Con todo, el anunciado caballo de batalla representativo del cambio propuesto es la sustitución de la asignatura de Educación para la ciudadanía por la de Educación cívica y constitucional, con el argumento de que la primera contiene cuestiones controvertidas y se presta al adoctrinamiento ideológico.
Ya. Y consignar en el propio título de la asignatura la interrelación cívica/constitucional no es ideológico, ¿no?. Dejamos para otro momento el comentar sobre el uso de lengua vehicular y cómo hacerlo, pero, ceñido sólo al aspecto señalado, es preocupante que los poderes públicos sigan pensando que la educación es un arma arrojadiza entre partidos olvidando que es el sustrato del futuro.
Si los políticos que están de manera alterna en la oposición y en el poder leyeren con una mínima amplitud de miras las conclusiones de los sucesivos informes PISA que se han ido publicando y, en un esfuerzo de objetividad analizaran por qué estamos a la cola en eficacia educativa llegarían a la conclusión de que la educación es un tema DE ESTADO y no de partido y que, independientemente de quién esté en el poder, la formación mínima exigida a nuestros jóvenes tiene unos estándares razonables (y ¡ojo! homologables por el resto de países en una situación global de requisitos cada vez en mayor convergencia). Así se evitan, por ejemplo, situaciones patéticas de ridículo académico como las ocurridas en algún país hermano en el que, según quién está en el gobierno, se cita un período de su historia reciente como dictadura o como régimen autoritario. Hemos de saber en realidad qué queremos, cuáles son las materias básicas que no cambiarán con quién este en el gobierno, qué necesidades posteriores, alineadas con el mercado laboral y profesional deben contemplarse, de qué medios disponemos...
La calidad de la educación recibida es el poso para la eficacia de una posterior formación universitaria y el determinante de la adecuación a un mercado laboral que aglutine la formación con la estructura de la actividad del país. Sólo así pueden evitarse casos sonrojantes de recién titulados, con dos masters y tres certificaciones de especialidad que defienden con ardor y argumentos sólidos su opción política y la relación con su trabajo pero que son cuasi analfabetos funcionales en la resolución de problemas aritméticos simples (¿raiz cuadrada de 121? Pero eso, ¿no lo hace la máquina?) o en la interpretación de textos complejos (y no digamos si se topan por error con unos versos como los de Rodrigo Caro: "Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa." Sin comentarios)
El management del futuro está en manos de los educandos de hoy. Es responsabilidad nuestra facilitar que la educación que reciben sea la que el futuro demanda.
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