domingo, 11 de diciembre de 2022

El semidesconocido Stonehenge hispano.


El cambio climático está provocando un aumento desmesurado de las temperaturas, con olas de calor que están afectando a la población pero también al entorno. Las altas temperaturas han contribuido a que los niveles del agua
potable en pantanos estén muy bajos, lo que ha llevado a algunas partes del mundo a soportar importantes sequías con consecuencias negativas tanto para las personas como para el medio ambiente; la falta de agua puede provocar pérdidas en las producciones agrícolas, con la consiguiente pérdida de alimentos. La situación es preocupante: el 47% del territorio europeo se encuentra en situación de prealerta, que se activa cuando la falta de lluvia afecta a la humedad del suelo, mientras que otro 17% está en alerta, cuando los efectos ya se notan en la vegetación, por las consecuencias de la sequía, según datos publicados por el Observatorio Global de la Sequía de la Comisión Europea, el cual alerta que en Europa se podría estar viviendo la peor sequía de los últimos 500 años. El peligro de sequía se ha agravado en países como Italia, España, Portugal, Francia, Alemania, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Rumanía, Hungría, norte de Serbia, Ucrania, Moldavia, Irlanda y Reino Unido. Además, el informe indica que es probable que las condiciones inusualmente cálidas y secas puedan repetirse hasta noviembre en la zona occidental mediterránea. La sequía puede suponer un daño al hábitat natural, con pérdida de la biodiversidad (extinción de especies vegetales y animales que no tienen agua para alimentarse). Pero, más allá de estas consecuencias, en los últimos meses la sequía ha provocado hallazgos inesperados: el nivel del agua ha bajado tanto que la sequía ha dejado al descubierto objetos muy antiguos y/o semiolvidados que, durante años, habían permanecido sumergidos bajo el agua, como las huellas de dinosaurio en Texas, Estados Unidos, las “piedras del hambre” en Alemania, los barcos de la Segunda Guerra Mundial en Serbia, etc. Algo parecido ha ocurrido también en España, donde, entre otros “hallazgos, el Dolmen de Guadalperal ha aparecido en el embalse de Valdecañas, en la provincia central de Cáceres. El dolmen, que podría ser del año 5000 a. C., suele estar habitualmente sumergido y es conocido popularmente como el Stonehenge español por su similitud con el monumento de Gran Bretaña. Pocos años después de su primera irrupción tras haber estado sepultado durante más de medio siglo bajo las aguas del embalse de Valdecañas (Cáceres), el dolmen de Guadalperal acaba de emerger de nuevo por sorpresa, como ocurrió en 2019 (entonces, no por sequía extrema como ahora, sino por vaciado para alimentar la cercana central nuclear de Almaraz), se vuelve a mostrar en todo su esplendor, un espectacular tesoro patrimonial funerario: un conjunto megalítico completo -formado por 144 piedras- de entre 5.000 y 7.000 años.


Tipológicamente, el dolmen
de Guadalperal, que se encuentra situado en la finca del mismo nombre, a unos 5 km de Peraleda de la Mata, en la comarca del Campo Arañuelo y en el término municipal de El Gordo (Cáceres), es un sepulcro de corredor con una cámara funeraria ovalada de 5 metros de diámetro más ancho y un largo corredor de casi 10 metros de largo y 1,5 m. de ancho. Según el inventario conservado, el conjunto lo conforman 140 ortostatos (bloques o losas verticales, adornados o no, que forman la hilada inferior de un muro. En un dolmen neolítico, los ortostatos forman parcial o totalmente las paredes del monumento funerario megalítico y soportan las losas de la cobertera) y entre ellos destaca un menhir en el interior de la cámara (con un posible mapa milenario del río Tajo1) y una gran estela menhir antropomorfa erigida ante la entrada. Alrededor de la cámara hay otro anillo circular, que en el plano resulta ser una sucesión; como si a intervalos los constructores hubieran colocado piezas que sirvieran para la contención del túmulo, debido a la inclinación del terreno donde se asienta, hoy invisible por el pantano. Durante todos estos años, las corrientes han arrastrado los materiales solubles o disgregados, dejando a la vista el bosque de ortostatos y el conjunto de bolos de piedra que en origen formaba el túmulo funerario. Ahora que es accesible el dolmen se están realizando sondeos para detectar los lugares donde aún pudiesen quedar restos de las ocupaciones más antiguas, habida cuenta, además, de que el embalse sumergió también el pueblo de Talaverilla y el municipio romano de Augustobriga2. En este sentido, el objetivo, desde el punto de vista arqueológico, es entender cómo funcionaba ese paisaje, cómo la gente vivió en esta zona hace seis mil años, cómo se relacionaban entre ellos y qué tipo de materias primas trajeron de otros puntos de la península para lo que se han analizado fuentes y cartografía antigua para conocer cómo era el paisaje antes de que el embalse de Valdecañas inundara todo. En cuanto a la conservación del Dolmen de Guadalperal, se han realizado catas para ver cómo se comporta la piedra cuando está sumergida y cuánto tarda la misma en ser cubierta por los distintos microorganismos del agua del embalse. Desde Cultura, junto a una corriente ciudadana, se ha abogado siempre por rescatar el extraordinario conjunto megalítico descubierto y llevarlo junto a la orilla, para su mejor protección pero, por ahora, hasta concluir las investigaciones, se descarta el traslado del conjunto a otro lugar,o sea que la decisión de la administración es dejar que las lluvias o la apertura del embalse lo vuelva a hundir para que permanezca en la misma situación en la que se mantenido durante toda su historia. La existencia del dolmen se conocía desde 1926 cuando el alemán Hugo Obermaier, capellán de la casa de Alba, prehistoriador y gran aficionado a la geología y a la arqueología, estaba pasando unos días en la finca de Guadalperal, en el término municipal de El Gordo (Cáceres) cuando vio las piedras y dirigió una serie de excavaciones que revelaron las singularidades y el origen del yacimiento: aquellas piedras eran un monumento megalítico levantado al menos 4.000 años atrás, un tesoro mucho más grande y relevante de lo jamás imaginado. Obermaier encarga, a su fallecimiento, mantener su legado al matrimonio alemán Georg y Vera Leisner, quienes revisan y rescatan el material disperso entre la Universidad de Friburgo, que es donde se encuentran la mayoría de los papeles de Obermaier, y lo que había quedado en la finca, haciendo la única publicación sobre este monumento que está escrita en alemán, pero tras esta campaña de Obermaier, el sitio arqueológico fue cayendo en el olvido; y con la construcción del embalse de Valdecañas en 1963, en pleno franquismo, quedó sumergido bajo el agua. Durante varias décadas estuvo a la vista de todos, hasta que el embalse lo anegó y desde entonces ha salido a la luz en mayor o menor medida como consecuencia de los acuerdos entre España y Portugal para la regulación del caudal del Tajo y por los períodos de sequía.


El origen del monumento megalítico se remonta a algún momento comprendido entre el milenio III y II a. C., durante la Edad del Bronce, aunque fue alterándose a lo largo de los siglos. Al principio, según los expertos, se erigió un círculo de piedras que harían la función de templo solar, un crómlech como el de Stonehenge aunque de tamaño más reducido. Después, los siguientes pobladores añadieron más menhires y cubrieron el conjunto con lajas horizontales para crear un dolmen. Además, se concibió un corredor de acceso de 21 metros culminado en la entrada con un menhir con símbolos esculpidos y una serpiente, que supuestamente sería la encargada de custodiar la entrada a la cámara y de proteger sus tesoros. Más tarde se construyó una muralla con guijarros alrededor del dolmen para crear una suerte de enterramiento colectivo. Obermaier, el arqueólogo alemán, se encontró ajuares y otros objetos durante sus excavaciones realizadas en el siglo XX y se los llevó a Múnich para exponerlos en un museo. El yacimiento, no obstante, ya había sido saqueado por los romanos. Se cree que el dolmen de Guadalperal tenía la función de centro comercial y cultural de la zona,
pero también pudo tener otro cometido importante: proteger el paso de la Vega de Alarza. El centenar de piedras milenarias, algunas de las cuales tienen una altura de dos metros, buscan ahora una segunda vida fuera del agua. Puede que cuando se lean estas lineas, el lugar se encuentre ya de nuevo sumergido o esté en vía de ello, debido a las ultimas lluvias, por ello si no se ha visto, hay que verlo con urgencia ya que no estará visible por mucho tiempo, y volverá a sumergirse por una duración indeterminada sin que nada ni nadie haga nada para salvarlo o reubicarlo, será nuestra pequeña «atlántida extremeña» que «de tiempo en tiempo» emergerá de las aguas para mostrarnos todo su esplendor, que poco a poco va a desapareciendo debido a la acción erosiva del agua.

P.S.- El video que se acompaña a la presente entrada no está extraído de Youtube como suele ser habitual, sino que responde al "descubrimiento" del lugar efectuado por un buen amigo que, amablemente, lo ha cedido para ilustrar estas reflexiones.

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1Se ha creído ver la piedra-dintel de la entrada un primitivo mapa del Rio Tajo, con sus curvas y meandros similares al cauce original a modo de serpiente parece esculpir un mapa del Río, si esta teoría es cierta (de momento solo teoría), nos encontraríamos nada mas y nada menos que con uno de los mapas mas antiguos de la Humanidad.

2En una escombrera próxima se hallaron 11 hachas, cerámicas, cuchillos de pedernal y un punzón de cobre. También se encontró un asentamiento de la época de la construcción que se estima pudiera ser de los constructores del sepulcro. En él había hogares, manchas de carbón y cenizas, mucha cerámica, molinos y piedras para afilar hachas entre otros objetos. Sus constructores vivieron al lado de el Dolmen, o quisieron vivir cerca de él por ser un lugar de poder.

 

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