Hay una canción brasileña de mediados del pasado siglo que evoca las favelas, su pobreza y su alegría, centrándose en las que hay en el Morro, nombre con el que se conoce a cada uno de los cerros que circunda la ciudad de Río de Janeiro. La canción, Ave María no morro, ha tenido múltiples versiones, desde Nana Mouskouri hasta los Scorpions, pasando por Manolo Escobar, Andrea Bocelli, la mayoría de grupos latinoamericanos, los crooners italianos y, por supuesto, toda la nómina de cantantes brasileños. Recomiendo su audición.
Pero hoy no toca música, sino referirnos al morro en la octava acepción del diccionario de la RAE, esto es, descaro, desfachatez, y es que, como sucede con las conjunciones planetarias que provocan fenómenos inesperados, a veces se producen conjunciones de acciones o declaraciones que no tienen desperdicio (o sí).
Es cierto que todas ellas, en este caso, tienen como protagonistas a reputados políticos americanos, lo que no quita que se puedan glosar aprovechando conclusiones de su análisis.
Veamos:
- el candidato ultraconservador del partido republicano Rick Santorum se ha despachado a gusto afirmando que en Holanda (recordemos, dentro de la denostada vieja Europa), poco menos que se obliga a practicar la eutanasia. Hacer amigos (holandeses) se llama eso, para el caso de una por hoy improbable llegada al poder.
- el secretario del Tesoro Timothy Geithner, bien informado, asegura que el problema de la economía española es el endeudamiento privado, no el público. Debe ser por eso que los salvajes, y por sí solo inútiles, recortes del sector público son un mero ejercicio de teoría macro económica. Y debe ser por eso que lo que se ha tenido que intentar regularizar son los pagos del sector público.
- el candidato mejor situado del partido republicano en las primarias de Estados Unidos, Mitt Romney, aboga en sus discursos por la preeminencia del mercado libre y la libertad individual frente a la acción del gobierno. Hay que entenderlo: los últimos cuatro años ha estado de vacaciones y no ha podido leer que, incluso desde sus propias filas, se reconoce que, si una cosa le falta al mercado es, precisamente regulación para no volver a originar situaciones como la que aún sufrimos.
-...
Morro. Porque, en cualquiera de los casos, si uno llega al poder, se extiende un espeso velo de amnesia colectiva y nadie recuerda las atrocidades y/o barbaridades que se dijeron para arañar votos mintiendo descaradamente o, siendo benévolos, diciendo verdades sesgadamente interesadas. Lo preocupante del tema es que esto parece que sea una enfermedad de la clase política en todas las latitudes; basta comparar en España los discursos y las acciones antes y después (inmediatamente después, no tras una evolución razonada) de alcanzar el poder.
No vale la pena descender a ejemplos, pero si los periodistas preocupados por que la acción de gobierno sea pensando en todos los españoles y no sólo en el acceso al poder del partido de sus simpatías tuvieran interés, bastaría "tirar" de hemeroteca sólo del último año.
Y esa labor, naturalmente, aunque entra dentro de los objetivos de ética que nos son prioritarios, excede la reflexión de este blog.
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