jueves, 29 de diciembre de 2022

¿Quién era el "agraciado"?



Carly Simon (quien, por cierto, se llama Carly porque sus padres esperaban un niño al que llamarían Carl, así que ante el ‘inconveniente’ decidieron añadir una ‘y’ al final del nombre) es recordada como una de las cantantes y compositoras más populares de principios de los años setenta del pasado siglo. Hija menor de una familia de clase alta de Nueva York, empezó su carrera en la música formando dúo, The Simon sisters, con su hermana Lucy autora, más tarde, de la música de The Secret Garden, un show de Broadway. Las hermanas lograron instalarse en las listas de ventas con el single Winkin' Blinkin'and Nod. Carly Simon debutó como solista en 1971 y en su tercer álbum, que llegó al puesto número uno, No Secrets, incluía la canción You're so Vain (Eres tan vanidoso), la canción por la que se le seguiría preguntando décadas después en cada entrevista que la artista concediera, y que despertó especulaciones en torno a la persona que describía Carly en la misma y cuya imagen quedaba, la verdad, francamente mal parada. Entre los nombres que se barajaron estaban Mick Jagger, el incombustible cantante de los Rolling Stones; Warren Beatty, el progresista actor guaperas; Cat Stevens, quintaesencia del hippismo sentimental y su propio marido James Taylor, cantante también de abultada fama con el cual se casó después, lo cual hace que dudemos razonablemente sobre la posibilidad de que fuera él, pasando por David Geffen, Kris Kristofferson, William Donaldson, David Bowie, John Travolta o Jack Nicholson. Saber quién de entre todos esos nombres o, mejor aún, si pertenecía a alguien completamente inesperado que hubiera pasado por debajo del radar del cotilleo se convirtió en tarea prioritaria de la prensa del momento. El público tenía derecho a saber, y Simon jugó magistralmente esa baza que el curioso destino le brindaba por mucho que en alguna ocasión haya declarado sentirse molesta por esa insistente fascinación del público en conocer de quién trata You’re So Vain. Preguntada una y otra vez, ella se negaba a soltar prenda o suministraba alguna pista lo suficientemente confusa como para garantizar la continuidad del misterio, pero lo bastante prometedora como para entretener a los fisgones con amenas cábalas. Mientras casi todos los rumores apuntaban a Warren Beatty (la descripción de alguien tan engreído, seductor y presumido encajaba a la perfección con un actor al que el escritor Peter Biskind le atribuyó el ¿mérito? de haber seducido a 12.775 mujeres) y el propio Beatty dijo estar convencido de que la canción se refería evidentemente a él, Simon negó siempre esa posibilidad aunque hace relativamente poco la cantante confesó que parte de la letra estaba dedicada a él, pero que no pensaba desvelar el nombre de los otros dos hombres en los que se había inspirado para componer el musicado ajuste de cuentas. El juego continuaba y las apuestas seguían. Curiosa tanta literatura cuando la opción más razonable parece ser la de que simplemente el personaje retratado en la canción es, como suele ocurrir en estos casos, un compendio de unos cuantos hombres que en aquel momento pasaron por la vida de la artista dejando un dudoso sabor de boca. Pero quizás lo mejor de toda esta intriga sea el, hasta ahora, último capítulo. Y es que Simon se ha encargado de cantarle a los cuatro vientos que si a alguien se le adapta esta canción como anillo al dedo es a Donald Trump (al que, por cierto, y según una entrevista en The Guardian, calificó de ‘repulsivo’ cuando le conoció). Así, en 2016 convirtió You’re So Vain en una especie de himno anti-Trump. Las especulaciones sobre el pretencioso personaje que inspiró la canción de la Simon no pasaron de meros chismorreos, que engordaron la prensa rosa musical de la época. Sin embargo, después de muchos años, cosas de la historia, aquellos chismes se han convertido en noticia y en un jugoso ingreso para una sociedad benéfica de Massachussets pues Carly puso en subasta, recientemente, su secreto, en un gesto que traspasa con mucho el mundo de la música y que debería ser motivo de un sesudo análisis sociológico, cuando menos, toda vez que, por supuesto, había una previa firma de contrato en el que el adinerado entrometido se comprometía a no desvelar a nadie el codiciado enigma.

 

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