miércoles, 15 de octubre de 2014

El replanteamiento



Las cosas son como son hasta que dejan de serlo, como muy acertadamente recordaba el poeta; el mismo, por cierto, que obligaba a reflexionar sobre determinada vacía grandilocuencia en las relaciones cotidianas, cuando recordaba que “los eventos consuetudinarios que acaecen en la rúa”, no son, ni más ni menos, que “lo que pasa en la calle”. Porque hay que saber lo que se busca en cada palabra que incorporamos en nuestra cotidianidad.

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Tenía, eso que llamamos, la vida resuelta, una feliz vida en pareja, una profesión que le llenaba, un entorno agradable, una despreocupada previsión de aprovechar en el ocio los años venideros, después de dar por acabada una larga vida laboral llena de presión, sacrificios y esfuerzo... hasta que esas molestias olvidadas, desdeñadas durante largo tiempo, se hicieron presentes sin poder disfrazarlas de fatiga o malestar sin importancia. Y empezó el vía crucis: de uno a otro especialista, armándose de paciencia, intentando animarse cada vez que una nueva prueba desembocaba en la necesidad de realizar otra más, pero, eso sí, descartando en cada paso la presencia de males de nombre atroz. Hasta que los galenos llegaron a una conclusión válida. Y un nuevo calvario, ahora ya definido: tratamiento médico, químico y psicológico, aislamiento voluntario, replanteamiento...

Replanteamiento ¿de qué?. Y recordó al poeta, y pensó que la vida es como es, pero es vida. Y se preguntó si había compensado tantas vigilias por el trabajo, tantas renuncias por la posición social, tantas sumisiones por... ¿por qué?
Hacer del ocaso un amanecer
Como dijo aquel otro sabio, no hay que olvidar que cuando nacemos tenemos todos un destino único, así es que si vivimos es para poder morir. Quizá lo importante, entonces, no sea averiguar la validez de esa duda metafísica, madre de todas las religiones, de si hay vida después de la muerte. Quizá lo importante es asegurarse de que hay vida antes de la muerte, de que eso que nos pasa en el camino podamos llamarlo vida, porque sólo cuando somos conscientes del valor de la vida es cuando podemos analizar si hemos vivido, y es entonces, y no cuando se utiliza como recurso retórico ante nosotros mismos, cuando el término “replanteamiento” cobra toda su dimensión, cuando vemos que lo que necesitamos es alcanzar esa paz que nos permite ser nosotros . Y es replantear, ahora sí, la actitud para asimilar cada momento a la vida, y no replantear el status ni nada similar, es redescubrir los afectos, es compartir temores y esperanzas, es desechar lazos tóxicos, es.... VIVIR. No es tener, no es conseguir, es SER. Ya lo dicen los sesudos filósofos al afirmar que, para bien morir, primero hay que saber vivir.

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