Siempre se nos ha dicho que la
Matemática es una ciencia exacta y que, conjeturas o hipótesis de expertos aparte
(las más conocidas, las de Euclides, Kepler, Fermat, y otras), expuestas para
marear al personal que se devana los sesos inútilmente, a veces durante SIGLOS,
intentando encontrar una solución, lo que ofrece son verdades difícilmente
cuestionables. Vale que a veces se nos hace difícil pensar en abstracto y eso
produce algunas paradojas en la comprensión de los principios matemáticos, como
el teorema del punto, sin ir más lejos, aquel que dice que “por un punto en el espacio pueden pasar infinitas rectas”
redondeado por la coletilla de noción espacial, en el sentido de que “siempre que el punto sea suficientemente
gordo”.
Dejando de lado estas cosillas, y
ciñéndonos a la Aritmética (ya se sabe, la rama de las Matemáticas que estudia
los números), está comprobado que los resultados de una operación o una
combinación de ellas es siempre la misma, y si no que se lo pregunten a los que
revisan los exámenes de matemáticas de los trémulos estudiantes. Bueno, excepto
cuando la operación la realiza un economista… o un político, en cuyo caso el
resultado que se obtiene puede ser perfectamente “ni sí ni no, sino todo lo contrario”
Veamos un ejemplo de esa
aritmética política desarrollando
unas cuantas operaciones simples, facilitas, de aquellas ya oxidadas y casi
olvidadas de los estudios de primer nivel en ciencias, que parten de una
identidad aritmética indiscutible…. y a ver qué sale.
Vamos allá. Partimos de la
identidad
3a = 2b
En la que para cada valor que se
asigne a “a” siempre hay un valor de “b” que permite cumplirla. Si “a” es 10,
“b” es 15; si “a” es 4, “b” es 6, y así con cualquier valor (entero o fraccionario)
hasta el infinito. Multiplicando ambos términos de la igualdad por el mismo
número, la igualdad no varía ¿verdad? Pues multiplicamos, por ejemplo, por 5, y
nos queda que 3x5=15 y 2x5=10, luego
15a = 10b
Como la igualdad queda como muy
sosa, vamos a descomponerla dentro de cada término de la igualdad, y elegimos
entre las infinitas opciones (15 =14+1 =12+3 =17-2 =….. hasta el infinito, para
ambos términos de la igualdad), por ejemplo, que
21a – 6a = 14b – 4b
¿Bien hasta ahora? Ya puestos,
apliquemos los conocimientos recordados de repente, en particular aquel de que
un valor puede cambiar de término de la igualdad cambiando de signo sin que la
igualdad varíe (sí hombre, aquello de que si en la igualdad nos pone 4-1=5-2,
nosotros hacemos el cambio, ponemos 4+2=5+1 y nos quedamos tan panchos), y
vamos a poner, por estética, en cada término de la igualdad una “a” y una “b”
quedando
21a – 14b = 6a – 4b
Seguimos recordando a la vista de
los valores numéricos que nos han quedado y podemos consignar la misma igualdad
sacando factor común, si lo hay, en cada término. Y sí, lo hay, y el hecho de
que sea diferente en cada término, 7 en el primero (divisor para 21 y 14) y 2
en el segundo (divisor para 6 y 4) no influye para nada, como ya sabemos,
porque permanece invariado el valor de cada término. Y así podemos poner que
7 (3a – 2b) = 2 (3a – 2b)
Pero, mira por donde, nos suena
que, igual que al inicio multiplicamos por un mismo número ambos términos, que
no variaban, ahora eliminamos el factor multiplicador idéntico en ambos
términos, ese de (3a – 2b) y ¡oh, sorpresa!, queda al final que
7 = 2
Lo que haría las delicias de los
(malos) políticos, incluidos ministros de esa cosa que llaman economía a la
hora de justificar sus cuentas en uno u otro sentido, según convenga. La verdad
es que uno se sorprende un pelín porque intuye que hay algo que se le escapa y
que, posiblemente se la estén dando con queso, porque eso de 7=2 no cuadra con
lo poco que recuerda de aritmética, de modo que la mosca se instala
descaradamente detrás de la oreja pero ¡está tan bien argumentado y
presentado…! que para cuando cae en el quid de la cuestión, ya le han hecho
pagar 7 en lugar de las 2 que le correspondían, o le han pagado 2 en lugar de
las 7 que le debían.
Y lo peor del caso es la incómoda
sensación que queda al notar que cualquiera “con galones”, una pizca de conocimiento
técnico y arrobas de mala fe puede manipular nuestra voluntad, ya que basta con
un envoltorio y una presentación atractiva de un mensaje dañino para anular
nuestras barreras de cautela, incluso cuando el resultado que intentan
transmitirnos, como 7=2, sea a todas luces inexacto.
Ahí queda. Se admiten comentarios,
claro. Y para quien se aburra, que aproveche la oportunidad de entrar en el Hall of the Fame con la resolución de la
viñeta que se incluye, reservada, como su nombre indica, a los genios… con
ligerísimas nociones de inglés.
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