“Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando...” Así empieza un tango convertido en 1997
en película, cantado originalmente y musicado por Carlos Gardel sobre un poema del letrista argentino nacido en Brasil Alfredo Le Pera Sorrentino (autor también, entre otras, de las letras de Mi Buenos Aires querido, Por una cabeza, El día que me quieras, Volver, etc.) que alude al dolor de un hombre ante la muerte de su amada al observar que, pese a todo, la vida sigue, en una sensación de melancolía asociada a la tristeza, a pesar de que algunas veces esa melancolía implica revivir buenos momentos del pasado, y es que nos recuerda que nos falta algo que en algún momento existió, algo que fue agradable, pero que ya no podemos recuperar, que nunca volverá a existir aunque todo lo demás, sí. Si se permite que la mente viaje continuamente al pasado, buscando recuerdos de otros tiempos y viejas compañías puede ser porque se siente que algo falta en el presente y que la realidad no satisface del todo; por eso, detrás de la melancolía se suele esconder una carencia. Miramos atrás para buscar algo a lo que aferrarnos porque nuestro presente no nos brinda las razones suficientes para seguir adelante. También, detrás de la melancolía puede esconderse aquella creencia que popularizó Jorge Manrique, de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y por lo tanto, la dificultad para vivir y apreciar el presente real y aceptar que la vida, con nosotros o sin nosotros, está en continua evolución y apreciar también las diferentes etapas de la vida. Por cierto, resulta curioso que durante la Edad Media la melancolía, entendida como sinónimo de tristeza, fue considerada como uno de los pecados capitales, aunque más tarde se eliminó de la lista. Sin embargo, con el Renacimiento todo cambió y la melancolía comenzó a ser asociada con la genialidad y la locura creativa. Y el término depresión no apareció hasta el siglo XVII, siempre vinculado a la melancolía, y no fue hasta las primeras décadas del siglo XX que el concepto de depresión ganó identidad propia, desvinculándose de la melancolía.
La melancolía sin memoria no es posible. Es un sentimiento que nos recuerda que nos falta algo, que estuvo ahí, que era bueno para nosotros, pero que ya no podemos tener. La melancolía es una manera de dolor permitido, es decir, recordamos algo o a alguien que ya no está con nosotros. Eso nos duele, a veces mucho, pero también nos hace pensar que ese algo o alguien es nuestro, que nos pertenece, aunque solo sea por unos minutos y esté alojado en nuestro banco de recuerdos. Pero, cuidado, la melancolía puede ser también una manera de no aceptar el presente, de no estar contentos con lo que tenemos ahora, porque cuando nos permitimos viajar con la mente a otros lugares, a otros espacios, a otros tiempos y buscamos una compañía irreal, inconscientemente creemos que es algo que poseemos y que no podemos separarnos de él. Por eso la melancolía, que se presenta en momentos puntuales, puede convertirse en un problema cuando se instala en nuestra vida de manera permanente. Es normal sentirse melancólico una tarde y mirar fotografías antiguas; o escuchar una canción y recordar un momento agradable; o pensar en alguien con el que compartimos nuestra vida; sin embargo, cuando esta conducta se repite frecuentemente, si no se trata adecuadamente, puede derivar en una depresión. Es, por ello, importante poner freno a la melancolía a tiempo, reconocerla y enfrentarla para evitar que derive en un problema mucho más grave. Sentirse, pues, más o menos melancólico va a depender del grado de satisfacción que tengamos en nuestro presente, de forma que cuando uno está feliz hoy, no necesita evocar tiempos pasados, ni pensar que todo podía ser de otra manera. Anclarnos en el pasado es una manera de perdernos el presente.
En el plano teórico, el escritor y filósofo franco-argelino Albert Camus1 brinda la más reciente aproximación de melancolía de que nuestra tradición occidental dispone hasta el momento y que representa, en cierto grado, un punto y aparte con la tradición filosófica clásica. A través de un humanismo fundado sobre la conciencia de lo absurdo, Camus desarrolla su ensayo filosófico El mito de Sísifo, (mito que nos retrotrae a la mitología griega, dónde Sísifo tenía que empujar eternamente una piedra hacia la cima de una montaña). En el ensayo, Camus concluye que muy pocos humanos son capaces de aceptar el “absurdo existencialista”, puesto que la vaga sospecha de la inexistencia de otra vida sume al común de los mortales en la anomía, parálisis y desesperación más total, claro símil con el hombre melancólico y predepresivo consciente de su mortalidad. Sin embargo, y diametralmente opuesto al mito de Sísifo de la mitología griega, el nobel de literatura parece dar con la solución a este desamparo y extravío de saberse mortales. El escritor confía en la existencia del hombre rebelde que consciente de su finitud decide confrontarse con la vida viviéndola plenamente, sin medias tintas y acumulando el mayor número de experiencias que puedan llenar la absurda existencia humana de cierto sentido. Una doctrina existencialista que poco o nada tiene que ver con la leyenda griega cuya principal lección era la de la imposibilidad de obrar en contra de los designios divinos y la de los límites de la voluntad propia.
Pero, en el terreno de lo práctico, a él se deben algunas sentencias que, cuando menos, nos han de hacer cavilar: "La vida no tiene sentido, pero vale la pena vivir, siempre que reconozcas que no tiene sentido", "Nunca vivirás si estás buscando el sentido de la vida", "No existe el gran sufrimiento, la gran pena, la gran memoria… todo está olvidado, incluso un gran amor. Eso es lo triste de la vida y también lo maravilloso de ella" o, como dice Meursault, el protagonista de El extranjero, su primera novela, “En el fondo, morir a los treinta o a los setenta años no tiene gran importancia porque naturalmente, en ambos casos, otros hombres y otras mujeres vivirán, y así durante miles de millones de años”
La dolorosa constatación de que “la vida sigue” (exprésese como se quiera) y que todos, al final, no somos sino simples peones en este gran tablero de ajedrez que es la vida ha sido, y es, un tema recurrente en la cultura popular, en cualquiera de sus manifestaciones, con diferentes grados, incluso, de tragedia. Pero pocos han tratado el tema con la escalofriante a la par que dolorosa lucidez con la que lo hizo Miquel Martí i Pol2 en su Lletra a Dolors (Carta a Dolors), de su Llibre d’abséncies (Libro de ausencias), cuya ya conocidísima estrofa Tu ja no hi ets i floriran les roses (Tú ya no estás y florecerán las rosas) se ha convertido casi en un lema que combina el poder del recuerdo, el dolor por el desgajamiento producido con la evidencia de la pérdida, Pongámonos en antecedentes: Miquel Martí i Pol publicó Llibre d’abséncies nueve meses después de la muerte de su primera esposa, Dolors Feixes y, según la última anotación del libro, los poemas que lo conforman fueron escritos en la vorágine de dolor e incertidumbre de las semanas posteriores a la muerte, en un mes de fiebre catártica e intensidad creativa durante el cual el poeta trasvasa a la verdad del verso el dolor por la pérdida del ser querido. De entrada, pues, Llibre d’abséncies es una recopilación elegíaca para dar salida al sufrimiento de ausencia y un llanto donde poner el dolor por la muerte de Dolors. Un llanto paradójico, en la medida que el poeta salta los esquemas de las elegías convencionales y afirma que la poderosa explosión de la vida nace junto a la misma flor de la muerte. El libro son poemas en los que la memoria devuelve el recuerdo del ser querido y hace presencia palpable porque Llibre d’abséncies, más allá del llanto y la lamentación, se yergue como una manifestación amorosa: poesía de amor a quien se ha querido y aún se quiere, y versos que cantan la alegría de vivir. La idea culmina con la majestad de Lletra a Dolors que es, sin duda, el poema más intenso y redondeado de los textos del libro:
Em costa imaginar-te absent per sempre.
Tants de records de tu se m'acumulen
que ni deixen espai a la tristesa
i et visc intensament sense tenir-te.
No vull parlar-te amb veu melangiosa,
la teva mort no em crema les entranyes,
ni m'angoixa, ni em lleva el goig de viure;
em dol saber que no podrem partir-nos
mai més el pa, ni fer-nos companyia;
però d'aquest dolor en trec la força
per escriure aquests mots i recordar-te.
Més tenaçment que mai, m'esforço a créixer
sabent que tu creixes amb mi: projectes,
il.lusions, desigs, prenen volada
per tu i amb tu, per molt distants que et siguin,
i amb tu i per tu somnio d'acomplir-los.
Te'm fas present en les petites coses
i és en elles que et penso i que t'evoco,
segur com mai que l'única esperança
de sobreviure és estimar amb prou força
per convertir tot el que fem en vida
i acréixer l'esperança i la bellesa.
Tu ja no hi ets i floriran les roses,
maduraran els blats i el vent tal volta
desvetllarà secretes melodies;
tu ja no hi ets i el temps ara em transcorre
entre el record de tu, que m'acompanyes,
i aquell esforç, que prou que coneixes,
de persistir quan res no ens és propici.
Des d'aquests mots molt tendrament et penso
mentre la tarda suaument declina.
Tots els colors proclamen vida nova
i jo la visc, i en tu se'm representa
sorprenentment vibrant i harmoniosa.
No tornaràs mai més, però perdures
en les coses i en mi de tal manera
que em costa imaginar-te absent per sempre3.
Ejemplos, se pueden encontrar muchos (novela, poesía, música,… ) que orbitan sobre esa idea de la vida sigue, como, entre otras cosas, encontrar fuerza para superar el dolor por la pérdida de un ser amado. Lo que es menos habitual es enfrentar la propia muerte con la alegría de vivir después, a pesar de ella, que sólo le afecta a uno, y eso es lo que hizo el controvertido Agustín de Foxá pocas semanas antes de su fallecimiento, enfrentado a la muerte, desahuciado por los médicos por el imparable avance de la cirrosis que su afición al alcohol le había provocado, en un poema que llamó Melancolía de desaparecer, que empieza así
Y pensar que después que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas,
que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
se encarnará en la seda de las rosas….
y que se puede leer completo en este mismo blog, en una entrada de hace unos años dedicada a recoger unas reflexiones sobre la mezcla/confusión entre las emociones y las ideologías. Foxá no era un poeta constantemente grande, pero tiene momentos excepcionales, como los que alumbraron la génesis de "Melancolía de desaparecer", poemas que no deberían faltar en ninguna antología. ------------------------------------------
1Albert Camus (1913-1960), novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia. Su pensamiento se desarrolla bajo el influjo de los razonamientos filosóficos y el existencialismo alemán. Se le ha asociado frecuentemente con el existencialismo, aunque Camus siempre se consideró ajeno a él. Formó parte de la Resistencia francesa durante la ocupación alemana, y se relacionó con los movimientos libertarios de la posguerra. En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad»
2Miquel Martí i Pol (1929 - 2003) fue un poeta, escritor y traductor catalán, uno de los más populares del siglo XX. Sus poemas hablan de la vida interior, de la lucha contra un sistema que considera injusto y de la batalla contra la enfermedad que le acompañaría durante más de treinta años y que le provocaría la muerte, la esclerosis múltiple.
3Traducción libre al castellano:
Me cuesta imaginarte ausente para siempre. / Tantos recuerdos de ti se me acumulan / que ni dejan espacio a la tristeza / y te vivo intensamente sin tenerte. / No quiero hablarte con voz melancólica, / tu muerte no me quema las entrañas, / ni me angustia, ni me quita la alegría de vivir; / me duele saber que no podremos partirnos / nunca más el pan, ni hacernos compañía; / pero de este dolor saco la fuerza / para escribir estas palabras y recordarte. / Más tenazmente que nunca, me esfuerzo en crecer / sabiendo que tú creces conmigo: proyectos, / ilusiones, deseos, toman vuelo / por ti y contigo, por muy distantes que te sean, / y contigo y por ti sueño de cumplirlos. / Te me haces presente en las pequeñas cosas /y es en ellas que te pienso y que te evoca, / seguro como nunca que la única esperanza / de sobrevivir es estimar con suficiente fuerza / para convertir todo lo que hacemos en vida / y acrecentar la esperanza y la belleza.
Tu ya no estás y florecerán las rosas, /madurarán los trigos y el viento tal vez / desvelará secretas melodías; / tú ya no estás y el tiempo ahora me transcurre / entre el recuerdo de ti, que me acompañas, / y aquel esfuerzo, que bastante que conoces, / de persistir cuando nada nos es propicio. / Desde estas palabras muy tiernamente te pienso / mientras la tarde suavemente declina. Todos los colores proclaman vida nueva / y yo la vivo, y en ti se me representa / sorprendentemente vibrante y armoniosa. / No volverás nunca más, pero perdura /en las cosas y en mí de tal manera /que me cuesta imaginarte ausente para siempre.





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