Las redes sociales se han
convertido poco a poco pero con un aplomo considerable en el complemento ideal
de la relación, tanto profesional como, ocasionalmente, personal de muchísima
gente, en un fenómeno que afecta a todo el mundo.
De acuerdo que el objetivo y el
marco de participación en cada una de las redes más usuales (centrándonos ya en
España) es diferente, de manera que, por esa misma razón, es normal que un
usuario tenga cuenta simultáneamente en Facebook, LinkedIn, Twitter, … por
poner ejemplos conocidos, ya que utiliza cada una de ellas en función de
propósitos distintos y no necesariamente agregados; es más, a veces, la persona
que se asoma a una red se presenta con un perfil diferente de la persona que,
casualmente con la misma identificación personal, se asoma a otra. De aquí se
colige que la relación con otros usuarios puede cambiar (y, de hecho, cambia)
en cada una de ellas. Sin embargo, llama la atención el claro desmarque que se
produce en el tipo de relación vía Twitter respecto de las demás redes.
Twitter tiene, en resumen, unas
características que las hacen distinta de las demás:
-
Limitación en la extensión de los mensajes
-
Posibilidad de destinatarios múltiples (lo que,
a su vez, limita, por cierto, los caracteres disponibles para el mensaje)
-
Posibilidad de reenvío inmediato a su recepción
-
Imposibilidad de vetar seguidores
-
Imposibilidad de adjuntar documentos .doc o .pdf
-
…
A la vista sólo de estos
apartados, es fácil deducir que Twitter es un gran aliado en la difusión
inmediata de mensajes cortos que no necesiten matices, lo que conduce a que sea
un gran facilitador de relaciones entre personas con afinidad de ideas (o con
ideas contrarias, con el afán de conocer las ideas del “rival”) que se agrupan
con el denominador común de seguidores (followers) mutuos. Pensemos, no
obstante, la paradoja de que puede crearse, y con frecuencia se crea, un hilo
de confianza (que puede llegar incluso a la dependencia en algún caso) entre
usuarios que son perfectos desconocidos con el único nexo de unión de esa idea
compartida.
En ese marco, debe entenderse que
la limitación de espacios no permite explayarse en razonamientos, lo que lleva
a la imposibilidad de debatir razonadamente, de donde se concluye que la Red no
está concebida para convencer a nadie con las ideas, sino solamente a
exponerlas libremente, teniendo muy presente que se ha de extremar la cautela y
el respeto en caso de exponer la disensión acerca de las ajenas. Eso hace que, dejando
aparte a los profesionales y alumnos aventajados vocacionales de la crispación
y a los simples maleducados (de los que, dicho sea de paso, todas las redes
están servidas con profusión), sea evidente que la primera norma de actuación
en el uso de Twitter, dando por sentadas la educación y cortesía previas, es el
escrupuloso respeto por las ideas expuestas, cuidar de no caer en trampas
dialécticas que, para algunos “expertos” se convierten en terreno abonado para
el insulto y la descalificación y también, lógicamente, la de extremar la
prudencia y no fiarse alegremente de los signos de comportamiento del
interlocutor, que siempre son de interpretación subjetiva, para no echar al
traste una relación que, si bien se admite que nunca puede ser profunda en este
medio, sí que puede ser perfectamente un valioso complemento en la vida de cada
uno. Es lo que tantas veces se ha dicho del influjo de Internet, que impele a
algunos a actuar como no lo harían si la relación fuera presencial.
Por ejemplo, no por el hecho de que el lenguaje usado por un usuario
sea habitualmente jocoso, puede creerse que sea amigo de TODAS las bromas, no
por el hecho de declarar unos gustos, aficiones o creencias diferentes ha de
ser motivo de rechifla a ataques, etc.
Luego están los malentendidos. Es
obvio que 140 caracteres no permiten excesivas florituras literarias, con lo
que una idea mal expresada o mal entendida puede provocar una reacción
vehemente del destinatario que, después, es difícil de matizar y puede dejar un
poso, cuando menos, incómodo.
Además, la característica citada
de multiplicidad de destinatarios estimula la formación, más o menos
espontánea, de grupos en los que a veces surge la cizaña (incluso inadvertida) de
querer excluir mediante artimañas más o menos directas a determinado
“componente” porque no acabe de gustarle a otro, con lo que se adultera el uso
franco de la red y se coarta la libertad del resto de componentes.
En fin, que las Redes en general
y Twitter en particular son magníficos instrumentos para potenciar las mismas relaciones que habría si
fueran presenciales y permite cribar, casi de inmediato y con sentido común, otras que tampoco existirían
en formato presencial.
Otro día nos fijaremos en el uso
educado, eso que llaman “protocolo” de las Redes.
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