por su «indecencia del discurrir, la libertad del satirizar, la impiedad del sentir, y la irreverencia del tratar las cosas soberanas y sagradas». ¿A qué seguir? Napoleón, las diferentes monarquías europeas, la Alemana nazi,… tampoco toleraban la crítica.


En nuestro país,
aún después de la muerte de Franco se respiraba un clima de prohibición e intolerancia, cuando persistían figuras como la del fiscal de prensa, un censor en la práctica, y era común secuestrar números de revistas humorísticas. El episodio más negro de aquellos años fue el bombazo en la redacción de El Papus, con la muerte de un empleado, reivindicado por el grupo ultra «Alianza Apostólica Anticomunista» como venganza por las mordaces historietas publicadas en la revista. El humor es un extraordinario disolvente de fanatismos. La intransigencia es, antes que nada, intransigencia con los que se ríen de algo. Cabe recordar el atentado islamista de 2015 contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo, en el que doce personas fueron asesinadas por caricaturizar a Mahoma; unos años antes, en 2006, un periódico danés publicó una serie de dibujos del profeta que desencadenaron una violenta ola de protestas en países árabes que se cobró diez muertos. En el uso del humor como herramienta de protesta, desde un anonimato seguramente inevitable2, la risa clandestina y mordaz se alza siempre como la mejor arma en tiempos difíciles. Se dice que el humor es la mejor combinación de la tragedia con el tiempo y esta máxima aumenta el mérito de tantos anónimos personajes que, desde su trinchera de ingenio y cuando fue necesario, combatieron la incidencia de la dictadura con su humor de combate. Un reconocimiento a todos ellos: analizar cómo el humor es un remedio que ayuda a sobrellevar las dictaduras erosionando al poder y creando espacios de libertad individual y comunitaria se presenta como una buena idea aunque el resultado tampoco es para tirar cohetes.



P
or eso es más digno de valorar cuando la crítica/sátira se hace con nombre y apellidos, y para analizar este hecho nos apoyaremos en dos publicaciones sensiblemente diferentes pero que en el imaginario colectivo guardan fuertes similitudes, particularmente en su lucha contra la censura, ya que tanto en el tebeo humorístico como en las publicaciones satíricas, se escondía la crítica mordaz, recurrían a los matices para que los censores no se dieran cuenta y, según el humorista Serafín, 'hay que reconocer que eran unos brutos'. Una de ellas es La Codorniz pues todo el humor español desde la década de 1940 hasta la de 1970 está en ella, 'la revista más audaz para el lector más inteligente', según decía su cabecera. Fundada en 1941 por el escritor y periodista falangista Miguel Mihura, sustituido en la dirección en 1944 por el escritor monárquico y “del Régimen” Álvaro de Laiglesia, la revista aspiraba a un enfoque muy cosmopolita y vanguardista para la época y en su primera etapa suscitó el interés de un público joven que deseaba escapar de la cultura oficial de la dictadura. La Codorniz llevó a la prensa un humor del absurdo que dinamitó los tópicos del franquismo. Así pues, la revista, aunque de entrada sin implicación política, se orientó hacia una crítica de la vida cotidiana cargada de pólvora en sus dibujos y en sus artículos con lo que contribuyó, a través de la veladura del humor y la gráfica, a la difusión de una comprensión de la realidad social que demandaba cambios profundos, convirtiéndose en caja de resonancia de estas demandas..La complicidad necesaria entre la viñeta de humor y su destinatario para alcanzar un significado completo implicaba un lector informado, no sólo por los titulares, al tanto de los acontecimientos de la actualidad, más y cuando el contenido de “humor puro” en estas revistas no era predominante. Dicha complicidad incomodaba a la autoridad competente, siendo habituales las presiones provenientes del Ministerio de Información y Turismo. Una relación peculiar la de revistas de humor gráfico y censura, condicionada precisamente por las particularidades de la sátira y la caricatura, al tratar la realidad no de modo directo sino mediante la insinuación, la ironía o la hipérbole, pudiéndose establecer diversos niveles de lectura, no siempre evidentes, dentro de las viñetas de humor gráfico. Esa fórmula de humor aparentemente blanco, pero lleno de ironía y de dobles sentidos, llegó a hacerse muy popular hasta el punto de que se convirtió en una revista que leían tanto personas maduras como jóvenes, tanto lectores del régimen como de la oposición. Así las cosas, un chiste contra la subida del precio del pan podía derivar en una enmienda a la totalidad de los desmanes de la dictadura. Solo sus portadas eran todo un alarde de ingenio creativo, que combinaba la mordaz ironía y la gracia del dibujo. Y tal era el interés que sus citaban, que hasta había bulos y ”documentadas historias urbanas” sobre portadas que, en realidad, nunca aparecieron. La censura impidió que algunos números llegasen a los lectores: una crítica le costó cuatro meses de cierre, pero si la censura le dio la vida, la censura se la quitó; en 1977, la revista cerró ante la falta de lectores: las nuevas generaciones preferían Hermano Lobo, Triunfo o Por favor, que fueron un ciclón y se convirtieron en las revistas de referencia del tardofranquismo, símbolos de resistencia y cuna de escritores como Vázquez Montalbán, Fernando Savater, Francisco Umbral, Luis Carandell o Haro Tecglen, autores fundamentales durante la llamada transición política.


Y
llegamos a ese segundo apoyo en nuestras reflexiones, y es que a partir de la aparición de Hermano Lobo”, La Codorniz empieza a quedarse desfasada y anticuada. Algunos de sus humoristas, con Chumy Chúmez a la cabeza, se pasan a la nueva revista, más moderna y crítica que conecta con las nuevas generaciones de los años setenta. Puede decirse que el boom del humor mató a La Codorniz porque, aparte de la irrupción de Hermano Lobo, la prensa de información general ficha a dibujantes de primera fila como Manuel Summers, el propio Chumy, El Perich o Forges, entre otros. Ya en el número dos,da un gran salto al inaugurar una de sus secciones más famosas: “7 preguntas al lobo”, idea de Summers, en la que se veía como un lobo “negro”, la mascota de la revista, contestaba con un “Uuuuuu” a varias preguntas, algunas de ellas aún de actualidad. Algunas, muy repetidas, pronto se hicieron clásicas, como: “¿Para cuándo la democracia en España?”, “¿Para cuándo el final de la censura?”, “¿Para cuándo la amnistía?”, y sobre todo una séptima, siempre la misma: ”¿Cuándo desaparecerá la censura cinematográfica?”, a la que el lobo siempre respondía con: ”El año que viene, si Dios quiere”. Un “Uuuuuu” que enseguida se empezó a imitar y que ¿por qué no decirlo?muchos utilizábamos como coletilla a la menor oportunidad. Como todo semanario irreverente, Hermano Lobo no dejaba títere con cabeza fuese cual fuese el sustrato social. Pero su verdadera pasión era el mundo de la política al que con su humor corrosivo atizaba sin parar. Colaboraciones grandiosas, y dibujantes que eran un verdadero lujo, impregnaban el ambiente de un humor innovador. Se sugerían las cosas con valentía. Algunas de sus portadas marcaron un antes y un después del humor en España. Bastantes de ellas se hicieron famosas, y algunas hasta míticas. Precisamente con el nº 153 a consecuencia del chiste de la portada ocurrió uno de los secuestros de la revista. La fiscalía argumentó que se trataba de un “menosprecio a la Justicia”. Se veía a un señor, bajo de estatura, menudo, de rostro algo inocente, escuchando una voz casi de ultratumba, que le culpaba y le gritaba diciéndole: “¡¡¿Conoce sus derechos?!!” A lo que le respondía: «sí, señor». Y sonaba de nuevo la fuerte voz, apabullándole con un «¡¡Pues olvídelos!!». Un humor con el que había que hilar muy fino, con una censura a la que no le dolían prendas, y que Hermano Lobo conseguía eludir con su soplo de aire fresco. La publicación fue una experiencia inolvidable con un desenlace final que su equipo afrontó con coraje y mucho humor. Ocurrió en el verano de 1976 y lo hicieron con un número extraordinario, el nº 213, cuyo título era “Verano & Fascismo”, el último de su historia. A pesar de que suponía su desaparición lo celebraron a lo grande: como en un gran espectáculo cuando al final saluda toda la compañía, ¡¡allí estaban todos juntos!!


Una contextualización necesaria: l
a historia del humorismo gráfico español ha dado nombre a muchas revistas de insigne memoria desde la mítica La Codorniz, pero quizás una de las más queridas y recordadas por el pueblo español sea Hermano Lobo, "Semanario de humor dentro de lo que cabe". Y es que la publicación llegó en el momento más oportuno, cuando la cerrada España parecía abrirse muy poco a poco. Con Chumy Chúmez como principal impulsor, e inspirado en el semanario francés Charlie Hebdo, la revista fue fundada el 11 de mayo de 1972; añadiéndosele con el título cierto aroma franciscano. Pronto se convirtió en la revista preferida de la sociedad española, relegando a un segundo plano a La Codorniz, a la que comenzaban a pesar sus treinta años de publicación. Por sus páginas pasaban dibujantes de la talla de Forges, El Perich, Manuel Summers, Quino, o Gila, además del propio Chúmez; y también numerosos escritores, como Manuel Vázquez Montalbán o Francisco Umbral (sin su libro). Y quizás muchos otros autores, que han permanecido ocultos tras seudónimos "por si acaso". El éxito conllevó también sus problemas con el régimen, iniciados con el secuestro del número 153 "por menosprecio a la Justicia", continuados con el expediente a Luis Carandell, por sus Coplillas de Don Luis (y no era Bárcenas, no) del número 178, y por el expediente múltiple contra el número 183, que podía haber conducido al secuestro de este número, si no hubiera sido por la inteligencia de los directivos, que mandaron las planchas de la revista, en vez de la revista en sí; y como no había sido impresa, no pudo ser secuestrada... A la semana siguiente salió el 184, como si nada; y en los números siguientes fueron colándose pedazos del número fantasma, sin que pasara absolutamente nada.. La publicación sobrevivió durante cuatro años, contabilizando 212 números a sus espaldas. Hermano Lobo surgió en un momento histórico, y ni que decir tiene que, al igual que La Codorniz, estuvo muchas veces rodeada de polémica. Con la nueva etapa de la transición social española su humor coyuntural no evolucionó lo suficiente y concluyó una estimulante aventura en una época difícil. Se ha dicho que el humor de Hermano Lobo” cáustico con el poder, irreverente, imposible con la intransigencia de hoy y muy crítico con la sociedad, fue el más inteligente y mordaz de aquellos tiempos. Antes, se ironizaba mucho más sobre la situación política, se provocaba más la sonrisa; ahora, ya no sonreímos tanto. Se echa bastante en falta. No debemos olvidar que para muchos: el humor es un arma de intervención en la realidad.



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1Algunos autores piensan que tiene una apariencia externa de libertad, pero continúa con el control del Estado si no se hace “buen uso” de esa libertad. El escritor Miguel Delibes lo expresa de esta forma: “Antes te obligaban a escribir lo que no sentías, ahora se conforman con prohibirte que escribas lo que sientes, algo hemos ganado”. Desde su puesta en vigor hasta 1975 se incoan 1.270 expedientes sancionadores contra periódicos y revistas, lo que demuestra que su aplicación dista mucho de las palabras reformistas utilizadas en su preámbulo.

2Josep Pernau recoge en su libro Humor de combate un chiste, obviamente de autor desconocido, que no nos resistimos a reproducir: El régimen aspiraba a sucederse a sí mismo, y para ello era necesario que el pueblo fuera adicto a los principios fundacionales. De ahí la importancia de la educación de las nuevas generaciones: Una maestra se declara falangista y pide a las niñas que levanten la mano las que se consideren seguidoras del partido único. Sólo una no levanta el brazo y la maestra está sorprendida. 

¿Por qué no has levantado la mano, Manolita?

Porque no soy falangista, señorita.

Caramba, y si no eres falangista, ¿con quién simpatizas?

Con el Partido Comunista.

Lo ha dicho con orgullo. La maestra no puede dar crédito a lo que oye.

Manolita, hija, ¿qué pecado has cometido para ser comunista?

Mi madre es comunista, mi padre también y mi hermano acaba de ingresar en el Partido. Por eso yo soy también comunista.

El orgullo de la pequeña aumentaba por momentos. La maestra estaba irritada.

Bueno, Manolita, pero eso no es motivo para ser comunista. Tú no tienes que ser como tus padres. Por ejemplo, si tu madre fuera prostituta y drogadicta, tu padre alcohólico, vago y traficante, y tu hermano ladrón, ¿tu qué serías?

Seguramente falangista, señorita.

 

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