El problema es que, desde hace unos años, el análisis se centra en la malhadada crisis, en la confusión que genera, y en la dificultad de establecer propósitos de mejora sobre algo que no acaba de conocerse, Es, como decía el recientemente desaparecido intelectual italiano Giorgio Bocca, "una crisis de la cual nadie sabe nada, que nadie sabe con exactitud cómo empezó ni cómo acabará; nunca en la historia de la humanidad se había llegado a una oscuridad de esta naturaleza".
Y si se saben las razones, aún peor. Valga una anécdota, como se dice en estos casos, real como la vida misma: un empleado de IBM, Ed Thorp, publicó en 1962 el libro "Beat the dealer" (Vence a la banca) en el que divulgaba un modelo estadístico de conteo de cartas para vencer en el blackjack. Pase que la obra se convirtiera en el libro de cabecera en lo concerniente a juegos de azar; lo que es más difícil de digerir es que se retocara para transformarse en "Beat the markets" (Vence a los mercados) y sirviera de base a Fischer Black y Myron Scholes para promulgar precisamente la conocida como fórmula Black-Scholes, utilizada en Wall Street para poner precio a los derivados financieros.
Es decir, los mercados gobernados por las leyes del azar...
Ed Thorp |
Cuando se le preguntó a Ed Thorp si se sentía algo culpable por haber contribuido a crear mecanismos que habían desembocado en la mayor crisis financiera en mucho tiempo, su respuesta fue que el problema no eran los derivados en sí mismos, sino la falta de regulación sobre ellos.
Acabáramos. Algo así (pero diferente, naturalmente) sobre los prejuicios de Einstein por la utilización bélica de la energía nuclear.... a posteriori.
Por todo ello, más allá de propósitos personales (que también) hay que reafirmarse en pedir al nuevo año toneladas de sentido común a quienes mueven el cotarro político y económico-financiero, promoviendo que quienes se han enriquecido sobre la ausencia de regulación contribuyan parcialmente a salir del marasmo. Y no es utopía.
Lo dicho, muy feliz año 2012
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