miércoles, 24 de agosto de 2022

La creación musical como notario de hechos.


Lluís Llach es un músico y cantautor de lengua catalana, que
fue el último en incorporarse al grupo de Els Setze Jutges y que puede considerarse como uno de los abanderados de la Nova Cançó. Su canción más popular y más comprometida ha sido L'Estaca compuesta en el año 1968, que se adaptó como himno no oficial del sindicato polaco Solidaridad, que se convirtió en 1997 en el himno oficial del club de rugby Union Sportive Arlequins Perpignan, y que ha sido la canción de la Revolución tunecina en 2011. De perfil claramente político el cantautor, por las diferentes prohibiciones que le hicieron para poder interpretar sus canciones durante la dictadura franquista tuvo que exiliarse durante un tiempo en París. En septiembre de 1979 es el primer cantante no operístico que actuó por primera vez en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. En julio de 2015 se sumó al proyecto soberanista de Junts pel Sí (JxSí), coalición creada para participar en las elecciones al Parlamento de Cataluña del 27 de septiembre con el objetivo de contribuir al proceso de declaración de independencia, y participó en las elecciones liderando la lista de la formación por la circunscripción de Girona; desde el 26 de octubre de 2015 al 27 de octubre de 2017 fue diputado en el Parlament de Catalunya.


Coincidiendo con los años de carrera musical de Llach,
la llamada transición no había hecho más que empezar pero seguían las prohibiciones. También empezaron los conflictos laborales como la huelga general del 3 de marzo de 1976, miércoles, en el barrio de Zaramaga, Vitoria/Gasteiz, originada por el despido de setenta trabajadores que terminó con la policía disparando indiscriminadamente en la iglesia de San Francisco de Asís con el resultado de 5 muertos (en la canción de Llach aún eran 3) y 40 heridos, bajo las órdenes del ministro Manuel Fraga Iribarne (pone los pelos de punta el escuchar las grabaciones de la Policía, hechas públicas, en las que se reconoce que se está realizando una masacre.Desde la radio de la Policía se lanzó una orden clara: “A por ellos“-¿os suena?-, había que “desalojar todo lo desalojabley, tras varias conversaciones entre mandos policiales se atacó la iglesia, pese a que los mandos desplazados hasta el lugar insistieron en que no había provocación por parte de los manifestantes). A partir de esos hechos, la Policía perdió prácticamente el control de la ciudad hasta las nueve de la noche, que llegaron refuerzos de las provincias limítrofes, que intentaron imponer el orden, tras “haber disparado mil tiros y contribuir a la paliza más grande de la historia”. Aquel jueves el Secretario General del SPD de Alemania, Willy Brandt, canceló la entrevista con Fraga que participaba en Alemania en una campaña diplomática para vender internacionalmente una reforma avalada por la monarquía. El sábado, Manuel Fraga Iribarne (hay quien considera que fue él quien dio la orden de disparar contra los manifestantes; con su muerte se llevó también a la tumba la verdadera historia), entonces Ministro de la Gobernación, junto con Rodolfo Martín Villa, Ministro de Relaciones Sindicales, y el general Campano, director de la Guardia Civil, intentaron reducir el impacto de su decisión. Todavía prohibidos los derechos de reunión, manifestación y de huelga, los sindicatos, ilegales también, convocaron huelgas en toda España que tuvieron especial importancia en Gasteiz, en el cinturón industrial madrileño y en Euskadi donde tuvo lugar el 8 de marzo una huelga general. Posteriormente, los altercados se multiplicaron y las huelgas generales de protesta se sucedieron durante varios meses. La movilización social creció exponencialmente y también la represión (Montejurra, etc.).


Finalmente, el rey tuvo que cesar a Carlos Arias Navarro y nombrar presidente del gobierno a Adolfo Suárez el 1 de julio de 1976..La Ley de Amnistía impidió investigar estos hechos. Durante décadas las víctimas y sus familiares reclamaron justicia.
Y en 2008, una comisión del Parlamento Vasco consideró responsables políticos de los sucesos a los "titulares de los ministerios actuantes en este conflicto": Manuel Fraga Iribarne, ministro de Gobernación (en Alemania durante los sucesos, correspondiéndole ser "ministro de jornada", encargado de cubrir ausencias de otros y de asumir responsabilidades a Adolfo Suárez), Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales, y Alfonso Osorio, ministro de Presidencia. Interpol solicitó en 2014 la detención preventiva con fines de extradición de varios implicados en la matanza, entre ellos Rodolfo Martín Villa, quien la jueza argentina María Servini de Cubría considera que es “responsable de la represión” y que “los hechos de los que resulta responsable” son sancionables con las “penas de reclusión o prisión perpetua”, en referencia al delito de homicidio con el agravante de haber sido cometido con el concurso premeditado de dos o más personas. Por primera vez, el 3 de marzo de 2012, el Gobierno Vasco homenajeó a las víctimas de la violencia policial de 1976 y la portavoz de Gobierno Vasco y consejera de Justicia participó en una ofrenda floral acompañada de los secretarios generales de UGT y CC.OO.


Volviendo a la mú
sica, enterado del hecho, Llach se puso a trabajar en una creación inspirada en el dolor y en la desesperación, y nació Campanades a morts, una pieza de casi veinte minutos de duración, estrenada en Euskadi, a finales del mismo año en un recital muy emotivo, con la incorporación de una orquesta sinfónica dirigida por Manel Camp y la Coral Sant Jordi dirigida por Oriol Martorell. Esta cantata fúnebre está llena de tensión y tragedia, reflejo del momento. Musicalmente, en la segunda cara del disco, que tiene el mismo nombre que la canción, destaca sobre todo la popularísima Laura. El 3 de marzo de 2006, Llach interpreta esta pieza en el pabellón Fernando Buesa Arena, de Vitoria, para conmemorar el 30 aniversario de los hechos. En palabras del cantautor en la presentación del emotivo concierto, "Nunca habría pensado que, pasado este tiempo, fuera necesario un concierto para ayudar a las familias y compañeros de los que sufrieron aquel espeluznante caso de terrorismo de Estado que fue el 3 de marzo de 1976 en Vitoria. Buena muestra de que ese periodo se cerró en falso es que el Estado español nunca ha pedido perdón a aquellos trabajadores reunidos en asamblea en una iglesia que discutían sobre mejoras sindicales". Resulta llamativo, sin embargo, que los llamados Sucesos de Vitoria, aparte de Llach (catalán) sólo fueron objeto de homenaje por cinco grupos musicales vascos y ninguno de Castilla, Andalucía o Madrid, pongamos por caso, como si lo sucedido lo hubiera sido en un lugar exótico y ajeno. Y no vale “culpar” al perverso binomio, válido para todo, Euskadi/ETA, ya que ese año 1976, tras la muerte de Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975, se abrió un periodo de debate interno en el seno de ETA-pm (ETA político-militar) sobre la dirección que debía tomar la organización ante el escenario planteado por el fallecimiento del dictador y la hipotética evolución que pudiera tener el régimen franquista hacia nuevas formas de gobierno democráticas. ETA-pm trató durante ese año de perfilar su estrategia de futuro, que incluiría cauces no solo militares sino también políticos de actuación. En paralelo, afrontaba una campaña de financiación mediante atracos, secuestros y campañas de extorsión que afectaron principalmente a la clase empresarial vasca. Sólo es una hipótesis, por supuesto, pero ¿no será que, como periferia, realmente es ajeno? Si se pone en valor eso tan de moda de que “Madrid ES España” por ser centro, habrá que convenir que un territorio no-centro puede NO SER España aunque sea DE España. Y así vamos.



 

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