Un amable comunicante que se me presenta como seguidor
reciente de este blog, me comenta entre
otras cosas, que, en su opinión, las entradas del blog se perciben con un
cierto grado de subjetividad si se compara, afirma, con las de otros blogs que
también sigue. Agradezco su franqueza, lo que me da pie a reflexionar sobre
este punto que podría desembocar en clara manipulación del lector “desprevenido”.
Para empezar, es necesario definir en qué marco cabe
analizarse este comentario: un blog (del inglés web log) se puede especificar como un sitio web (espacio
digital organizado) que viene a ser algo así como una especie de diario personal
de su autor, con contenidos de su interés actualizados con cierta frecuencia y
a menudo comentados por los lectores. Es frecuente que los blogs dispongan de enlaces
a otros blogs, a páginas para ampliar información, citar fuentes o hacer notar
que se continúa con un tema que empezó otro blog.
Con esos antecedentes es, no solo comprensible, sino
irrenunciable, que los blogs estén marcados por la subjetividad, y que, gracias
a la informática, se convierten en una poderosa herramienta de comunicación ya
que habitualmente, en cada entrada o artículo de un blog, los lectores pueden
escribir sus comentarios y el autor darles respuesta, de forma que es posible
establecer un diálogo enriquecedor para todos.
Otra cosa es estudiar cómo se expresa esa subjetividad[1]
en los escritos, y si escribir algo pasado por el tamiz de la subjetividad
puede llegar a ser pernicioso para alguien, admitiendo que, de esta forma, una noticia comentada subjetivamente deja de serlo para convertirse en opinión sobre ella, algo que, por
cierto, conocen muy bien (y a veces usan descaradamente) en los medios de
comunicación. En resumen, un blog, que es de ámbito reducido (aunque tenga gran
difusión) y que, por naturaleza, es reflejo de lo que piensa (y quiere
divulgar) su autor ES subjetivo porque ésta es la esencia de su existencia, en tanto que un medio de difusión, dirigido a
todo el público y con capacidad para crear tendencias y opiniones, mantiene su
derecho a opinar pero no a llevar a la confusión entre opinión y noticia disfrazando de objetividad, con frecuencia, la creación y/o alimentación de un sesgo o tendencia determinada .
Un ejemplo (de los muchos que se suceden en la convulsa
cotidianidad que vivimos): si la noticia “Dos
millones de catalanes se manifiestan en la calle en apoyo de la independencia
de Catalunya” se publica en portada de un diario como “Dos millones de catalanes desafían la convivencia en Catalunya con
gritos de “Independencia” en las calles”, parece evidente que el medio en
cuestión prioriza su opinión (subjetiviza) en la forma en que quiere que llegue la noticia al
lector.
Y no digamos cuando la publicación de un titular (ni siquiera
una noticia) persigue la creación de estados de opinión. Siguiendo el tema de
Catalunya (que da lugar diariamente a un volumen apreciable de despropósitos a
la vista del espectador, en un sentido y en otro), hace pocos días un medio
publicó el siguiente titular: “El obispo
de Sant Feliu prohíbe a la monja Forcades hacer política desde el convento”,
titular que hizo las delicias de muchos que, por lo que se ve, no tenían tiempo de leer la notica completa y fue reproducido y comentado hasta la
saciedad en las redes sociales. Lo chocante es que, en el desarrollo de la
noticia que sigue, claro, al titular, el periodista explicaba que Teresa Forcades, enclaustrada en el monasterio
benedictino de Sant Benet, cerca de Montserrat, pidió autorización al Vaticano
para exclaustrarse y dedicarse a la política y, con permiso del Vaticano y del
obispo de la diócesis a que pertenece (Sant Feliu de Llobregat), Agustí Cortés,
dejó el convento para concurrir a las elecciones autonómicas del 27S. El
periodista, además, explica que la exclaustración
autorizada por el Vaticano y por el obispo, significa que Forcades no dejará de
ser religiosa, como hubiese sucedido con una dispensa, mantendrá todas las
prerrogativas y podrá regresar al convento cuando finalice el plazo de un año
prorrogable hasta tres.
¿A santo de qué, pues, el titular?
Contestando al comunicante del principio, este blog se
siente orgulloso de su subjetividad, exponente de una cierta capacidad de análisis
objetivo (no es una contradicción), y
no renuncia a ella, que no es en modo alguno equiparable a esa “subjetividad” de
manipuladores e intoxicadores vocacionales que, ellos sí, presumen de ser objetivos.
[1] Para
entendernos, un texto subjetivo es aquel que muestra la opinión, ideas o
sentimientos de quien lo escribe mientras que un texto objetivo, por el
contrario, es el que muestra una información en la que no intervienen opiniones
ni sentimientos (una noticia, un escrito de carácter científico…). Sin entrar en detalles, que un texto
sea subjetivo u objetivo se aprecia en una serie de rasgos lingüísticos en su
confección.
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