Con el nombre de Himno a la alegría se conoce al cuarto movimiento de la Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven en el que musicaliza el poema de Friedrich Schiller llamado Oda a la alegría (Ode an die Freude). El Himno a la alegría se ha convertido en una referencia universal de la música y es valorado como un cántico a la fraternidad universal. De hecho, su influencia ha sido tan grande que ha pasado de la música académica a la música pop. Por ejemplo, la versión que hizo el cantante Miguel Ríos. El impacto que ha tenido el Himno a la alegría desde su origen se debe, en primer lugar, a ser el primer movimiento coral inserto dentro de una sinfonía, gracias a que Beethoven decidió tomarse la libertad de “hacer hablar” a la que fue su última obra sinfónica. En segundo lugar, se debe también a los valores expresados en el poema de Schiller. De todos es conocido que Beethoven ha sido considerado como el último de los compositores neoclásicos y el primero de los compositores románticos. Fue, sin duda alguna, el artífice de una gran transformación estilística en la historia de la música gracias al espíritu revolucionario que imprimió a la cultura la consigna de la Revolución francesa “igualdad, libertad y fraternidad” y la proclamación de los derechos universales del hombre en 1789.; el anhelo de igualdad, fraternidad y libertad en la cultura germana se había expresado tres años antes cuando Friedrich Schiller, que formaba parte de la generación del Sturm und Drang (‘tormenta e ímpetu’), un movimiento prerromántico que reclamaba aquellos valores por medio de las artes, publicó Oda a la alegría. Diversas fuentes aseguran que Beethoven conocía el poema de Schiller y que le seducía la idea de musicalizarlo, si bien no fue sino hasta 1817 cuando esto comenzó a tomar una forma concreta. En su último período como compositor, Beethoven escribe la Novena Sinfonía totalmente sordo, pero esto no le impide concretar aquella idea remota de musicalizar el poema de Schiller, como expresión de aquellos valores que conmovieron al compositor a lo largo de su vida. En la fecha en que Beethoven hizo la Novena sinfonía, el romanticismo estaba en auge; en este momento de la historia, las relaciones entre música y palabra habían alcanzado un punto álgido: los compositores no se proponían apenas "musicalizar", sino convertir sus composiciones en auténticas imágenes de los textos que recreaban. Y ciertamente, la Novena sinfonía y, en ella, el Himno a la alegría, fue una auténtica liberación personal y musical que permitió la creación de un nuevo género, la sinfonía coral y la apertura de nuevas posibilidades creativas en la historia de la música. Es, sobre todo, un acto de convicción personal tanto en lo artístico como en lo político, que deja en claro el compromiso del artista con los valores que lo mueven: la igualdad, la fraternidad y la libertad.
Por el tema del texto, rápidamente se convirtió en un símbolo popular. La Novena sinfonía, y el cuarto movimiento en particular, se han usado como instrumento propagandístico de diferentes confesiones políticas: el general Otto von Bismarck, responsable de la unificación de Alemania en el siglo XIX, la utilizó para levantar la moral del ejército, la usaron también los españoles en 1931 en la proclamación de la Segunda República, los nazis desde 1933 y los fascistas italianos poco después. Los aliados también se apropiaron de ella y frecuentemente la incluían en los conciertos de la causa; tras el suicidio de Adolfo Hitler, la pieza fue difundida en la radio alemana, entre los años 1956 y 1964, el Himno a la alegría representó tanto a la República Democrática Alemana (RDA) como a la República Federal Alemana (RFA) en los Juegos Olímpicos, inspiró el himno del Consejo de Europa, adoptado en 1984 como el himno oficial de la Unión Europea, aunque fue retirada la letra como una manera de preservar el principio de “igualdad” y “libertad”,....
En esto llegó Miguel Ríos porque, más allá de las pretensiones de los políticos, ciertamente el Himno a la alegría es todo un símbolo popular y por ello el cantante presentó una versión pop, con arreglos musicales del compositor argentino Waldo de los Ríos, en su disco Despierta, de 1970. Desde entonces, se ha dado a conocer a todos los países de habla hispana como símbolo de la paz, la libertad y la fraternidad. Miguel Ríos grabó su Himno a la alegría en plena dictadura franquista, cuando las tijeras afiladas de la censura actuaban en el mundo de la cultura en general: en la literatura, en el cine, en el teatro, en los medios de comunicación, y por supuesto, en la música. “Teníamos la obligación de presentar todas las canciones a la censura. Todas las canciones que cantabas en cualquier pueblo, antes tenían que estar visadas para poderlas cantar… lo angustioso de la censura, aparte de la maldad intrínseca que conlleva, era que no sabías si una canción estaba permitido que saliera. Incluso te ponían una etiqueta en los discos, 'esta canción no se puede radiar'. Entonces tú, la única posibilidad que tenías de que la gente se enterara de que habías sacado un disco era oyéndolo por la radio. Y si de cuatro canciones, te ponían tres ‘no radiables’, habías palmado". En esa época, Miguel Ríos solo conocía a Beethoven por Chuck Berry, por su clásico de 1956 Roll over Beethoven, y cuando le ofrecieron cantar el Himno a la alegría, no solo desconocía la música clásica, sino que le irritaba: “En este oficio nuestro todo es imprevisible. Me acuerdo cuando Rafael Trabucchelli y Waldo de los Ríos me ofrecieron hacer la canción, yo desconocía totalmente la música de Beethoven, me irritaba mucho la música clásica, creía que le daban una preponderancia que no tenía por qué tener, que ninguneaba cualquier otro tipo de expresión artística que hubiera en el momento y me parecía que estaban chupando del bote de una forma increíble y les tenía incluso hasta coraje". Su opinión cambió rápidamente cuando escuchó la melodía: una adaptación del cuarto movimiento de la novena sinfonía del compositor alemán: "Y cuando Rafael me llama y me dice 'mira que pensábamos hacer este tema contigo', cuando yo oí la canción, oí la melodía de la canción dije 'bueno, esto es brutal'... de cualquier forma, esta canción tenía el hálito de poder representarnos a cualquier ser humano que la cantara". El joven rockero, que ya entonces era conocido por El río o Vuelvo a Granada, recorrió todo el mundo y se dio cuenta de "lo atroz que era la dictadura… empiezas a ver que la libertad es mucho más de lo que decía esa gente. Cuando fui a Londres o Nueva York, vi que todo era diferente, viajé por cincuenta países cantando el Himno de la alegría… y ahí te dabas cuenta que habías estado engañado y que eso no tenía mucha razón de ser”. Gracias al Himno a la alegría, Ríos no solo salió al mundo, también le sirvió para ganar dinero, para crecer, para ser más independiente. Afortunadamente, el éxito no se le subió a la cabeza: "No, pero yo soy un tío... siempre he sido un tío con los pies en el suelo. No, he sido muy realista. Sabía que esto es una carrera... yo ya entonces me había dado cuenta de que podía vivir de la música, que podía vivir bien. Yo sabía que esto era una carrera a largo plazo, no tan larga como ha sido hasta el final, pero preveía que podía ser una cuestión, y que tenía que tener, primero la humildad necesaria de saber que eso había sido una lotería, que no era una cuestión que yo me hubiera inventado, yo no era Beethoven, ni era Schiller tampoco. Hombre, lo que sí me vino muy bien era para ganar dinero, y sobre todo para poder emplear el dinero en crecer como ser humano, como músico, ser más independiente en mi propia carrera". El Himno a la alegría de Miguel Ríos no tiene fecha de caducidad. Desde que naciera, hace más de medio siglo, se ha perpetuado en el tiempo y siempre hay algún motivo que le devuelve a la actualidad.
Muchísimas gracias!!!!
ResponderEliminarEste himno se tendría que escuchar mucho en estos días!!!