Llaman la atención varias cosas: la juventud de la persona en un premio de estas características, el hecho de que sea, precisamente, el mundo del fútbol el que ha merecido la atención de las instituciones (no nos engañemos: por doloroso que resulte, hace poco tiempo era inimaginable que una persona ligada al fútbol en su cotidianeidad, y no en los despachos, atrajera la atención de tantas y tantas personas ajenas a ese mundo y, lo que es más, se admita que su actitud es un ejemplo de algo que, seguramente, a los lectores, les suena: gestión de equipo, reconocimiento de méritos ajenos y, sobre todo, pasión por la profesión), y el poder de influencia del entorno cercano, encarnado por familiares y amigos.
En ese sentido, sería incorrecto identificar en este momento la persona con el club que representa: no se han premiado los méritos deportivos (que importan), no se ha premiado la gestión de un club (que también), sino por una actitud que traspasa los colores de un club y que tiene más que ver con su convicción de que en el deporte también puede ayudarse a crecer a las personas.
Y, en sus propias palabras, "no quiere ser ejemplo". Es una afirmación que en otra persona puede sonar a falsa modestia o simplemente petulancia disimulada, pero que, en sus palabras, gestos, entonación, suena con total sinceridad.
Felicidades, Pep, y deja que no te hagamos caso: intentaremos seguir tu ejemplo.
Acompañamos el enlace de youtube del discurso de aceptación de la medalla, subtitulado en castellano y proponemos hacer abstracción de colores de equipo y analizar el contenido. Por cierto, para l@s curios@s, propongo ver la conexión entre el esqueleto del discurso de Josep Guardiola y el reciente de Steve Jobs.
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