domingo, 14 de agosto de 2022

Pompeya ¿romana?

 


Dentro de unas fechas, este mismo mes de agosto (otras fuentes señalan el 24 de octubre como día del apocalipsis que se produjo), hace exactamente 1.943 años de la erupción del volcán en el monte Vesubio, en Italia, una de las erupciones volcánicas más famosas y mortíferas de la historia de Europa, presenciada y documentada por Plinio el Joven1. Esta catástrofe alcanzó a las ciudades romanas de la actual Campania italiana Pompeya, Herculano y Estabia, que quedaron sepultadas por varias capas de ceniza volcánica y no serían excavadas hasta bien entrado el siglo XVIII, así como otras zonas circundantes. El total de habitantes en estas ciudades en esa época era entre 16 000 y 20 000 personas; los restos de cerca de 1500 personas han sido encontrados en Pompeya y Herculano, pero el total de fallecidos es desconocido. La erupción del 79 fue precedida por un poderoso terremoto 17 años antes que causó una destrucción generalizada alrededor del golfo de Nápoles, y particularmente en Pompeya, aún no reparada cuando el volcán hizo erupción. Había habido algunas señales extrañas: en mitad del verano aparecieron peces flotando muertos en el río Sarno, que pasaba por Pompeya, los pozos se secaron inexplicablemente y las vides en las laderas del Vesubio se secaron, muriendo misteriosamente; la actividad sísmica, aunque no era fuerte, se volvió mucho más frecuente. Obviamente algo no iba bien. Por extraño que parezca, aunque hubo gente que se marchó de la ciudad, la mayoría de la población parecía seguir sin preocuparse demasiado por lo que estaba ocurriendo, pero poco se imaginaban que estaban a punto de vivir el apocalipsis.


La mañana del 24 de agosto de 79 d.C. una explosión tremenda indicó que el magma que se había ido acumulando durante los últimos mil años había acabado por estallar en el cráter del Vesubio. El volcán despidió fuego y humo. En aquel momento puede que pareciera que el monte tan solo estaba ofreciendo un inofensivo espectáculo de pirotecnia, pero a mediodía el Vesubio entró en erupción: una explosión aún mayor reventó el cono entero del Vesubio y un hongo enorme de partículas de piedra pómez se alzó con una potencia de la explosión calculada 100.000 veces mayor que la de la bomba nuclear que devastó Hiroshima en 1945. La ceniza que empezó a caer cual lluvia sobre Pompeya era ligera de peso, pero la densidad era tal que en pocos minutos todo estaba cubierto varios centímetros. La gente intentó escapar de la ciudad o buscar cobijo en cualquier sitio, y los que no pudieron resguardarse intentaron desesperadamente mantenerse a flote de las crecientes capas de material volcánico. Después, al final de la tarde llegó otra explosión masiva, levantando una columna de ceniza más alta que la nube anterior. Cuando la ceniza volvió a caer, era en forma de piedras mucho más pesadas que en la primera erupción y el material volcánico que ahogaba la ciudad ahora llegaba ya a los dos metros de grosor. Los edificios empezaron a colapsar bajo el peso acumulado; los supervivientes se apiñaron junto a las paredes y bajo las escaleras para protegerse mejor, algunos abrazándose a sus seres queridos o aferrándose a sus bienes más preciados. Luego, la enorme nube que flotaba por encima del volcán colapsó bajo su propio peso y golpeó la ciudad con seis devastadoras oleadas de aire y ceniza supercalentados, asfixiando y asando literalmente los cuerpos de toda la población. La ceniza siguió cayendo e, inexorablemente, la ciudad, otrora llena de vida, quedó enterrada a varios metros, condenada al olvido y borrada de la faz de la Tierra.


Sólo en el siglo II Pompeya volvió a tener un atisbo de vida, pero en el siglo IX la ciudad fue nuevamente abandonada, debido a las nuevas erupciones del Vesubio, terremotos y las incursiones sarracenas. La ciudad cayó en el olvido. Sepultadas bajo un «colchón» de tres metros de ceniza y lava, las ciudades citadas quedaron conservadas casi dos mil años hasta que se llevaron a cabo las excavaciones. Pompeya fue “redescubierta” en 1755, cuando comenzaron las obras de construcción del Canal de Sarno. Las historias locales sobre "la ciudad" demostraron estar basadas en hechos al descubrir que tan solo a unos metros bajo el detrito volcánico había una ciudad entera. Pompeya no vivió el expolio, ni la reutilización de los materiales de sus templos para los edificios de la gente que ha habitado la región de Campania en estos dos mil años. Y ese es el verdadero tesoro para el arqueólogo y para el amante de la historia. A partir de entonces, Pompeya se convirtió en una parada esencial del popular Gran Tour, que visitarían figuras tan famosas como Johann Wolfgang von Goethe, Wolfgang Amadeus Mozart o Henry Beyle (Stendhal). De hecho, este último captó perfectamente la extraña y poderosa impresión que causaba esta enorme ventana al pasado en el visitante moderno cuando escribió, "... aquí te sientes como si, solo por estar aquí, sabes más de este lugar que cualquier estudioso". Aparte de los restos arquitectónicos, los estudiosos de Pompeya tienen a su disposición una mina mucho más grande de artefactos históricos más raros, una verdadera cueva de los tesoros de información que facilita un entendimiento único del pasado. Por ejemplo, la cantidad de estatuas de bronce ha hecho que los estudiosos reconozcan que este material se usaba mucho más en el arte romano de lo que se creía. Una fuente especialmente abundante de información son los restos esqueléticos, y la posibilidad de hacer moldes de las impresiones dejadas por los muertos en el material volcánico proporciona pruebas de que la mala dentadura era un problema común; el esmalte se gastaba a causa de las piedras en el pan, un residuo del basalto de la muela del molino. Las caries y los abscesos a causa de una dieta demasiado dulce eran un problema cotidiano, y también abundaban la tuberculosis y la malaria. Los restos esqueléticos de los esclavos, a menudo encontrados todavía encadenados a pesar del desastre, también nos cuentan una triste historia de malnutrición, artritis crónica y deformidad a causa del excesivo trabajo.


Aunque la ciudad de Pompeya se ha conservado en un estado envidiable bajo la capa de cenizas, hay que tener en cuenta que durante la erupción los edificios vivieron un fenómeno muy parecido a un bombardeo, motivo por el cual la mayoría de los tejados se vinieron abajo y muchas edificaciones grandes se hallaron gravemente arruinadas. Sólo chirría en el análisis de un pasado fatídico la definición “ciudad romana de Pompeya” en la adscripción de los hallazgos. ¿Romana? En realidad, los orígenes de Pompeya son discutidos. Los restos más antiguos hallados en la ciudad son del siglo IX a. C. y la mayoría de los expertos está de acuerdo en que la ciudad debía de existir ya en el siglo VI a. C. con las dimensiones que tenía en la época de la erupción y estar ocupada por los oscos, uno de los pueblos itálicos de la Italia centro-meridional, según confirma Estrabón en su Geografía. Desde el siglo VIII a. C. habían existido colonias griegas en la región, los etruscos se establecieron en ella alrededor del siglo VII a. C. y durante más de ciento cincuenta años rivalizaron con los griegos por el control de la zona. A finales del siglo V a. C. los samnitas, otro pueblo itálico de lengua osca, invadieron y conquistaron toda la actual Campania y hasta la mitad del siglo IV a. C. la ciudad formó parte de la llamada confederación samnita y servía de puerto a las poblaciones situadas río arriba. Los nuevos gobernantes impusieron su arquitectura y ampliaron la ciudad; se cree que durante la dominación samnita, los romanos conquistaron la ciudad durante un corto periodo, pero esas teorías nunca han podido ser verificadas. Pompeya entró definitivamente en la órbita romana en calidad de ciudad aliada a principios del siglo III a. C., tras las guerras samnitas; la forma de gobierno de la ciudad (estaba gobernada por un magistrado elegido anualmente y un consejo compuesto por exmagistrados) cambió a raíz de la participación de la ciudad, entre el 91 y el 89 a. C., en la guerra de los Aliados, emprendida contra los romanos por sus “socios” itálicos por no conceder aquellos la ciudadanía romana a estos. En el transcurro de la guerra, Sila2 sitió y tomó la ciudad en la primavera del 89 a. C.15 y tras ella los pompeyanos lograron obtener la plena ciudadanía romana volviéndose definitivamente parte integrante de la Italia romana . Hay que decir que Sila modificó la situación de la ciudad, haciéndola pasar a “colonia” para poder asentar en ella a sus veteranos de las guerras griegas, reubicando entre cuatro y cinco mil legionarios en la ciudad, “ciudadanos romanos de pleno derecho”3. Pompeya asumió en poco tiempo el aspecto de una ciudad romana muy activa, rica en santuarios, palacios, grandes monumentos, jardines, villas suntuosas y fuentes artísticas. Ciertamente, siguió en la ciudad otro periodo de prosperidad, se formó un senado local y se construyeron un nuevo anfiteatro y un odeón, con capacidad para cinco mil y mil quinientos espectadores respectivamente. Tras siglos de altibajos, la ciudad había alcanzado finalmente su apogeo… hasta que el Vesubio dictó su ley. Pero queda la duda de si era una ciudad romana o una ciudad con pobladores romanos. Y así se enseña todo en la historia.


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1Caius Plinius Caecilius Secundus, conocido como Plinio el Joven, fue un abogado, escritor y científico de la antigua Roma, sobrino e hijo adoptivo del naturalista Plinio el Viejo. Sus “cartas”,aunque escritas varias décadas después de los hechos, son un testimonio único de la administración ordinaria del siglo I. En sus primeras cartas de juventud describe la erupción del monte Vesubio y la muerte de su tío y mentor, Plinio el Viejo, en Estabia, a causa de dicha erupción. ([Mi tío] estaba en Miseno y mandaba personalmente la escuadra. El noveno día antes de las calendas de septiembre, casi a la hora séptima, mi madre le señaló la aparición de una nube de inusitadas grandeza y forma. Había tomado el sol y se había lavado con agua fresca y luego había comido un poco, y echado, estudiaba. Se puso las sandalias y subió a un sitio desde donde se podía contemplar mejor aquel portento. Aparecía una nube y los que la miraban desde lejos no sabían desde qué montaña salía, pero después se supo que se trataba del Vesubio). En su honor este tipo de erupciones se conocen como plinianas. Estas cartas estaban dirigidas a su amigo Tácito, uno de los grandes historiadores romanos, para darle una visión cercana y certera de la muerte de su tío. En su segunda carta a Tácito, Plinio el Joven describe su propia experiencia en Miseno, puerto situado al oeste del Vesubio. “Aquella noche fue tan fuerte que parecía que todo, más que moverse, se venía abajo. Mi madre entró precipitadamente en mi habitación justo cuando yo salía con intención de despertarla si dormía. (...) Llegó la primera hora del día y todavía no había claridad. Los edificios de los alrededores estaban tan agrietados que en aquel lugar descubierto y angosto el miedo crecía por momentos. Entonces nos pareció oportuno abandonar la villa”.

2Lucio Cornelio Sila Félix fue uno de los más notables políticos y militares romanos. La posteridad ha estado muy dividida en su juicio sobre Sila, considerado por algunos un monstruo sanguinario y elogiado por otros a causa de sus dotes políticas. La decisión de Sila de hacerse con el poder, posible por las reformas militares que ligaban la lealtad del ejército a su general más que a Roma, desestabilizaron permanentemente las estructuras de poder romanas

3Es una herramienta, la de ocupar un territorio con “adeptos fieles”, frecuentemente utilizada para manipular y desvirtuar; sin entrar a hechos históricos de un pasado remoto, la población con judíos ortodoxos en los territorios ocupados por Israel en Palestina, la ocupación por marroquíes de la “Marcha verde” del Sahara que fue español o la actual “oferta” de concesión de pasaporte ruso a los ciudadanos ucranianos que lo soliciten, obedecen a este patrón.

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