miércoles, 28 de diciembre de 2022

Otros prefieren el Danubio...



Una de las obras de música clásica más significativas en la vida al escucharla es El Moldava (Vitava para los puristas), una de las piezas más habituales del repertorio orquestal, porque decir Moldava es transportarse a una época ya lejana, a momentos vividos, a recuerdos inolvidables. El Moldava, inspirado en una antigua canción de peregrinos1, narra el curso de este magnífico río elogiando el propio río y la naturaleza por la que fluye. Como el paisaje está vinculado estrechamente al hombre, señala además la relación entre la naturaleza y el carácter popular de los checos. La composición comienza como un dueto de una fuente caliente y otra fría, que tras unos momentos dan vida al hermoso tema que presenta el río en toda su grandeza y belleza: cómo nace gota a gota en las altas montañas de la República Checa y cómo va creciendo poco a poco a medida que los riachuelos se unen por las montañas hasta desembocar en el majestuoso Elba. El compositor nacido en Bohemia (austrohúngaro) Bedřich Smetana (1824-1884) escribió el segundo capítulo del ciclo Mi patria (Má vlast), en el que se inscribe El Moldava, y no tardó más de tres semanas en terminarlo, pese a que él ya no pudo oír su obra. Al final de la partitura adjuntó una nota: “Escrito por un sordo absoluto”. Bedřich Smetana dejó por escrito un breve texto acerca de este poema sinfónico. En una carta resume su visión para esta pieza: “Dos fuentes manan en la sombra del bosque bohemio, una cálida y burbujeante, la otra fría y apacible. Cruzando los valles bohemios, crecen hasta convertirse en un caudaloso río. A través de los espesos bosques fluye entre los alegres sonidos producidos por una partida de caza, y las notas de una trompa de caza se oyen cada vez más próximas. Pasa por pastos de césped y tierras bajas donde se está celebrando una boda con canciones y bailes. Por la noche, las ninfas del bosque y acuáticas se deleitan en sus chispeantes olas. Sobre su superficie se reflejan fortalezas y castillos: testigos de los días pasados de esplendor caballeresco y la desvanecida gloria de los días marciales. El Moldava se arremolina en los rápidos de San Juan y finalmente fluye con mayestática calma en dirección a Praga, donde lo recibe el histórico Vyšehrad2 Luego se desvanece mucho más allá de donde alcanza la mirada del poeta”. Esta obra, inspirada en el fondo por el patriotismo, resultó ser lógicamente uno de los “deberes” que Smetana se propuso realizar, y que se esperaban de él, después de que regresara a su patria checa desde Suecia. En la época de unos amplios debates sobre la capacidad de la música de narrar, su meta era obvia. Los poemas sinfónicos que decidió componer entonces partían de otras premisas en comparación con sus obras anteriores realizadas en Suecia. Por cierto, la película dramática estadounidense El árbol de la vida, dirigida por Terrence Malick y protagonizada por Brad Pitt, Sean Penn y Jessica Chastain, Palma de Oro en el Festival de Cannes 2011, nos trae la música de El Moldava como metáfora del río y la vida.



1Suele decirse que el tema famoso consagrado al río que discurre por Praga lo tomó prestado Smetana de la canción popular checa titulada El gato gatea por el agujero, y también surgieron opiniones de que el compositor se dejó inspirar por una canción popular sueca que pudo conocer durante su estadía en ese país pero este tema se puede encontrar también en otras canciones populares mundiales. Según algunas fuentes, Samuel Cohen se inspiró en el Moldava al componer el himno israelí Hatikvah.

2Según las leyendas, esta fortaleza fue la primera sede de los señores checos aunque en realidad, la ciudadela surgió posiblemente a mediados del siglo X

 

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