Hace unos meses, en este mismo blog, se recogieron unas
reflexiones sobre la figura de Antonio Machado con motivo del aniversario de su
muerte en Colliure huyendo de la atrocidad y la ignominia de la guerra
(in)civil, haciéndonos eco en aquella ocasión del poco interés de la cultura
oficial por el aniversario y, por extensión, por el poeta.
La historia, aún reciente, se repite: no ha trascendido que,
olvidando las miserias de la politización de figuras como la suya, se recuerde
a Machado como referencia del pensamiento y la poesía del último siglo
conmemorando como merece, no Machado, sino la Cultura (con mayúsculas) y el
país, sin interferencias de sesgo político, su nacimiento, en Sevilla, el 26 de
julio de 1875.
En el Palacio de Dueñas |
No es ninguna novedad el admitir
que Antonio Machado está catalogado por su obra como poeta, y eso no
causa ninguna inquietud habida cuenta de que su producción es de una hondura
dentro de su simplicidad que hoy nadie discute. Sin embargo, el propio autor
no lo tenía tan claro:
“Poeta
ayer, hoy triste y pobre
filósofo
trasnochado,…”
es lo que declaraba en la época
anterior a su época soriana, mientras que a su llegada a Baeza se decía
“Heme
aquí ya, profesor
de
lenguas vivas (ayer
maestro
del gay-saber,
aprendiz
de ruiseñor)….”
explicando en este caso, más bien, cómo se
gana la vida en lugar, como más arriba, sus inquietudes. Pero algo de todo
eso hay en su obra. A lo largo del tiempo y de las vicisitudes por las que evoluciona
desde un perfil modernista (noventayochista) hacia un simbolismo intimista rodeado
de romanticismo, cuajó al final en una poesía que alterna el compromiso
humano con una especie de contemplación desde fuera de la existencia, haciéndose
eco, particularmente en su obra a partir de su estancia en Baeza, de la
sabiduría popular más ancestral.
Entrando al detalle, su obra “Campos
de Castilla”, escrita durante su estancia en Soria, es la más noventayochista, con
el protagonismo de las tierras castellanas y los hombres que las habitan (no del
todo entendida la obra en su momento, por reflejar un patriotismo diferente al oficial,
ya que Machado no eludía la crítica a la situación de postración tras la pérdida de
las colonias. Y tampoco fue entendida por hacer retratos descarnados sin concesiones a determinados
personajes de esa Castilla “miserable, ayer
dominadora que, envuelta en sus harapos,
desprecia cuanto ignora”. Es en los poemas escritos en Baeza tras la muerte
de Leonor, los populares «Proverbios y cantares» donde ahonda en el carácter
reflexivo y sentencioso expresado en brevedad, y donde modula la crítica social mezclando ejemplos de máximas
o sentencias puestas en verso como auxilio a la memoria en temas que van de lo mundano a lo
divino junto con paisajes soñados para esas máximas.
No puede entenderse la evolución
poética de Machado sin detenerse en Juan de Mairena y Abel Martín,
originalmente concebidos como poetas, que son nombres falsos adoptados por Machado
para atribuirles parte de su producción y que desplazaron al poeta modernista y
simbolista, sustituyéndolo por un pensador original, hondo y precursor de un
género mixto que luego sería imitado por muchos otros autores. Así
estos heterónimos se presentan como filósofos populares, herederos de la
"lengua hecha" y en defensa de la "lengua hablada" sin
artificiosos cultismos. Hay que decir que gran parte de la publicación de Juan de Mairena reúne
la colección de ensayos que Machado había publicado en la prensa madrileña y en
los que un imaginario profesor y sus alumnos analizan la sociedad, la cultura,
el arte, la literatura, la política, la filosofía, planteados con una
caprichosa variedad de tonos, desde la aparente frivolidad hasta la máxima gravedad,
pasando por figuras como la sentencia, la paradoja, el adagio, la erudición, la
introspección, la retórica como arte, la cuchufleta o el más fino y sutil
humor.
Para finalizar el repaso de su
obra, no es de extrañar que frecuentemente se obvie en el resumen de ella el
teatro. Aparte de algunas adaptaciones de clásicos (El condenado por desconfiado, de Tirso o La niña de plata, de Lope), su producción teatral lo fue un punto bohemia de la gran ciudad junto con
su hermano Manuel (mucho mejor autor en este campo que Antonio, de igual forma
que hay quien sostiene que el mejor poeta de los Machado no fue Antonio, sino
José) con quien colaboró en obras hoy conocidas como La lola se va a los puertos, La duquesa de Benamejí, Juan de Mañara,
etc.
"...un pueblo húmedo y frío..." |
Las ciudades…. ¿Sevilla por nacimiento? Dejémonos de
falsas complacencias y de discursos políticos que quieren interpretar en una estrofa un desaforado amor
de Machado por tal o cual ciudad. Si hay una ciudad con merecimientos para ser LA ciudad machadiana, esa es Baeza, que
pese a ser definida por el poeta como “poblachón
moruno” y como pueblo ”húmedo y frío,
destartalado y sombrío entre andaluz y manchego” fue la única de aquellas
por las que pasó en captar la trascendencia de su obra y la única capaz de
pretender organizar en los años 60, en pleno franquismo (para el que Machado
era un poeta maldito como demuestra, entre otras cosas, que en 1941 fuera
expulsado «post mortem» del cuerpo de catedráticos de Instituto) un homenaje a
su obra que, naturalmente, acabó como el Rosario de la Aurora, con la Guardia
Civil destrozando los autobuses en que habían llegado los asistentes y
deteniendo a los organizadores que sólo quisieron demostrar que lo que Machado
representaba estaba vivo.
El amor de Machado por Soria sólo
es la extensión de su amor por Leonor. Sin ella, obviamente, todo hubiera sido
diferente, en todos los sentidos. Veamos: Machado, empujado por Giner de los Ríos,
se presenta a oposiciones de Francés (que igual podía haber sido de otra materia
porque Machado no tiene licenciatura) y, con su mermado currículo, sólo puede
aspirar a Soria, Baeza (siempre Baeza) y Mahón. Con la familia en Madrid, elige
Soria, y allá aparece con 32 años de edad. Soria, ciudad de 7.000 habitantes,
es un coto cerrado donde es difícil aceptar al forastero (que se lo digan a Pio
Baroja, apedreado unos años antes por extranjero),
y para colmo, si este extraño no oculta su súbito amor por una cría de 13 años
(¡13 años, por Dios!, por muy poético que resultara), con la que se casa
después de esperar que ella alcanzara la edad legal para hacerlo. Nadie duda hoy de
lo sincero del amor mutuo ni de la felicidad y ternura en la pareja, pero para
la Soria de entonces, vivieron marcados. No, no es Soria la ciudad de Machado, aunque
sea la ciudad de felicidad con Leonor.Y Machado viene a corroborarlo cuando en carta a Juan Ramón Jiménez desde Baeza contabiliza su época de Soria dentro de los "años del exilio", aunque puda entenderse que se refiera a "exilio" de los flujos culturales de la capital.
Tras Baeza, ¿Segovia? Segovia sí
fue buscada porque, para huir de
Baeza cursó la carrera de Filosofía y Letras y solicitó traslado a Segovia. En
esta época ya era un poeta conocido y se integró en tertulias literarias,
participó en la fundación de la Universidad Popular y, la cercanía a Madrid, le
hizo retomar alguna vida bohemia de la capital. En estos años cabe citar su
misteriosa relación con Guiomar (Pilar de Valderrama, de a la alta burguesía
madrileña, casada y madre de tres hijos, autora de algunos libros de poemas),
musa del poeta (se insiste en el carácter platónico de su relación aunque sin
explicar por qué, de ser así, se mantuvo en secreto con tanto celo por ambos, en
Segovia y en Madrid) hasta su marcha a Estoril (Portugal) en vísperas del Alzamiento
Nacional. En Segovia vivió el poeta la proclamación de la República del 31, siendo
uno de los encargados de izar la bandera tricolor en el balcón del ayuntamiento.
Pero Machado no está |
¿Madrid? ¿Rocafort (Valencia)?
¿Barcelona?... Colliure.
Las tres primeras no son ciudades
machadianas pese a formar parte de su itinerario vital, bien porque fueron solo
acomodo profesional (el Madrid de la República) o porque simplemente
aprovecharon su ahora reconocido prestigio en el camino del exilio. Finalmente,
Colliure. Para ver su importancia, acudamos al relato de los hechos:
El 22 de enero de 1939, cuatro días antes de la ocupación de Barcelona
por las tropas franquistas, el poeta y su familia salieron de la ciudad en un
vehículo de la Dirección de Sanidad conseguido por el doctor Puche; les
acompañan algunos amigos y una interminable caravana de cientos de miles de
españoles anónimos huyendo de su patria.
Tras una última noche en suelo español, en Viladasens, las cuarenta
personas que componían el grupo cubrieron el último tramo hacia el exilio.
Apenas a medio kilómetro de la frontera con Francia, tuvieron que abandonar los
coches de Sanidad, embotellados en el colapso de la huida. Allí quedaron
también sus maletas, al pie de la larga cuesta que hubo que recorrer bajo la
lluvia y el frío del atardecer hasta la aduana francesa, que sólo gracias a las
gestiones de uno de sus acompañantes, Corpus Barga (que disponía de un permiso
de residencia en Francia) pudieron superar. Unos coches les llevaron hasta la
estación ferroviaria de Cerbère, donde gracias a las influencias de Xirau (otro
del grupo) se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en vía
muerta.
A la mañana siguiente, con la ayuda de Navarro Tomás y Corpus Barga, se
trasladaron en tren hasta Colliure, donde el grupo encontró albergue en la
tarde del día 28 de enero, en el Hotel Bougnol-Quintana. Allí quedaron a la
espera de una ayuda que no llegaría a tiempo.
Antonio Machado murió a las tres y media de la tarde del 22 de febrero
de 1939, miércoles de ceniza y fue enterrado en el mismo nicho que acogería a
su madre, muerta tres días después, nicho cedido por una vecina de Colliure, en
el pequeño cementerio de la localidad francesa donde reposan sus restos desde
entonces.
Este breve repaso por las
ciudades machadianas, que ha de acabar por aquella en la que reposan sus
restos, permite distinguir entre Ciudad de Machado (de homenaje a su obra), que
ha de ser Baeza, y ciudad última del poeta, que ha de seguir siendo Colliure,
lejos de insensateces de exhumaciones, traslados pomposos, discursos vacíos,…ahora que todos quieren que su maltratado cuerpo cambie de lugar de reposo.
El mejor homenaje a Machado en el
aniversario de su nacimiento, parafraseando a Muñoz Molina, sería abrir las
escuelas a una educación rigurosa, alejada de instrumentalización ideológica o
partidista.
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