viernes, 25 de octubre de 2013

Divertimento - La antigua matemática



En estos tiempos en los que la educación se ha convertido en arma arrojadiza entre partidos, que se arrogan la facultad de jugar con el futuro de todo un país por unas docenas de votos radicalizados, uno, que por peinar algo peina canas, no puede sino recordar la forma de asumir conocimientos cuando hay ansia de saber, y he recordado el problema de la cuadratura del círculo que estudiábamos en matemáticas y que, a poco que profundizaras, te marcaba el camino a otras disciplinas, algo absolutamente deseable cuando se habla de educación. 

Como es de todos sabido (no sé si el actual ministro de educación lo estudió así en su época en la que, sin duda, algo estudió), el intento de resolver el problema de la cuadratura del círculo llevó al descubrimiento del número Pi (Π), fundamental en el calculo de elementos en los que intervengan figuras geométricas redondas. Se dice que, desde Lindemann (“el vencedor de Π” Carl Louis Ferdinand von Lindemann, 1852-1939) ), el problema de calcular la cuadratura está resuelto negativamente. De modo que el solo hecho de pretender hallar la construcción exacta revela la falta de conocimientos matemáticos en quien tal intenta.

Otra cosa es echar mano de la aritmética para solucionar el problema. Si el área redonda a transformar en cuadrada viene dada por la fórmula A = Π·r², siendo como se sabe “A” el área a determinar, “r” el radio del círculo y Π ese valor raro de equivalencia plana, y el área cuadrada buscada es A = l², siendo “A” el área y “l” el lado del cuadrado, por una simple igualación de los términos de la igualdad, llegamos a que l² = Π·r² y podemos despejar fácilmente el valor del lado del cuadrado buscado. Fácil, ¿no?

Pero, si de lo que se trata es de la exactitud, y decíamos que geométricamente el margen de error era el equivalente al grosor del trazo, según qué valor se aplique a Π, el resultado distará mucho de la excelencia. Casi todos recordamos el valor de 3,14; algunos más avezados el de 3,1416 y algún cerebrito el de 3,1415927. Pero eso, al matemático que busca la perfección no le basta (computadoras aparte). Por eso es de valorar la convergencia entre la poesía y la aritmética, más allá de la propia métrica de los versos. Leed el siguiente poema:

Soy Π, lema y razón ingeniosa
de hombre sabio que serie preciosa
valorando enunció magistral.
Por su ley singular bien medido
el grande orbe por fin reducido
fue al sistema ordinario usual….

Este ingenioso poema, del colombiano Rafael Nieto París (1839-1899), remite en total a las 80 primeras cifras del número Π[1], de forma que cada palabra tiene el número de letras que corresponde a la cifra de su lugar, esto es: Soy (3) Π (1), lema (4) y (1) razón (5) ingeniosa (9) de (2) hombre (6) sabio (5) que (3) serie (5) preciosa (8), ….

De acuerdo con esto, las 32 primeras cifras del número son

Π = 3,1415926535897932384626433832795 …

No es un ordenador, pero casi…
Una equivalencia gráfica del gran Leonardo (El hombre de Vitruvio)

Y esto, creo, es mejor y más efectivo que la LOGSE, la LOMCE o cualquier otra ley que no piense en los alumnos sino en votos.


[1] En este recordatorio-homenaje, con las primeras 32 bastan.

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