lunes, 1 de junio de 2020

Pandemia, liderazgo y más.

La pandemia… Corría el mes de marzo de 2020 (después de que todo el mundo se extrañara 
en febrero de la cancelación “por fases” del Mobile World Congress de Barcelona por el temor 
a los efectos de una epidemia de una especie de gripe que, al parecer, se estaba 
desarrollando lejos, en China, y que provocó un goteo de abandonos de participantes), 
cuando saltaron todas las alarmas al empezar a llenarse de repente los hospitales con 
pacientes con los mismos síntomas y se percibió la catástrofe. En un mundo trepidante a 
cuyo ritmo estábamos habituados, la sociedad se vio obligada a detenerse de golpe y a 
confinar a una ciudadanía perpleja para intentar atajar los contagios de no se sabe muy bien 
qué.
Aparece la crisis, ningún gobierno sabe qué hacer vistas las experiencias anteriores como la 
gripe asiática de 1957, la gripe de Hong Kong de 1968, la gripe aviar de 2005 o el síndrome 
respiratorio de 2012, en las que, para los países occidentales, fue más el ruido que las 
nueces, y da la impresión de que todo el mundo da palos de ciego. Los auténticos líderes en 
esa situación son los médicos, las enfermeras, los sanitarios y los investigadores buscando 
una salida razonada al lío socio-sanitario mientras la población está encerrada esperando 
ver qué pasa. El virus ocasiona en poco tiempo el colapso total sanitario, social y económico 
y aparecen desde el punto de vista empresarial los despidos, aunque originalmente en forma 
de ERTEs (Expediente de regulación temporal de empleo) porque se supone que estamos 
ante algo pasajero. Pronto se manifiesta el terrible desgaste emocional por las personas 
fallecidas, por la pérdida del trabajo y por los oscuros nubarrones que nos rodean; la 
ansiedad, el miedo y apatía son protagonistas como consecuencia de la incertidumbre que la 
situación genera. 

Lo positivo aunque sea desde otro punto de vista es que el aire retoma su pureza en todo el 
país por la ausencia de coches en las carreteras y calles y por el parón de la actividad 
industrial, y favorecido por las lluvias. Hay que ser líderes en estos tiempos, lejos de venirse 
abajo, intentaremos levantarnos poco a poco del azote de esta crisis total. También 
deberíamos cuestionar el modelo de globalización, algo que puede impulsar cambios 
positivos en el sentido de cómo hemos hecho las cosas y apoyamos de verdad nuestro 
entorno.

En definitiva, esa modalidad nueva y desconocida de coronavirus bautizada como Covid-19 
ha llegado para crear una situación tan inesperada como desconocida. El virus que se 
extiende a gran velocidad y que nos ha llevado un Estado de Alarma y confinamiento, no 
sólo afecta a la salud, también a las empresas y con ello a la economía. Los políticos se 
apresuran a tomar medidas drásticas y difíciles para intentar frenar lo que ya es una 
pandemia mundial, a la misma vez que sanitarios y servicios mínimos trabajan a destajo.
Pero, ¿Qué pasa en las empresas? Pues que, de una forma u otra, también se enfrentan a 
una situación desconocida y sus gestores, directores y jefes tienen que actuar y responder 
en tiempo récord. Los directivos se enfrentan a una crisis que, no sólo tienen que gestionar y 
coordinar, tienen que liderar (generando confianza en un tiempo de incertidumbre, porque lo 
que nos mueve a todos en medio del duro confinamiento y la pandemia del Covid-19 es la 
confianza en la consecución de las expectativas: por cómo nuestros gobiernos, empresarios, 
medios de comunicación y cualquier otro tipo de organización o persona que tiene que tomar 
decisiones actúan ante la crisis; por cuándo volveremos a la normalidad ; por lo que pasará 
con nuestro puesto de trabajo y nuestra empresa; por cuándo encontraremos una vacuna 
contra el virus). En un momento en que hay poco tiempo de reacción, se hace imprescindible 
que la comunicación sea clara y constante, entre los directores y sus equipos, así como 
entre todos los departamentos.

Hay que tomar decisiones rápidas pero eficaces, decisiones que permitan adaptar el trabajo 
de forma que el impacto de la crisis sea lo más leve posible. La organización y la coordinación 
son la base para hacer efectivos los cambios establecidos en la forma de trabajar. Pero 
además es importante adaptar el trabajo a cada empleado con empatía hacia su situación 
personal. Se hace necesario definir unas estrategias de trabajo efectivas, distribuir los 
equipos de manera adecuada y dotar de las tecnologías necesarias para poder llevar a cabo 
el trabajo remoto (teletrabajo, palabra de moda). Son muchas las empresas y en muchos 
países las que apuestan ahora por el teletrabajo como una forma de trabajo que flexibiliza 
horarios, permite conciliar mejor la vida laboral y familiar y, no por ello, merma la 
productividad. En España ya hay empresas que permiten esta modalidad de trabajo a sus 
empleados. Además existen cada vez más soluciones informáticas que permiten al líder 
medir la productividad de cada empleado.
Está claro que, en estas circunstancias, conviene pensar en el “día de después”, con el 
convencimiento de que esta pesadilla acabará, pese a que hoy quedan sin respuesta las dos 
grandes preguntas: cuándo y cómo. La pandemia está mostrando un mundo desunido, sin 
estrategias de lucha globales, liderazgos claros ni organismos capaces en el que la lucha 
por los recursos sanitarios parece impropia de un mundo globalizado. El sombrío escenario 
en el corto plazo para amplias regiones del planeta, así como la alta probabilidad de crisis 
futuras exige un esfuerzo también global sin precedentes que solo será posible afrontando 
una renovación de la arquitectural institucional internacional que intente proteger la seguridad 
humana. 

La pandemia de coronavirus ha llegado en un momento en el que el orden mundial ya se 
enfrentaba a un grave desafío y a una reacción contra la globalización, el comercio sin 
fronteras y los poderes ejercidos por las instituciones mundiales. La reacción inicial a la 
pandemia acentuó todas estas tendencias: provocó el cierre de fronteras, una perturbación 
masiva del comercio mundial y el cuestionamiento de la eficacia tanto de los gobiernos 
nacionales como de las instituciones internacionales. Pero ¿cuáles serán los efectos a largo 
plazo? Sin lugar a duda, la pandemia repercutirá en la seguridad internacional y tendrá 
consecuencias en multitud de aspectos desde el liderazgo de Estados Unidos, las relaciones 
con China o la articulación de la comunidad internacional. 

El hecho de considerar ciertos aspectos de la salud pública y las enfermedades infecciosas 
como “amenazas existenciales” para la seguridad humana no es un elemento novedoso, ya 
en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 1994 se describen 
como tales. Esto se reafirmó en la Comisión de Seguridad Humana de las Naciones Unidas 
de 2003. En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas ya está tomando iniciativas 
como la que se cita a continuación.
El Pacto Mundial de Naciones Unidas es un llamamiento a las empresas y organizaciones a 
que alineen sus estrategias y operaciones con Diez Principios universales sobre derechos 
humanos, normas laborales, medioambiente y lucha contra la corrupción y la Red Española 
es, desde su creación, una de las primeras plataformas nacionales del Pacto Mundial y la red 
local con mayor número de firmantes. Su modelo de gestión y su estructura organizativa es 
de los más avanzados del Pacto. Precisamente la Red Española del Pacto Mundial ha editado 
un documento de sugerencias de actuaciones para empresas y organizaciones con el fin de 
favorecer el liderazgo y la acción empresarial en el contexto de pandemia provocada por el 
Covid-19 del que Cristina Sánchez, directora ejecutiva de la Red Española del Pacto Mundial, 
señala al respecto que “instamos al liderazgo empresarial en este contexto de crisis porque 
necesitamos líderes que activen las palancas del cambio positivo, de la acción responsable y 
que difundan, gracias a su capacidad de influencia, la importancia de que toma de acciones 
no olvide a los más vulnerables y ni la protección de los derechos. Sabemos que son 
momentos muy difíciles para muchas empresas y mantener la actividad y los contratos es 
prioritario para preservar la economía y las cadenas de suministro, pero desde el Pacto 
Mundial también podemos acercar a nuestros miembros y a todas las organizaciones claves 
de actuación responsable y sugerencias para las empresas que estén en condiciones de 
potenciar las acciones positivas”.

En palabras de Lise Kingo, Consejera Delegada de  UN Global Compact, “hoy, el Pacto 
Mundial de las Naciones Unidas hace un llamamiento especial para dar una respuesta 
corporativa a la pandemia. Para que todas las empresas tomen medidas colectivas para 
frenar el brote de Covid-19 y se mantengan unidas para facilitar la continuidad de los 
negocios con el fin de una rápida recuperación”.

Además del documento, la Red Española ha puesto en marcha otra serie de acciones 
dirigidas a ayudar a las empresas a contribuir a la lucha contra el Covid-19, que incluyen la 
oferta de recursos en abierto y la difusión de las acciones puestas en marcha por sus socios 
para combatir la pandemia, entre otras, haciendo un llamamiento a todas las empresas y 
negocios para que adopten medidas colectivas a fin de frenar el brote de Covid-19, apoyar a 
los trabajadores y facilitar la continuidad de las empresas para una rápida recuperación. 
Otras iniciativas son llamadas de alerta considerando el impacto de esta crisis en los 
derechos de la población, o con la finalidad de mostrar la absoluta vinculación de la respuesta 
al Covid-19 y el clima, la salud y la economía, todo ello en la lógica de la Agenda 2030 y los 
Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Todo eso está muy bien, pero, ya que surge la relación con el medio ambiente en el diseño 
de un futuro post-pandemia y parafraseando a Einstein, no podemos salir de esta catástrofe 
con la misma lógica que la propició. No olvidemos que somos nosotros con nuestra forma de 
consumir, de producir, de vivir… quienes provocamos que muchos de los eventos naturales 
como, terremotos, inundaciones, olas de calor, etc., se conviertan en catástrofes. Lo peor es 
que ahora somos capaces también de propiciar eventos antes reservados a la naturaleza 
como el cambio climático. ¡Hasta en eso la estamos suplantando!  Tampoco está excluido 
que también hayamos contribuido a que el Covid-19, de origen animal confirmado (bastantes 
de las nuevas infecciones de los últimos cuarenta años tiene este origen según la OMS), 
haya llegado a nosotros debido a las disfunciones que estamos introduciendo en los 
ecosistemas, como el comercio de especies y la agricultura y la ganadería intensivas, entre 
otras. Es evidente que en el caso del Covid-19, nuestra forma de vida, nuestra osadía para 
superar la capacidad de acogida del planeta ha determinado no solo la insostenibilidad de 
nuestro mal llamado desarrollo y peor traído proceso de “globalización”, sino también su 
vulnerabilidad y falta de resiliencia, que queda en evidencia en eventos como esta pandemia.

¿Cuál podría ser la nueva lógica? La de no rendirnos ante la realidad. Debemos imaginar 
ante esta realidad anómala, insostenible, vulnerable e injusta, la nueva normalidad post 
pandemia, una nueva realidad deseable, sostenible… y posible. Es una meta que, 
curiosamente, conocemos, aunque somos incapaces de organizarnos para alcanzarla. La 
salida de esta crisis es, sin duda, la de la sostenibilidad, la resiliencia…, la salida es “verde”, 
con energía y, sobre todo, disruptiva. Si este virus lo vamos a parar juntos también podemos 
organizarnos para reconstruir o construir esta nueva normalidad. Como diría el historiador 
Yuval Noah Harari (“Sapiens. De animales a dioses”) el desafío es establecer las condiciones 
para crear la nueva ficción que subvierta la actual, resultado de sucesivas realidades 
impostadas y surgidas al calor de la economía de mercado y del capitalismo liberal, 
realidades que se han sucedido por la vía de los hechos.
Y también de las predicciones continuistas que nos dan esos falsos agoreros como las 
entidades financieras, en particular el Fondo Monetario Internacional (FMI) (coreado por la 
gran banca cuyos directivos, como los de Lehman Brothers, son los que copan los puestos 
del FMI), que se han apresurado a decirnos lo que vamos a decrecer, endeudarnos, 
“desemplearnos”, “inflacionarnos”… este año y los próximos como resultado de la pandemia 
del Covid-19. Es curioso, nos predicen lo que va a ocurrir sin habernos preguntado siquiera lo 
que vamos a hacer en la post-pandemia. Quizás sea porque asumen que vamos a hacer lo de 
siempre, que es, además, presumiblemente lo que les interesa; están convencidos de que 
vamos a seguir haciendo lo que nos está llevando al cambio climático. Están seguros de que 
vamos a seguir haciendo lo que probablemente está en el origen de la pandemia y lo que, con 
toda seguridad, ha magnificado los impactos del Covid-19 al facilitar su propagación e 
incrementar nuestra vulnerabilidad por nuestra equivocada, insostenible e injusta globalización, 
una globalización que generaliza la vulnerabilidad e incapacidad de respuesta tanto de los 
países en desarrollo, por falta de recursos y sistemas sanitarios, como de los desarrollados, 
por falta, curiosamente, de material sanitario de protección, como las mascarillas, que por 
esta globalización se había externalizado a países de mano de obra barata.

Piensan que vamos a seguir siendo una mal llamada “aldea global” donde la riqueza y la 
pobreza van por barrios y en la que la especialización (para explotar en el Norte, para servir 
en el Sur) ha minimizado la diversidad económica, la multifuncionalidad y la autosuficiencia, 
necesarias para ser más resilientes o menos vulnerables. En definitiva, que han asumido que 
a esta pandemia disruptiva que nos ha dejado desnudos frente al espejo, que nos ha 
obligado a tomar medidas tan rompedoras como el confinamiento, vamos a responder con 
un paquete de medidas urgentes “de recuperación de la normalidad” anterior para seguir con 
nuestras respuestas progresivas y llenas de cautelas con las que estábamos respondiendo, 
a todos los niveles, a desafíos tan acuciantes como el cambio climático.
Al colosal desafío socioeconómico actual, agravado por el evento disruptivo del Covid-19, 
hay que responder con planteamientos, conceptos, políticas y formas de hacer políticas 
también disruptivas, la mayoría de ellos conocidos y hasta ahora atemperados por las 
cautelas imperantes para salvaguardar los intereses existentes que se siguen manteniendo 
incluso ante la urgencia del cambio climático. Parece haber llegado el momento de oír, 
aunque no “de obedecer” ni “de disciplinarse” las predicciones de los agoreros financieros y 
de decidir dónde queremos estar después de esta pandemia, de imaginar el futuro deseable 
como forma de alcanzarlo, de ser capaces de lograr el futuro deseable simplemente 
decidiendo nosotros dónde queremos estar.

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