De vuelta ya en la "normalidad" cotidiana tras un período vacacional al que, con benevolencia, se puede tildar de convulso porque en los últimos meses ha pasado de todo, no podemos sustraernos a la actualidad inmediata que, para nosotros, incluye también una consulta pública en el plazo de dos meses.
Que el management es política (y al revés) no parece que sea discutible. Por eso es conveniente tomar nota del entorno en que se producen algunas de las decisiones de nuestros próceres y no sólo de las eternas promesas que unos comicios generan.
Como muestra del impacto de ese entorno, el botón de unas declaraciones de un posible candidato del partido republicano a las elecciones del año próximo en Estados Unidos.
El tema, ya de por sí controvertido, el cambio climático y la influencia de la mano del hombre en el mismo.
Pues resulta que el exgobernador de Massachussets, Mitt Romney, tenía la firme convicción de que el cambio climático, acelerado por el hombre, se constituía en un grave problema de futuro.... hasta que los sondeos previos a las primarias indicaron que, de sus potenciales votantes, sólo algo más del 20 % creen en el calentamiento global (y, por cierto, un 65 % son partidarios del creacionismo).
En ese momento se ha producido la conversión del Sr. Romney al marxismo (rama Groucho), de forma que, evidentemente, acredita ser una persona de fuertes convicciones, pero que si se han de cambiar, se cambian. El coste de no obtener potencialmente un 80 % de los votos posibles, justifica cualquier cambio de criterio. ¿O no?
Es, seguramente, un tema menor, pero, ¿podría pasar esto entre nosotros? Vale la pena estar atentos porque, volviendo a la relación del management con la política, una de las principales virtudes del buen gestor es la demostración de la convicción en sus ideas. No hay término medio. ¿Tiene credibilidad el gestor que no tiene ideas sólidas.... naturalmente cuestionables desde otra óptica?
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