domingo, 18 de diciembre de 2022

¿Vamos al cine?



En estos días de fiesta, que tenemos todo el tiempo del mundo (o eso se dice), es un buen momento para recuperar los clásicos de la historia del cine, ante la saturada oferta de títulos en plataformas digitales. Antes de abundar en la mediocridad para encontrar algo que merezca la pena, ¿por qué no dedicarle tiempo a lo notable, a las historias que, sin ser pesadas, nos ayudan a reflexionar con sus mensajes?. El cine clásico tiene la peculiaridad de atrapar en su tela de araña a todo público que ose echar un vistazo. Haced la prueba: dedicad diez minutos a ver el principio de ‘Johnny Guitar‘ y os aseguro que tendréis que terminarla. Si no la habéis visto antes, estáis de suerte, ha llegado su momento, y si ya la conocéis, tranquilos, se verá con nuevos ojos. Es posible que esta vez se interioricen los conflictos que se representan en esta cinta, acercándose a alguna experiencia del pasado. Sobre el papel, no es nada del otro mundo; nos cuenta la historia de Johnny Logan (Sterling Hayden), un portentoso pistolero, que ha cambiado su revólver por una guitarra con la se dirige hacia la casa de juegos de Vienna (Joan Crawford, quizás en el mejor papel de su carrera), su antigua amante, donde le espera un trabajo como músico, y un viejo amor. Por otra parte, Emma Small (espléndida Mercedes McCambridge, tal vez en el papel de la mala más temible de la historia del cine) odia a Vienna porque Dancin' Kid (Scott Brady) la prefiere, de forma que cuando la diligencia es asaltada y el hermano de Emma resulta muerto, ella no duda en culpar a Dancin' Kid y a su banda. Luchará, con una sarta de linchadores locales, siempre bajo sus faldas, por destruir a Vienna y sus sueños de modernizar una ciudad que espera la pronta llegada del ferrocarril y con ello la de nuevos pobladores… y hasta ahí puedo leer. Pero Johnny Guitar es, junto con Encubridora de Fritz Lang, una rara avis dentro de las películas del Oeste. Una mirada aparte del western clásico, de aquellas historias en las que las mujeres se limitan a sufrir, enamorar, enviudar, ser capturadas, violentadas física o materialmente…, salvadas al fin por el masculino justiciero. Frente a estas mujeres del tipismo del Oeste, las mujeres de Johnny Guitar no se limitan a ir de la iglesia a la compra y de allí a la casa y a la cocina de leña o a asistir al baile de militares donde conocer al apuesto oficial; aquí son ellas las que manejan las armas, las que llevan los pantalones, figurada y literalmente. Por cierto, la historia de Johnny Guitar corre a cargo de otro maestro, el guionista Philip Yordan, autor de historias cinematográficas como Más dura será la caída o Rey de Reyes, además de productor y dramaturgo, antes de que, a la desesperada, por defender sus ideas frente a una nación enfervorecida contra el comunismo, con el senador McCarthy y los Diez de Hollywood como telón de fondo,.no tuvo otro remedio que exiliarse en nuestro país, donde llegó a colaborar en grandes superproducciones como ‘El Cid’, ’55 días en Pekín’, o ‘La caída del Imperio romano’, y que en esta ocasión adapta libremente la novela de Roy Chanslor editada por primera vez en España más de sesenta años después.


La película se tllama ‘Johnny Guitar’, pero en realidad el actor que lo encarna, Sterling Hayden, es un antihéroe secundario en la trama al que tampoco favorece el nombre utilizado (y hoy, por fortuna, olvidado) en la España franquista para la película, ‘Mujer Pasional’. Vienna, nuestra verdadera heroína, no está en absoluto motivada por sus emociones. Todo lo contrario, espera paciente para tomar sus decisiones. En la película, son dos mujeres en un escenario arquetípicamente masculino. Una, Vienna, mujer hecha a sí misma y que no se disculpa por su pasado, por su vida, sus anhelos y sus amores. Otra, Emma, asimismo pujante y poderosa, pero que se siente ofendida por la libertad de Vienna y retuerce su espíritu despechado y rencoroso, entre la envidia y los celos. Nada bueno puede acarrear este duelo sin concesiones, duelo de naturaleza shakespeariana, violento, donde los roles están invertidos, donde los personajes son en el fondo seres inadaptados, rebeldes, individuos que buscan su lugar, su espacio. El autoexilio, el vive y dejar vivir imposible, que se encuentra frente al desamor y los celos, a la envidia y el miedo, a la manipulación de las masas, a la animadversión hacia el otro: al diferente, al extranjero. Y cómo no, al corazón, ése que desborda y sobrepasa todos los frentes, que arrasa con la viabilidad de cualquier alianza, y al fin arrastra a todos los personajes. Pero Johnny Guitar no es un western más de venganza y rivalidad; el arte cinematográfico de su director Nicholas Ray adapta el género a su conveniencia intelectual, traslada al Lejano Oeste la verdadera tragedia, en la que elabora un concepto existencial, sirviéndose de aquellos colonos que, pretendiendo defenderse de los posibles nuevos moradores, convierten a Johnny Guitar en una parábola, una narración didáctica, sobre la persecución xenófoba.: la sociedad bien pensante, inamovible, contra el recién llegado, la moral cerrada al progreso para lavar los trapos sucios en casa. Muchos también han querido ver una fábula sobre la caza de brujas en Hollywood, de la que paradójicamente fueron víctimas Mercedes McCambridge y el guionista Yordan. El juego de miradas y silencios eróticos (demasiado para las convenciones sociales del western y de la época de su realización) y los diálogos entre las mujeres supusieron varias lecturas sexuales, que la censura y el Código Hays, así como los adeptos a la infame normativa –demasiados entonces– aprovecharon, llenando los periódicos de críticas negativas, de problemas con la censura y con la distribución americana. La crítica europea, más libre en aquellos tiempos, la calificó sin embargo de “Obra Maestra”, y valoró la película como uno de los grandes filmes no solo del western, sino como “un filme de leyenda” para FrancoisTruffaut, que se atrevió además a escribir de Joan Crawford y su actuación así: “ella, que fue una de las diosas de la belleza en Hollywood, pone su rostro al límite de tal belleza, irreal, con voluntad de hierro, como un hermoso fantasma de sí misma, un fenómeno, un rostro crispado que constituye, por sí sola, un verdadero espectáculo”. El valor de la película quizás resida en la forma en que se narran los hechos. Esta joya del séptimo arte tiene la peculiaridad de convertir a sus protagonistas en mujeres, equiparando su fuerza interpretativa a los típicos personajes caracterizados por John Wayne o Gary Cooper


En esta historia todo el mundo está celoso. Todos menos Vienna que parece mostrar una aptitud personal de superación; Johnny Guitar siente celos por el pasado de viejo amor, Emma no soporta que su archienemiga y Dancin’ Kid sean algo más que amigos, el pueblo siente celos de Vienna por sus progresos e incluso Dancin’ Kid siente una mezcla de envidia y admiración por Johnny Guitar, a pesar de ser su antagonista. Fíjáos en el pelo de ambos, uno es rubio y otro moreno. Un signo que nos indica rivalidad, enfrentamiento. Los actores nunca son elegidos al azar. Además, este western tiene como novedad el cambio del punto de vista, ya que nos sitúa en el lado oscuro, pero sin juzgarlo, plantea un dilema moral, enfocando su crítica hacia el pueblo ¿De verdad la mayoría siempre tiene la razón? ¿Y si están equivocados? ¿Y si los mueve solo una ideología extremista? Piénselo. Nuestros protagonistas no son unos santos. Johnny Guitar, es un pistolero que huye de un pasado lleno de muertos; Vienna, figura como la intrusa que intenta apoderarse de la región, apoyando la llegada del ferrocarril para su propio beneficio; o los bandidos comandados por Dancin’ Kid que tratan de hacerse ricos recurriendo a la fuerza. Todos ellos personajes con los cuales nos identificamos, a pesar de estar al otro lado de la valla, aquella que suele dividir el bien y el mal. El director nos traslada la pregunta sobre donde se sitúan cada uno de los personajes. No es tan sencillo como parece porque quizás no todo en la vida sea blanco y negro, ¿verdad?


En cuanto a la estructura de ‘Johnny Guitar’, cabe señalar la tensión que se mantiene a lo largo de todo momento para atrapar nuestra atención. Cuenta, en primer lugar, con una presentación que nos muestra la llegada de Johnny Guitar y la muerte del hermano de Emma en el asalto a la diligencia, un inicio puramente teatralizado, ambientado en un solo escenario, donde nos dan a conocer a todos los personajes de la película y en el cual la tensión comienza a ascender hasta que se rompe con la aparición de Johnny cogiendo un vaso de whisky a punto de caer. Sterling Hayden interpreta a un forastero que media entre la tensión, situándose físicamente en medio de los bandidos y el Marshall. No quiere líos. Él no lleva revólver, de modo que solo le queda la música para apaciguar a las fieras. Esta presentación contaría con un detonante, el momento en que nuestro vaquero coge las pistolas para desarmar al joven bandido y nos muestra por fin de qué pasta está hecho; una escena que inevitablemente nos conduce al nudo, rompiendo ya con la calma tensa del universo de la historia con el atraco al banco como punto central, el motivo de la venganza. Como consecuencia de este atraco, el pueblo se mueve en una masa, típicamente macarthyana, como una caza de brujas, contra el individuo indefenso, en este caso Vienna y Johnny. Y ¿qué decir de la música? Si hablamos de la banda sonora debemos de mencionar la maravillosa canción de Peggy Lee, que a modo de leitmotiv nos recuerda constantemente el amor y el pasado compartido entre nuestros dos protagonistas, una de las melodías más emocionantes y evocadoras que cabe escuchar, descripción dolorida y serena de la añoranza del amor perdido, ‘Johnny Guitar’ es una canción sublime en la voz de Peggy Lee, quien además escribió la letra.


La vorágine de odios, linchamientos, ambiguas tensiones sexuales, persecuciones y tragedias se apuntalan en la dramática y modélica orquestación del grandísimo
Victor Young, autor de la banda sonora quien, como violinista que fue, brilla en las cuerdas de grave lirismo, sobre el sencillo y conmovedor arpegio de guitarra. Y sí, la película es una historia de amor con mayúsculas. Porque al contrario de lo que Vienna asegura a Johnny, “…cuando una llama se extingue, solo quedan cenizas”, el deseo y el ansia con la que aún se aman, la pasión desatada, crea en esta obra maestra ese renacer del ave que surge de dichas cenizas. Ved un clásico contemporáneo donde el vive y deja vivir que anhelan los protagonistas se encuentra acorralado por odios y celos, como bien reflejan el vestido blanco de Vienna y el negro de Emma. Blanco y negro dentro de un colorido escenario como las únicas posibilidades. ¿Os resulta cercano o conocido? Si podéis, no dejéis pasar este enorme, retorcido, espléndido western, lugar de desafíos verbales entre hombres, de desafíos de armas entre mujeres; de diálogos antológicos; entre ellos, el más hermoso diálogo de amor nunca escrito para la pantalla: diálogos como disparos unos y como silencios otros, balas, proyectiles que salen como fuego de la garganta o se esconden en ellas como simas oscuras. Razones para ver esta película hay muchas, ahora solo hay que buscar una excusa para darse el regalo de reencontrarse con ‘Johnny Guitar’.

 

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