domingo, 28 de febrero de 2021

¿Sólo muere quien es olvidado?


 Somos esclavos del calendario para todas nuestras actividades (en Navidad “toca” hacer tal cosa, el Domingo de Carnaval, tal otra, y así cada día) y, emocionalmente, de su influjo en días señalados o marcados en él. Por eso hay fechas en las que los recuerdos, larvados aunque permanentes, de vivencias con personas queridas que ya no están con nosotros se disparan con más fuerza que en otras fechas “normales”. Dice la considerada como la escritora viva más leída del mundo de la lengua española, Isabel Allende (que ya de por sí es un enigma que hace pensar, porque es una escritora chilena con nacionalidad estadounidense, de ascendencia hispano-portuguesa y nacida en Perú), en su novela Cuentos de Eva Luna, una frase que nos hace reflexionar, aquella de que “La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.” y el desconocido poeta José de Arias Martínez (no confundir con el extinto cómico homónimo argentino, más conocido como Pepe Arias) tiene publicado un poema que, bajo el nombre de Sólo muere quien es olvidado, dice así:
No es la muerte quien mata las almas 
Nadie muere por ser enterrado
El recuerdo y el alma no mueren
Sólo muere quien es olvidado
 Si tu vida fue recta y valiosa
Si has amado con toda tu alma
Si has sembrado el camino de huellas
Has escrito una historia sagrada
 No te importe morir algún día
Ese día tu cuerpo habrá muerto
Nunca muere quien supo vivir
Y ha dejado en la tierra un recuerdo
 Si has escrito una historia de vida
Si has dejado en los rostros sonrisas 
Si has sembrado tus campos de flores
No te importe partir algún día
 Sólo teme la muerte si tu alma
Se olvidó de vivir cada día
Si dejó ya de amar y soñar
Y se fué sin saber qué quería
 Sólo teme la muerte si llegas
Hasta el fin con las manos vacías
Si no has dado de ti lo más noble
Sin saber el por qué de esta vida
 Si tu vida ha valido la pena
Quedará tu recuerdo grabado
Para siempre por siempre en la mente
De los hombres que un día has amado
 No es la muerte quien mata las almas
Sólo muere quien es olvidado


y al gran Jorge Luis Borges le debemos este otro:
Ya somos el olvido que seremos. El polvo elemental que nos ignora y que fue el rojo Adán y que es ahora todos los hombres, y que no veremos. Ya somos en la tumba las dos fechas del principio y el término. La caja, la obscena corrupción y la mortaja, los triunfos de la muerte, y las endechas. No soy el insensato que se aferra al mágico sonido de su nombre. Pienso con esperanza en aquel hombre que no sabrá que fui sobre la tierra. Bajo el indiferente azul del cielo, esta meditación es un consuelo. Pero, posiblemente, haya que acudir a la física para verificar que la muerte SÍ existe. Desde 
el punto de vista estricto de la física, si algo distingue a los seres humanos del resto de 
animales es que todos sabemos que, en algún momento cuyo conocimiento no dominamos,
va a acabar nuestra vida; al menos tal como la hemos conocido hasta ahora. Existen 
numerosos estudios que apoyan la teoría de que la vida después de la muerte existe, pero el 
respetado físico Sean Michael Carroll, profesor en el Instituto de Tecnología de California, 
afirma que es imposible la existencia de cualquier cosa después de morir, asegurando que 
"conocemos por completo las leyes de la física que subyacen a la vida cotidiana", y todo tiene 
que ocurrir en los márgenes de esas leyes. Carroll dice que para que hubiera algo después 
de la muerte, la conciencia tendría que estar completamente separada de nuestro cuerpo 
físico. 

 

Aún sabiendo eso, enfrentarse a la muerte, particularmente la de un ser querido, es un 
proceso muy duro, con altibajos emocionales aunque en realidad, para la mayoría de las 
personas, es un periodo de acceso a una nueva comprensión y a un crecimiento personal. El 
hecho de enfrentarse a las heridas del pasado, el restablecimiento de las relaciones y el hecho 
de preocuparse por los seres queridos permite que las personas alcancen a menudo una 
profunda tranquilidad interior, entre otras cosas porque partir de la aceptación de algo que 
sabemos a ciencia cierta que ha de ocurrir, como es nuestra propia muerte y la de los demás 
nos predispone a vivir en consecuencia: a priorizar lo importante y darle peso a lo que 
realmente merece la pena, a disfrutar de la vida y del tiempo con la gente a la que queremos. 
La muerte es el final de la vida: y lo importante es que esa vida haya merecido la pena.

 
La vida después de la muerte  es la creencia de que la parte esencial de la identidad o el flujo 
de consciencia de un ser vivo continúa después de la muerte del cuerpo físico. Según diversas 
ideas sobre esta vida, la esencia del que vive después de la muerte puede ser el de algún 
elemento parcial o la supervivencia del alma, espíritu o consciencia que lleva consigo y puede 
conferirle una identidad personal. No obstante, como ya se ha apuntado, la posición científica 
mayoritaria es que no hay pruebas de la existencia de la vida después de la muerte. También, 
la creencia en una vida después de la muerte contrasta con la creencia en el olvido después 
de la muerte o no-existencia. 

 

La concepción de la muerte como fin o como tránsito, su creencia en una vida después de la 
muerte, en el Juicio Final, actúan como condicionantes para la actuación de los individuos en 
un sentido u otro. La idea de inmortalidad y la creencia en el Más allá aparecen de una forma 
u otra en prácticamente todas las sociedades y religiones y momentos históricos. Usualmente 
se deja al arbitrio de los individuos, en el marco de los conceptos dados por su sociedad, la 
decisión de creer o no creer y en qué creer exactamente a ese respecto. La esperanza de vida 
en el entorno social determina la presencia de la muerte en la vida de los individuos, y su 
relación con ella. Su presencia en el arte es constante, siendo uno de los elementos 
dramáticos a los que más se recurre tanto en el teatro, como en el cine o en novelas y relatos. 
En este sentido, Clemente de Alejandría1 es el primer filósofo cristiano que organiza una visión 
sistemática del concepto de muerte. En sus tres obras más importantes, Protréptico, Pedagogo 
y Stromata, Clemente expone el carácter moral que reviste el concepto muerte y su 
dependencia de un concepto clave de la teología cristiana, pecado. A partir de esta relación 
Clemente divide la muerte en tres tipologías: muerte física, muerte del alma y muerte gnóstica. 
En todos los casos la congregación de la filosofía griega y judía favorece el entendimiento de 
una lógica thanatológica ya sistematizada en la época del alejandrino.

 
Pero, creencias y religiones aparte, sigue en pie esa vieja idea (ya decían los griegos que 
mueres definitivamente cuando nadie te recuerda, cuando todo el mundo te ha olvidado 
porque es como si no hubieses existido, como si nunca hubieras nacido), verbalizada por 
Isabel Allende, de que una persona no muere cuando abandona la vida, sino que lo hace del 
todo sólo cuando nadie la recuerda. Es un tema muy delicado porque acercarse a él implica 
hablar de la muerte, incómodo pero necesario.  Superar la muerte de un ser querido no 
consiste en olvidar; consiste en aprender a vivir con la ausencia, con ese vacío inmenso que 
nos dejan con su partida… consiste en recordar con dolor pero sin sufrimiento, con añoranza 
pero también con alegría; consiste en poder continuar nuestro camino por la vida de la mejor 
manera posible sabiendo que allá donde vayamos siempre nos acompañarán porque las 
personas estamos hechas de historias, de momentos compartidos con las personas a las que 
amamos; las personas estamos hechas de recuerdos que guardamos en nuestro corazón, en 
nuestra alma y en nuestra memoria dando sentido a todo…

 
La marcha de un ser querido no se supera jamás; nunca, posiblemente, se es la misma 
persona después de una pérdida, pero de la misma manera en la que cuando alguien que 
amamos se va, aún en vida, un pedazo de nosotros muere con él, su recuerdo SIEMPRE 
vivirá con nosotros hasta el final de nuestros días.  No obstante, a riesgo de que parezca un 
simple juego de palabras, no debe olvidarse lo que es en puridad un recuerdo: una evocación 
personal, diferente para cada persona (menos si se trata de una figura que ha entrado en la 
Historia, de la que se dice lo que se debe recordar y cómo) de unas vivencias, unas 
situaciones, unos lugares, unas personas,… que existen aún o no, generalmente compartidos.

 

Pero, como dice, entre otros, la canción de 1969 El baúl de los recuerdos, que popularizó la 
famosa entonces cantante Karina, “… los recuerdos son el pasado… “ que es del todo 
imposible que vuelvan, mientras que la vida siempre avanza hacia adelante. Aquella foto tan 
bonita, en New York, con las Torres Gemelas al fondo, con aquel amigo con el que se era uña 
y carne, del que hace tiempo se perdió totalmente la pista, y ahora es igual si vive (si es que 
vive) en las antípodas o en la calle que cruza… Pero el recuerdo es nítido aunque las Torres 
Gemelas ya no existan y aquel amigo haya salido de nuestra vida.

 
Es un hecho que la positiva (también puede ser negativa, ojo) influencia de un recuerdo sólo 
lo es para quien evoca la vivencia, entre otras cosas porque recordar un trozo de vida 
compartido con alguien querido contribuye a aportar serenidad. Pero no debe confundirse: el  
recuerdo sigue, posiblemente, tan vivo como cuando ocurrió lo que se evoca; otra cosa es la/s 
persona/s con que se compartía la vivencia evocada que, si nos han dejado y ya no están vivas 
(sin querer hacer chiste fácil de un tema tan delicado, ya lo decía James Bond con aquello de  
sólo se vive dos veces), no pueden compartir el recuerdo, puntualizar detalles, complementar 
desde su óptica… Es muy duro, tal vez, pero el recuerdo es sólo de uno, aunque de él forme 
parte principal una persona querida y añorada. Mas lo importante es el sentimiento: seguirá 
viva en nuestro recuerdo mientras éste esté con nosotros para que no se cumpla lo que canta 
Sabina en su canción “Donde habita el olvido” (que nada tiene que ver con el poema casi 
homónimo - Donde habite el olvido -  de Luis Cernuda, poeta de la Generación del 27, cuyo 
título está tomado a su vez de un verso de una Rima de Gustavo Adolfo Bécquer:): “… y la vida 
siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido ...”.
 
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1Que, a pesar del nombre, era nacido en Atenas (Grecia,) hacia el año 150, con una amplia cultura pagana, fue uno de los más destacados maestros de Alejandría y administrador de su escuela catequística.

martes, 23 de febrero de 2021

Coincidencias en el tiempo curiosas.


Estos días (caprichos del calendario) tienen lugar, además de la vacunación masiva por la 
pandemia del coronavirus Covid-19, entre otros, dos aniversarios que, por muy diferentes 
razones (o no tan diferentes), no deben caer en el olvido: uno es el de los cuarenta años del 
frustrado (y añorado por algunos, cada vez con menos complejos al hacerlo) golpe de estado 
y asalto al Congreso por la Guardia Civil y, un día antes, los ochenta y dos años de la muerte 
en Colliure (Francia) del poeta Antonio Machado, huyendo de la guerra (in)civil. Esta casi 
coincidencia de fechas permite analizar conjuntamente ambos hechos históricos y constatar 
que entre ellos hay más vínculos de  los que pueda parecer si se ven por separado. 

 
Respecto al primer acontecimiento que recuerda, como se sabe, las horas más difíciles del 
recién inaugurado Régimen del 78 (a las 18:23 de aquel día, alrededor de 340 guardias civiles 
a las órdenes del teniente coronel Antonio Tejero Molina asaltaron a tiros el Congreso de los 
Diputados, donde tenía lugar la segunda votación de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, 
tras la inesperada dimisión de Adolfo Suárez, en cada aniversario de ese 23 de febrero de 
1981 se repiten los mismos nombres: los militares Tejero, Armada, Milans del Bosch, Cortina,… 
y también los de los supuestos héroes que sofocaron el golpe: el Rey Juan Carlos I, los 
generales Gabeiras, Quintana Lacaci... Pero nunca aparecen los no militares Villar Mir, Luis 
María Anson o López Rodó, empresarios, periodistas o ex ministros, pero no militares. 
Tampoco los intentos golpistas posteriores enterrados por la democracia: como el del 
comandante Sáenz de Ynestrillas en el 82 o el del coronel Carlos De Meer en el 85. No se 
habla de ello porque no interesa y porque el sumario del juicio militar del llamado 23-F nunca 
ha sido público (un antiguo ministro de Interior afirmó que los audios y documentos jamás 
verán la luz). No se pueden leer ni los testimonios de los cientos de militares que declararon ni 
las conclusiones de los fiscales militares. Lo único que se publicó, y se vertieron ríos de tinta, 
fueron crónicas periodísticas como las de Martín Prieto o Pilar Urbano. Pero el sumario existe y 
hay muchas sorpresas en las actuaciones, desde Sabino Fernández Campo, secretario general 
de la Casa Real, al hoy rey emérito Juan Carlos I por supuesto, y no es la anatomía de un 
instante sino la crónica de un proceso que empezó ya en el mismo 1977 y terminó en 1985 no 
en el 81: el 23-F no fue solo un golpe militar: el sumario secreto que nunca se hizo público 
desvela la trama civil. “Se creó la idea de que habían convergido varios golpes para oscurecer 
lo que en realidad había pasado. Sólo hay un golpe de Estado que es nada menos que la 
última de las operaciones que organiza la denominada ‘Transición Paralela’, es decir, 
empresarios, políticos y militares conservadores que se confabulan a partir de 1977 para 
deponer a Adolfo Suárez de la Presidencia del Gobierno y especialmente para modificar el 
proceso de democratización”. Así lo dice Roberto Muñoz Bolaños, autor de “El 23F y los otros 
golpes de Estado de la Transición’, que sí que afirma tener una de las copias del sumario, la 
que le dio el abogado de Antonio Tejero: “La mejor fuente del 23-F es el sumario del juicio y es 
secreto. A mí me lo dio el abogado de Tejero que era amigo de mi familia. Al tener su aval me 
dio acceso también a entrevistas personales con muchos de los protagonistas del golpe como 
Armada, Torres Rojas…"

 
Extracto de la declaración de Milans del Bosch.

Según este nuevo libro con el sumario, se trataba en definitiva de un golpe de estado civil y con 
la participación de los militares, o al revés, pero no un pronunciamiento militar. Atentos a una 
cuestión que quien haya conocido el entorno del ejército de esa época no le sonará raro. Lo 
menos conocido es que el teniente general Jaime Milans del Bosch, capitán general de 
Valencia y el único que sacó esa noche los tanques a la calle, no estaba tan sólo, que el jefe 
del ejército, el teniente general Gabeiras pintaba poco y que el mayor conspirador de todos, el 
general de división Alfonso Armada sí que habría contado con el apoyo de La Zarzuela. Así, 
dice, comenzó todo: primero hubo varias intentonas de golpe de Estado, como la ‘Operación 
Galaxia’, esa primera conspiración del propio Tejero. Nada nuevo. Pero sí lo es que nunca se 
aclararon las diferentes articulaciones que se intentaron. Sólo la ‘Operación golpe de Timón’ se 
puso en marcha con la denominada ‘Solución Armada’, que era en gran parte civil y que podría 
haber partido en un principio con el apoyo de Lopez Rodó y Luis María Anson, entre otros. 

 
¿Cuándo habría surgido ese grupo? A partir de 1977 cuando se decide la legalización del 
Partido Comunista de España y Suárez plantea el estado social y democrático de estado de 
derecho, que no estaba en ninguno de los planes de la Transición. Sin embargo no prospera 
ninguna de las soluciones políticas, que es lo que dinamita el golpe. Así, el 23-F no salió 
adelante como un pronunciamiento militar, ni mucho menos como una réplica del 18 de julio de 
1936, como a veces se ha planteado. Un informe de López Rodó con la “Solución Armada” 
habría seguido a una serie de charlas que organizaba el periodista Luis Maria Anson y que 
englobaban a ese grupo, no sólo de militares, sino también de políticos y empresarios, que 
pilotaban la 'Transición Paralela' y que sentaron las bases del golpe de Estado del 23-F que 
luego ejecutarían el teniente coronel Tejero, el teniente general Milans del Bosch y el general 
Armada. ”Lo que realmente quería este grupo era democratizar el sistema político vigente pero 
no como pretendía el Presidente Suárez. Entonces, a partir de 1977 se ponen en marcha varios 
planes para deponer a Suárez: el primero, de Gregorio López Bravo, que fracasa; en 1978-79  
era que López Bravo fuera elegido vicepresidente y que desde ahí pudiera sustituir a Suárez 
es bueno recordar que en el mismo 23-F se elegía a su vicepresidente Calvo Sotelo para 
presidente - ; pero finalmente se decide que se revierta en parte el proceso con un gobierno 
encabezado por un militar y la figura elegida es Armada”.

 

La génesis del golpe se comienza a torcer, precisamente, poco después de que López Rodó 
promueva la Solución Armada: “Al mismo tiempo se plantea una variante pseudo 
constitucional que consistía en llevar a Armada a la presidencia del gobierno a través de un 
golpe de Estado. La primera variante se trunca cuando Suárez dimite, lo que imposibilita una 
moción de censura. Se forman una serie de contactos para ver si el rey propone a Armada 
como presidente del Gobierno pero también fracasan y es entonces cuando empieza a 
cristalizar la variante golpista. Un golpe que Armada reconduzca para proponerse a los 
diputados como presidente del Gobierno". Vamos, una conspiración de altas esferas de la que 
La Zarzuela al menos habría tenido conocimiento. Lo que ocurrió es que fue la última variante 
de la ‘Solución Armada’, la golpista, y no otra, la que salió adelante. Es en la que siempre 
declaró haber participado Jaime Milans del Bosch, el militar de mayor prestigio de todo el 
ejército en ese momento. Jaime actuó pensando siempre que el rey estaba detrás, como al 
parecer se decía en las reuniones familiares. Lo que era absolutamente inverosímil es que 
actuara nunca a espaldas del rey Juan Carlos porque le apoyaba sin fisuras y el honor era lo 
más importante para él. Lo mismo ocurre con el del general Armada aunque éste “protegiera 
al rey una vez que todo fracasó”, -más tarde le implicaría también-.

 
No es la primera vez que se publica que La Zarzuela, por acción o por omisión, estuvo detrás 
del golpe y, como decía el citado Sabino Fernández Campos, hace 40 años secretario general 
de la Casa del Rey, que “cuando se busca la verdad, se corre el riesgo de encontrarla”. Y algo 
de eso ocurre con la exactitud de aquel día histórico. Quizá conocer la veracidad de lo ocurrido 
cuestionaría muchos fundamentos de nuestra historia política. Y eso no interesa. 40 años han 
pasado y más de 40 secretos siguen enterrados bajo siete llaves sobre el 23-F, del que se 
debe conocer toda la verdad. Ojalá que así sea. Los españoles seguimos teniendo esta 
asignatura pendiente.

 

El otro aniversario que coincide estos días, y al que nos referíamos al inicio de estas líneas, 
es al fallecimiento, envejecido, triste y cansado, cuando huía del avance de los sublevados en 
la guerra (in)civil, del insigne Antonio Machado, uno de los poetas más queridos de España, 
uno de los más importantes del panorama literario español y uno de los máximos exponentes 
de la generación del 98, en una fonda de la población francesa de Colliure, muy cercana a la 
frontera española. Ya en este blog le hemos dedicado unas líneas, ya sea en el aniversario de 
su nacimiento como en el de su muerte, por lo que, en esta ocasión, no nos detendremos 
tanto en su vertiente literaria, pues no alcanzó la popularidad tan solo por la calidad de sus 
versos, sino también por su indiscutible talla humana; de hecho, Machado ha sido definido en 
muchas ocasiones como él mismo se definió, como un "hombre, en el buen sentido de la 
palabra, bueno".

 
Sí que recordaremos que nació, segundo de seis hermanos, en 1875 en una de las viviendas 
de alquiler de Sevilla, en el llamado palacio de las Dueñas (¡ojo! No en el Palacio, como a 
veces se señala pomposamente) y que pasó su infancia en la capital hispalense hasta que en 
1883 se instaló con su familia en Madrid. Se formó en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), 
donde acudió a las clases del pedagogo, filósofo y ensayista Francisco Giner de los Ríos, del 
pedagogo e historiador Manuel Bartolomé Cossío y del jurista Aniceto Sala entre otros.

 
Pasando rápidamente por algunos pormenores de su vida, importantes aunque 
suficientemente  glosados, como su estancia en París, su amistad con Rubén Darío o Juan 
Ramón Jiménez, su matrimonio con Leonor, la muerte de ella, su paso por Soria, Baeza (Jaén) 
y Segovia, o su producción literaria, nos  detendremos en que en 1924 fue elegido miembro de 
la Real Academia Española. Republicano convencido, el 14 de abril de 1931 Machado expresó 
emocionado la proclamación de la Segunda República desde el balcón del ayuntamiento de 
Segovia con estas palabras: "¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro 
lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el 
Ayuntamiento de Segovia! [...]. Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de 
los almendros, la primavera traía a nuestra república de la mano!". En octubre de 1931, el 
gobierno republicano concedió a Machado una cátedra de francés en Madrid, donde a partir 
de 1932 pudo vivir de nuevo en compañía de su familia. En esa época, Machado escribió 
menos poesía, pero aumentó su producción en prosa, publicando con frecuencia en el Diario 
de Madrid y El Sol.

 

Desde noviembre de 1936 hasta abril de 1938, Machado tuvo que huir de Madrid tras el 
estallido de la guerra (in)civil. Machado y su familia se trasladaron a Rocafor, un pueblecito 
cercano a Valencia donde fueron acogidos provisionalmente por la Casa de la Cultura de 
Valencia y vivieron en un chalet llamado villa Amparo. Machado asistió al II Congreso 
Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura organizado por la Alianza de 
Intelectuales Antifascistas y celebrado en la capital valenciana, donde leyó su reflexión titulada 
El poeta y el pueblo y publicó Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor 
apócrifo, un cuaderno en el que, a través de dos personajes ficticios, Abel Martín y Juan de 
Mairena, Machado expresa sus ideas acerca de la cultura, el arte, la sociedad, la política, la 
literatura y la filosofía. En 1938 se fue a Barcelona, para posteriormente, entre una interminable 
caravana de cientos de miles de españoles anónimos que huían de su patria, refugiarse en 
Francia con su madre. Ambos, muy enfermos, fueron acogidos en una fonda de la localidad 
francesa de Colliure, donde el 22 de febrero de 1939, y esperando una ayuda que nunca llegó, 
Antonio Machado, uno de los poetas españoles más queridos, exhaló su último suspiro. 
 
La casi coincidencia de aniversarios pone en valor la poesía de Machado:Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

 

P. S.- Cuando se redactan estas líneas, llega la noticia del fallecimiento, en otra fecha que se 
une a los aniversarios, de Joan Margarit Consarnau (1938-2021), arquitecto y poeta, premiado 
en su obra literaria con, entre otros, el Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya, el 
Nacional de Poesía, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Cervantes. Como “niño de 
la guerra” que fue en Catalunya, cuando tenía cinco años, en 1943, fue golpeado por un señor 
uniformado por "no hablar en cristiano", y había señalado que "A mí España me da miedo. Y 
digo España con Cataluña dentro. Me da miedo España desde los Reyes Católicos". Poeta en 
castellano desde 1963 y en catalán desde 1980, con pequeñas incursiones en la prosa (Per 
tenir casa cal guanyar la guerra: infància, adolescència i primera joventut.- Para tener casa 
hay que ganar la guerra: infancia, adolescencia y primera juventud).,  al recibir el Premio 
Cervantes, declaró: "Me interesa la cultura; lo demás no tiene solución". Recordémoslo con su 
visión de la libertad:

La llibertat és la raó de viure,
dèiem, somniadors, d'estudiants.
És la raó dels vells, matisem ara,
la seva única esperança escèptica.
La llibertat és un estrany viatge.
Són les places de toros amb cadires
damunt la sorra en temps d'eleccions.
És el perill, de matinada, al metro,
són els diaris al final del dia.
La llibertat és fer l'amor als parcs.
La llibertat és quan comença l'alba
en un dia de vaga general.
És morir lliure. Són les guerres mèdiques.
Les paraules República i Civil.
Un rei sortint en tren cap a l'exili.
La llibertat és una llibreria.
Anar indocumentat. Són les cançons
de la guerra civil.
Una forma d'amor, la llibertat.
.
(La libertad es la razón de vivir, / decíamos, soñadores, de estudiantes. / Es la razón de los 
viejos, matizamos ahora, / su única y escéptica esperanza. / La libertad es un extraño viaje. / 
Son las plazas de toros con sillas / sobre la arena en tiempo de elecciones. / Es el peligro de 
madrugada, en el metro, / son los periódicos al fin de la jornada. / La libertad es hacer el amor 
en los parques. / La libertad es cuando empieza el alba / un día de huelga general. / Es morir 
libre. Son las guerras médicas. / Las palabras República y Civil. / Un rey saliendo en tren hacia 
el exilio. / La libertad es una librería. / Ir indocumentado. Son las canciones / de la guerra civil. / 
Una forma de amor, la libertad.)

 

domingo, 21 de febrero de 2021

El Efecto Matilda en todo, vigente.


El pasado 20 de enero tuvo lugar, ante el edificio del Capitolio de Washington, como viene 
siendo tradición, la ceremonia de toma de posesión (bastante deslucida y desangelada por las 
medidas de protección a las que obliga la pandemia del Covid-19) de Joseph R. Biden como 
46º Presidente del Gobierno de los Estados Unidos y el desalojo, casi literal, de Donald J. 
Trump como inquilino de la Casa Blanca, que se resistía a abandonar (ojo, que nadie se 
equivoque, eso no es el fin del trumpismo, presente en muchas latitudes con otros nombres, 
pero eso es otra cosa, en la que no entraremos). Con ese motivo, en el subsiguiente 
despliegue de los medios de comunicación para desmenuzar el evento, ha sido habitual leer 
“noticias” del siguiente tenor: Kamala Harris se convirtió formalmente en la primera mujer 
vicepresidenta del país al jurar frente a Sonia Sotomayor, la primera latina en ocupar un 
puesto en el máximo tribunal del país, nominada por el presidente Barack Obama. La jueza, 
de padres puertorriqueños, fue elegida por la misma Kamala Harris, de padres de Jamaica e 
India, para la ceremonia, cuando, realmente, lo llamativo es que esto sea noticia y no llame la 
atención el serlo. 

 
Parece, pues, momento adecuado, a pocas fechas, además, del Día Internacional en el que la 
mujer reivindica cada año (indicativo de los resultados obtenidos) sus derechos, para 
reflexionar sobre un fenómeno que existe, quizá, desde siempre y que por mucho que parece 
que el mundo evoluciona, a día de hoy sigue pasando… Históricamente, las mujeres han sido 
apartadas a un lugar secundario en diversos ámbitos del desarrollo cultural. Si pensamos en 
que los libros y apuntes de historia, literatura, ciencia, arte, diseño, deporte, etc…tenían un 
déficit de nombres femeninos que retener en la memoria. Un evidente desequilibrio entre 
mujeres y hombres, que deja en la cultura general un mundo inventado por ellos. ¿Es que 
ninguna mujer inventó nada? ¿Es que ninguna escribió nada importante? ¿Acaso ninguna 
divagó, filosóficamente hablando, para cuestionarse muchas cosas? Sí, pero no interesaban 
las mujeres listas, las mujeres con poder o las mujeres que destacasen entre los hombres, 
para no romper ese equilibrio de supremacía masculino en el mundo. Cuando, sin ir más lejos, 
el logotipo de Nike lo diseñó una mujer (Carolyn Davidson), o la famosa silla de LeCorbusier 
en realidad la diseñó también una mujer (Charlotte Perriand), su esposa, o la primera 
programadora informática, que fue una chica (Ada Lovelace),…

 

Esto no es fortuito ni por casualidad, como no lo es que la desigualdad de leyes respecto a 
mujeres y hombres no las permitía registrar las patente a su nombre (¡hasta en el siglo XX!) 
sólo por ser mujeres, por lo que muchas tuvieron que hacerlo a través de sus maridos, 
quedando así invisibilizadas. Concretamente en la ciencia, la discriminación que han sufrido 
las mujeres1 ha sido conocida desde 1993 gracias a la historiadora Margaret W. Rossiter que 
acuñó el término conocido como el “Efecto Matilda2”, que hace entender el mundo de un 
plumazo: “El Efecto Matilda es un prejuicio en contra de reconocer los logros de las 
mujeres científicas cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas masculinos.

 
Mujeres luchadoras, guerreras, defensoras de los derechos propios y ajenos, inventoras, que 
fueron invisibilizadas por la historia oficial contada a través de los lentes del patriarcado. No 
salen en los libros, ni en los planes de educación. Innovadoras, creadoras,  pioneras, 
transformaron el mundo... y fueron olvidadas. A lo largo del tiempo (que no de la historia) ha 
habido muchísimas mujeres vanguardistas en todos los campos llenas de descubrimientos y 
aportaciones pese a que una sociedad aún hoy machista intentó borrar su legado como ha 
pasado, casualmente, estos días en que un formación ultraderechista de fanáticos (ellos se 
llaman a sí mismos políticos) y sus “socios de gobierno” han acordado en el  Ayuntamiento de 
Madrid borrar un mural feminista en el que figuran desde la pintora Frida Kahlo a la 
cosmonauta Valentina Tereshkova y el texto 'Las capacidades no dependen de tu género'. 

 
Las dificultades que tenían las mujeres para dedicarse a algo fuera del papel que tenían 
asignado, el miedo al menosprecio público o que se cuestionase su autoría empujó a muchas 
mujeres a dejar a un lado su identidad. En literatura, algunas optaron por firmar con 
seudónimos masculinos y otras dejaron ese campo en blanco. Como dijo Virginia Wolf: “Me 
aventuraría a decir que el “Anónimo" encierra, frecuentemente, la autoría femenina"  Por citar 
algunos casos hoy conocidos, Louise May Alcott (Mujercitas) y Mary Shelley (Frankenstein) 
publicaron sus obras desde el anonimato, y Cecilia Böhl de Faber y Ruiz de Larrea (La 
gaviota), Caterina Albert Paradís (Solitud) y  Emily Brontë (Cumbres borrascosas), con 
seudónimos masculinos que no vienen al caso. Pero que los editores piensen que las novelas 
firmadas por mujeres atraen menos público no es cosa del pasado, si no, que se lo digan a la 
autora de Harry Potter, J.K. Rowling, a quien le sugirieron, según confesó ella misma en una 
entrevista en la BBC, que esconder su género era la mejor opción para asegurarse un mayor 
número de ventas. ¿Esto quiere decir que a día de hoy es imposible tener éxito siendo mujer? 
Por supuesto que no, pero desde luego sigue siendo mucho más difícil, por eso una forma de 
echar una mano a las reivindicaciones de las mujeres es mostrar interés por su trabajo y 
recordarlo, y hacer que el mundo lo conozca, tanto si es silenciado como si es usurpado por 
otros.

 
Siempre se ha dicho con tono de protección que hay oficios o profesiones “sólo para hombres”, 
con el propósito final de disuadir a la mujer que dice “Yo también puedo hacerlo” (aunque no 
diga “mejor”) y hacerla regresar a los “roles establecidos” para ella/s, pese a lo cual siempre 
también hay alguna dispuesta a afrontar todos los obstáculos y realizar su sueño. Hoy ya no 
nos asombra oír nombres femeninos (aunque aún sea una clara minoría) en la concesión de 
los Premios Nobel de especialidades científico-técnicas pero, no hace mucho tiempo, la 
ciencia, y no digamos la tecnología, eran conceptos que chirriaban unidos al vocablo “mujer”; 
por eso es bueno rescatar nombres como

- Henrietta Faber, suiza, que tuvo que disfrazarse de hombre para estudiar medicina y para 
ejercerla, que, entre otras muchas aventuras, acompañó a las tropas de Napoleón durante su 
descabellada invasión de Rusia y acabó sus días en América después de toda una vida de 
ocultación por el gran pecado de ser mujer y ejercer un «oficio de hombre».

- Ada Lovelace Chalon, pionera de la programación informática en una época en la que no 
existía ni en la más remota imaginación de nadie algo parecido a un ordenador. 

- Rosalind Franklin, que fue una de las grandes pioneras en el estudio de los rayos X y sus 
descubrimientos resultaron trascendentales  para descifrar la estructura de una molécula de 
ADN. Otros científicos se llevaron su mérito sólo por ser ella mujer.

- Hedy Lamarr (a quien recientemente recordamos en este mismo blog en el aniversario de 
su fallecimiento), actriz e inventora, ideó el Spread Spectrum, un sistema secreto de 
comunicaciones inalámbricas para guiar a los torpedos por radiofrecuencia y combatir a los 
navíos nazis en la Segunda Guerra Mundial, lo que dio paso al wifi, tal y como hoy conocemos.

Acabamos este breve baño de realidad con Mileva Maric, primera esposa de Albert Einstein y 
su principal apoyo, Einstein la definía como “desconcertantemente buena como matemática” y 
dio soporte a una de las teorías más importantes en el mundo de la Física, la Teoría de la 
Relatividad aunque ella no ha pasado a la historia ya que es la gran desconocida a la sombra 
de un hombre mundialmente reconocido y considerado un genio ¡pobre Maric, poco tenía que 
hacer al lado de dicho coloso! Maric dejó sus estudios para volcarse en el cuidado del segundo 
hijo de la pareja debido a la esquizofrenia que éste sufría. Su fuerte carácter siempre la marcó. 
Fue la primera estudiante mujer que ingresó en el Instituto Politécnico de Zurich. Ese mismo 
año la pareja se conoció y tuvieron una hija sin estar casados, la cual fue dada en adopción 
(no se sabe nada de su incierto destino). Cuando Einstein consiguió en 1921 el premio Nobel, 
dio todo el dinero a su ya ex mujer para el cuidado del pequeño Eduard como parte del acuerdo 
de divorcio.
 

En el campo de la literatura, además de los casos citados – que no son los únicos – en los que 
la mujer ha de masculinizar u ocultar su nombre para dar a conocer su obra, es frecuente que 
ella sea “el negro” de la obra firmada por su marido, padre, amante, etc. Recordamos, en este 
sentido, a Zelda Fitzgerald, nacida como Zelda Sayre, que fue una conocida escritora 
estadounidense más recordada por ser la esposa y musa del escritor Francis Scott Fitzgerald 
(El gran Gatsby), mujer rebelde y moderna, que en los años veinte reivindicó la vida 
“desenfadada”. Se dice de ella que fue la inspiradora de muchas de las obras de Fitzgerald. 
Zelda reivindicó por todo el mundo el club de los desenfadados, la forma de vida de los años 
veinte. Su vida transcurrió como la de Fitzgerald entre humo, jazz, peleas, infidelidades y 
ginebra. Fue acusada por Hemingway de haber destrozado la vida de su marido. Sin embargo, 
tal y como reconoció Fitzgerald, antes de morir de un ataque al corazón, fue la mujer que lo 
ayudaba para escribir sus más que conocidas novelas. Zelda murió en 1948, tras incendiarse 
el psiquiátrico donde estaba internada por su “esquizofrenia”, enfermedad que marcó toda su 
vida y, como decía Hemingway, también la de Fitzgerald.

 
Otro caso, más cercano a nosotros, es, por otros motivos, el de María Moliner. ¿Quién no tuvo 
el diccionario, este sí, con su nombre, en la estantería de casa? Fue la primera mujer en 
infiltrarse en la Real Academia de la Lengua, de la cual no pudo formar parte por ser mujer. 
Cuestionó sus conceptos anticuados y escribió dos tomos de diccionario para no quedarse de 
brazos cruzados con esta institución que no la valoró por su condición femenina. Por eso y por 
muchas más cosas es importante que dediquemos un rato a recordar algunos nombres, a 
cambiar el discurso o a enseñar lo que el mundo quiere ocultar, las mujeres que no salen en los 
libros. 

 
Pero este fenómeno, el de infravalorar a la mujer, se da en prácticamente todos los campos y, 
en alguno, es particularmente hiriente. La historia y su narración es cosa de hombres, lo que 
conduce a olvidos sangrantes como el de Irena Sendler, «El ángel de Varsovia», increíble 
heroína que, a riesgo de su vida, con una inmensa capacidad de amor y entrega, salvó a más 
de 2500 niños del gueto de Varsovia. Irena Sendler era una enfermera polaca que, dolorida por 
las extremas condiciones de vida en el gueto de Varsovia, organizó un sistema para sacar del 
recinto al máximo número posible de niños de acuerdo con sus padres. La Gestapo la torturó 
en octubre de 1943, pero ella no reveló quiénes eran sus cómplices ni dónde se hallaban los 
niños. Logró huir el día de su ejecución gracias al soborno de algunos guardias. Desde 
entonces pasó a una activa clandestinidad hasta el fin de la guerra. Pero nadie reconoció la 
grandeza de su acción hasta su ancianidad. Todo el mundo conoce (vale, gracias al cine) al 
industrial alemán Oskar Schindler y, a su estela, al diplomático español Ángel Sanz Briz, al 
jugador de fútbol suizo Paul Grüninger y otros, que se jugaron algo más que su vida 
para enfrentarse al demonio del nazismo pero, sin quitarles ni cuestionarles méritos, ¿por qué 
no a la Sendler ni a muchas otras? ¿por ser mujeres? Pensémoslo.

 
Maruja Mallo - Estampa cinemática.

Si hay, con todo, una disciplina (quizá por aquello de la sensibilidad necesaria para desarrollarla) 
en la que la mujer se ha volcado y se la ha ninguneado, es el arte, en cualquiera de sus 
manifestaciones. Dicen que “detrás de todo gran hombre existe una gran mujer”; y el tiempo (y 
el esfuerzo de los que trabajan para recuperar a las mujeres artistas) está demostrando que 
algunos han llegado a ser grandes y conocidos apropiándose del trabajo de ellas. Si cerramos 
por un momento los ojos y echamos la vista atrás en el tiempo, nos resultará fácil hacernos a la 
idea de lo complicado que tuvo que ser que las mujeres pudiesen dedicarse al arte. Pero 
complicado no quiere decir que fuese imposible: han existido mujeres artistas, hoy olvidadas, 
que han vivido de su trabajo. Por otro lado, el hecho de que las mujeres hayan sido las grandes 
olvidadas de la historia del arte no quiere decir que todas sean desconocidas, Artemisia 
Gentileschi, Sofonisba Anguissola o Maruja Mallo son ejemplos de ello; pero no hay que 
olvidar que la visibilización de la mujer artista es bastante reciente.

 
Juana Pacheco - Adoración de los Reyes Magos.

Luego están los casos en los que era la misma sociedad la que dejaba a las mujeres artistas a 
la sombra de sus maridos asignándoles la etiqueta de “mujer de...” o “amante de… ”; pero de 
su trabajo nadie hablaba. Las pintoras Gabriele Münter y Francoise Gilot fueron eclipsadas 
por Kandinsky y Picasso respectivamente. Atribuir obras de arte, ciertamente, no es una 
ciencia exacta y a día de hoy se siguen descubriendo estas equivocaciones; un ejemplo de ello 
es el cuadro El coloso, de Goya que, como comunicaba el Museo del Prado en 2011, en 
realidad lo pintó Asensio Juliá. Lo mismo ocurrió con la mencionada Sofonisba Anguissola de 
la que, algunas de sus pinturas, fueron atribuidas a El Greco o Tiziano, algunas de Lavinia 
Fontana a Annibale Carracci o un retrato de Mary Beale atribuido a Michael Sweerts. Pero no 
siempre ha sido por error. Los comerciantes de arte borraron la firma de Judith Leyster en sus 
pinturas porque las obras firmadas por una mujer tienen menos valor que las de los hombres.

 
Y después de aclarar brevemente, para olvidadizos e incrédulos, la situación de la mujer artista 
en la historia, pasemos a hacer el ejercicio de demostrar que eso es así con unos casos c
onocidos: 
- Juana Pacheco, esposa de uno de los grandes exponentes de la pintura barroca española, 
Diego Velázquez, e hija del maestro de éste, Francisco Pacheco. Aprendió el oficio en el taller 
de su padre y se sabe que trabajaba en el de su marido; pero de su obra (con su nombre) no 
se conserva nada. ¿Puede que se atribuyese a alguno de estos dos grandes hombres?

- Elisabetta Sirani fue una de las últimas representantes del barroco de la escuela boloñesa 
italiana. Al ser mujer no pudo formarse en la academia, pero lo hizo en el taller de su padre 
(Giovanni Andrea Sirani, conocido hoy sobre todo por ser el padre de Elisabetta) y a los 19 
años ya era una artista profesional con proyección internacional. Producía obras de calidad 
rápidamente, de hecho antes de su prematura muerte, a los 27 años había creado más de 
200 obras. Se cuestionó que las obras pudiesen no ser suyas, se dudaba que una mujer 
pudiese pintar tan bien, pero ella no tuvo ningún problema de hacer demostraciones en 
público. Hoy sus obras se pueden encontrar en el National Museum of Women in the Arts en 
Washington, en la Galleria d’Arte Antica en Roma o en la Pinacoteca Nacional de Bolonia.

- Frida Kahlo es seguramente la pintora más controvertida de todas las mujeres artistas. De 
estilo propio marcado por su vida y sus raíces mexicanas, rota físicamente por dentro a causa 
de un grave accidente de autobús que sufrió, compartió sus ideales comunistas y declaró que 
su estilo no se parecía en nada al de los surrealistas de su tiempo. Sin embargo, Kahlo estuvo 
siempre a la sombra de su marido, el gigante (en obra y en físico) Diego Rivera. Se dice que 
su obra estaba influenciada por la de su marido con un gusto exquisito por el arte popular 
mexicano de raíces indígenas. A pesar que Diego era el primer gran admirador de Kahlo, ella 
fue la mayor crítica del pintor. No fue hasta poco después de la muerte de la pintora que su 
obra sobresale y es reconocida mundialmente al mismo nivel que la de Diego. Sin embargo, 
Kahlo no pudo verlo en vida ya que como a otros artistas se le reconocieron los méritos una 
vez ya fallecida.

 
Probablemente el nombre de la escultora impresionista de finales del siglo XIX y principios del 
XX Camille Claudel no “suene”, pues es otra de tantas mujeres que sufrieron en vida el estar 
a la sombra de un gran coloso. En su caso ese coloso era Auguste Rodin, su maestro y su 
amante del que tuvo un hijo que abortó. A pesar de que la familia de Claudel estuvo en contra 
de su inclinación artística, excepto su padre, ella se dedicó a lo que más le gustaba, la 
escultura. Sentimentalmente unida a Rodin y considerada por el propio escultor como su musa, 
le sirve a él de fuente de inspiración para obras como La Danaïde o Fugit Amor. Colaboró con 
él en la realización de las figuras de la monumental La puerta del Infierno. Sin embargo, la 
obra de la autora, a pesar de ser muy cercana a la de su maestro, tiene su toque personal y 
femenino, sin ser nunca considerada una copia. Claudel quien sufría constantes crisis 
nerviosas fue internada en un manicomio en 1913 de dónde nunca más volvió a salir hasta su 
muerte en 1943.

 
Camille Claudel - La edad de la maduración.

No se pueden acabar estas reflexiones sin dar un vistazo, a caballo entre el análisis de la 
valía de la mujer para el arte y la constatación de la existencia de diferentes varas de medir, 
según el/la protagonista de los hechos sea un hombre o una mujer, a través de la peripecia 
vital de la pintora mencionada más arriba, Artemisia Gentileschi. Nacida en Roma en 1593, 
Artemisia, de nombre completo Artemisia Lomi, era la mayor y la única mujer (amén de la 
más dotada artísticamente) de los cuatro hijos de un pintor de origen toscano llamado Orazio 
Gentileschi, aprendió a pintar en el taller del padre, bebiendo a borbollonees del naturalismo 
típico de Caravaggio (dicen que ambos artistas llegaron incluso a conocerse en persona) e 
impregnándose de su dramatismo y de sus fuertes contrastes cromáticos.

 
Roma era en aquellos tiempos un lugar vibrante, en pleno proceso de cambio, donde se 
llevaban a cabo por doquier obras, reestructuraciones, proyectos de mejora, lo que atraía a la 
ciudad a numerosos artistas en busca de trabajo. Fue el caso de Agustino Tasis, un pintor 
especializado en paisajes y perspectivas y con fama de pendenciero, un depredador sexual 
que ya había sido juzgado por incesto y que años más tarde intentaría disparar a una 
cortesana embarazada que era su amante que, junto a Orazio, el padre de Artemisia, fue 
contratado para realizar los frescos del Casino de las Musas, en el Palacio Palavecino 
Epiglosis. Se hicieron amigos, hasta el punto de que Orazio le abrió las puertas de su casa 
Tassi aprovechó esa confianza para violar a Artemisia, que en el momento de la agresión 
tenía 18 años y tardó un año en reunir las fuerzas suficientes para denunciarlo y llevarlo a 
juicio. Del proceso se conserva documentación exhaustiva, que impresiona por la crudeza del 
relato de Artemisia y por los métodos inquisitoriales del tribunal. La opinión pública de la 
época (posiblemente como la de nuestros días) miró con sospecha esa tardanza, concluyendo 
muchos que en realidad no había habido violación y se había tratado de una relación 
consentida por la propia joven, comprando “testigos” y haciendo pasar como mentirosa a la 
víctima (¿os suena?). Sin embargo, el 27 de Noviembre de 1612, Agostino Tassi fue declarado 
culpable en una sentencia en la que tuvo más peso la posible sustracción de unos cuadros de 
Orazio que la violación; la pena que le cayó fue bastante blanda: el juez le dio a elegir entre 
cumplir cinco años de trabajos forzados o el exilio de Roma. Tassi, obviamente, eligió el exilio, 
con un detalle: Tassi ofreció un “matrimonio reparador” a Artemisia pero resultó imposible… 
porque ya estaba casado. Y la justicia (?), como quien oye llover. 

 
Artemisia Gentileschi - Susana y los viejos.

Artemisia no sólo fue violada, no sólo tuvo que aguantar ver como su agresor no cumplía ni un 
solo día de cárcel y su testimonio sobre la agresión era puesto abiertamente en duda. También 
padeció la indiferencia y el rechazo del mundo artístico de su época por el hecho de ser mujer, 
pasó por la humillación de que muchos de sus cuadros fueran atribuidos a su padre o a otros 
artistas varones y durante siglos aguantó el ser considerada como una mera curiosidad, como 
una rareza tan exótica como menor dentro de la historia del arte. Después de la sentencia y 
de todo el escándalo suscitado con el proceso, Orazio Gentileschi organizó un matrimonio 
para Artemisia que le permitiese recuperar a ojos de la sociedad la dignidad perdida y la joven 
se casó con el pintor florentino Pierantonio Stiattesi, trasladándose a Florencia donde fue la 
primera mujer en conseguir entrar en la Academia de Bellas Artes de Florencia, la misma 
institución por la que pasó Miguel Ángel.

 
Destruida psicológicamente, a pesar de su victoria judicial, canalizó en el arte todo el dolor 
que sentía. Creó obras maestras –en algunos casos, atribuidas a otros– y recreó en sus 
lienzos escenas del Antiguo Testamento donde las mujeres impartían en ellas la justicia que 
no encontraba en el mundo real. Ya en Florencia, pintó la escena bíblica: "Judith decapitando 
a Holofernes" que es sin duda su obra más famosa. Plasma el momento en el que la viuda 
Judith, ayudada por su fiel doncella, decapita a Holofernes, el general asirio enemigo que se 
había encaprichado con ella, aprovechando que está borracho y se ha quedado dormido. El 
episodio ya había sido llevado al lienzo por numerosos pintores desde el Renacimiento y se 
consideraba una alegoría del triunfo de las mujeres sobre los hombres pero en manos de 
Artemisia adquiere nuevos matices, hasta el punto de que varios estudiosos han descifrado 
en clave psicológica la violencia con que pinta la famosa escena, interpretándola como un 
deseo de venganza tras la agresión sexual que sufrió. Para entonces Artemisia ya había 
comenzado a plasmar en sus lienzos a mujeres fuertes y sufridas, heroínas, víctimas, suicidas, 
guerreras, a personajes femeninos procedentes tanto de la Biblia como de la mitología, 
adoptando una perspectiva nueva: la de una mujer, porque no le faltaba razón el filósofo 
francés Roland Barthes cuando sentenciaba que la fuerza de Artemisia Gentileschi radica en 
su capacidad de dar la vuelta a los papeles tradicionales, alentando "una nueva ideología que 
nosotros, modernos, leemos claramente: la reivindicación femenina".

 
Artemisia Gentileschi - Judith y Holofernes.

Si habláramos de la biografía
profesional de la artista, único tema de que se hablaría si fuera 
hombre, deberíamos detenernos en que, en sus telas, los rasgos faciales de las hermosas y 
enérgicas heroínas que allí aparecen tienen un parecido al rostro que se ve en sus retratos o 
autorretratos: a menudo el que le encargaba cuadros debía desear tener una imagen que le 
recordase visualmente a la autora, cuya fama iba creciendo. Su éxito y la fascinación que 
emanaba de su figura, alimentaron, a lo largo de toda su existencia, rumores sobre su vida 
privada. En el campo artístico, parejo a su trayectoria vital, habría que señalar sus evolutivos  
estilos pictóricos en sus etapas florentina, romana (de nuevo), veneciana, napolitana y 
¡londinense!. Tras su muerte en Nápoles, Artemisia Gentileschi artista cayó en un largo y 
profundo olvido que ha durado siglos. Sólo en la segunda mitad del siglo XX su arte comenzó 
a ser de nuevo apreciado por algunos críticos y su nombre, desenterrado, pero, sobre todo, 
fue a raíz de que en los años 70 el movimiento feminista convirtiera a esta artista en uno de 
los símbolos de la lucha de género que Artemisia finalmente resucitó.  
 
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1Las investigaciones de científicas, particularmente jóvenes, aunque fuesen mejores que las de sus compañeros, sobre todo de los ya consagrados, recibían menos premios y menciones. Olvidadas o relegadas a un segundo plano, ocultas por la sombra del más famoso. Realmente, ¿cómo afecta ser hombre o mujer para que se nos tome en serio? El neurobiólogo estadounidense de la Universidad de Standford Ben Barres, nacido como Barbara Barres, lo explicó muy bien; hizo una transición de sexo de mujer a hombre y reconoció que sus descubrimientos científicos tenían menos aceptación cuando los firmaba como mujer. Pero esto no solo sucede en el campo de la ciencia; han existido muchas mujeres, especialmente artistas, olvidadas a la sombra de los hombres: de sus maridos, de sus padres o incluso de sus ayudantes.

2El nombre se debe a que este fenómeno fue descrito por primera vez por la sufragista y abolicionista estadounidense Matilda Electa Joslyn Gage (1826-1898) en su ensayo de 1870 «La mujer como inventora».