Recientemente ha publicado la Institución los datos (provisionales, eso sí) cerrados a final de mayo de la morosidad en el sistema financiero español, y más de uno ha echado oficialmente las campanas al vuelo porque el porcentaje de créditos morosos registra una baja respecto del último mes de cinco centésimas de punto y se sitúa en el 13,39 % , o lo que es lo mismo, en 189.452 millones de euros de créditos morosos.
Hay, sin embargo, un par de aspectos que aconsejan atemperar esa euforia.
El primero es que desde primeros de año el Banco de España ha cambiado las reglas de juego, incluyendo en el indicador los datos. no solo de la banca, sino de los establecimientos financieros de crédito (EFC) que, recordemos que son entidades dedicadas, sobre todo, a financiar la compra de bienes de consumo y cuya cartera de créditos dudosos (aquellos que registran tres mensualidades seguidas de impago) se mantiene estable en algo más del 10 %, generalmente con diferencias de más de tres puntos porcentuales a su favor respecto de la banca.
El segundo es que, realmente, el porcentaje de mora de la banca no ha disminuido, sino todo lo contrario, ya que con datos ceñidos a la banca, la mora de hace un año exacto era del 11,21 % inferior en más de dos puntos a los datos dulcificados con los EFC del último informe, o sea que ha crecido un mínimo de 2 puntos porcentuales. Si a ello añadimos que la cifra de créditos concedidos se mantiene bajo mínimos, se puede concluir que:
a) la mora está enquistada y sin solución, y no es cierto como alguno insiste en que se deba a impagos de hipotecas domésticas (con la ejecución desaparecen de mora).
b) algo falla en los cálculos oficiales o no se publica la verdad: si, haciendo memoria, en la crisis postolímpica y post capitalidad cultural, la banca reclamaba ayudas porque su nivel de mora era cercano al 9 %, ¿de dónde han sacado ahora para aguantar el flagelo del 14 % confesado?
Al hilo con este evidente enquistamiento de la mora en el sistema financiero español cabe ubicar el reciente informe del FMI sobre España (puede consultarse -en inglés- clicando aquí) en el que sugiere que recomienda estudiar a fondo la aplicación del fresh start, es decir, permitir que aquellas personas que cumplan determinadas condiciones (fundamental la buena fe que los jueces han de poder determinar) puedan, pasado un tiempo, hacer borrón y cuenta nueva y olvidar sus deudas. Obligar a un empresario fracasado a rendir cuentas el resto de su vida puede ser, según el FMI, más caro que perdonarle la parte que no haya esperanzas de que devuelva. Porque, si las deudas nunca caducan, los afectados nunca podrán montar otro negocio e incluso es probable que acaben refugiándose en la economía sumergida, para evitar que cada euro que ganen en el futuro acabe destinado a pagar sus compromisos del pasado.
El principal fallo de base es que la ley actual trata igual a los buenos que a los malos pagadores, ya que no se tiene en cuenta por qué llegó la quiebra, si por malas prácticas o por circunstancias ajenas. “Una empresa puede acabar en insolvencia porque la Administración no le paga los servicios que le debe. Pero luego, la Administración no le perdonará nunca las deudas al empresario"
El mayor escollo a la hora de reformar la ley en ese sentido está en la banca ya que deberían llevar a sus balances los préstamos que se consideraran no recuperables, y eso iría contra sus cuentas de resultados. No lo van a permitir. Y el hacerlo, ¿obligaría al Banco de España a modificar sus criterios?
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