jueves, 31 de enero de 2013

Sobre la corrupción

Es imposible sustraerse hoy día a lo que puede definirse como el mayor daño a la "marca España", tan trabajosa de construir y que tantos esfuerzos y sacrificios está costando, como es el hedor generalizado que produce el cúmulo de noticias alrededor de la corrupción,
Duele que el New York Times publique en portada que España es un país corrupto, porque eso no se ajusta a la realidad: ni TODA la clase política es corrupta ni, por supuesto, el país lo es.
Sin embargo, la famosa frase de "el poder corrompe" parece cobrar actualidad a la vista de la evolución de los últimos casos conocidos. La ciudadanía está legítimamente indignada y los partidos políticos han de entender que con esa indignación y la exigencia de explicaciones no se está atacando a ninguna sigla en concreto (al menos no sólo a ella) sino que se está poniendo de manifiesto el hartazgo que representa el descubrimiento de que, mientras parece entonarse un requiem al estado de bienestar, algunas elites han aprovechado para enriquecerse de manera obscena. No son opiniones gratuitas: recientemente, en organizaciones supranacionales se ha asimilado la corrupción al crimen organizado, lo que demuestra la importancia que se le da.
No vamos a entrar en estas líneas en el análisis, ni económico ni político de casos concretos, sino, simplemente, recordar algunas ideas básicas acerca del problema.
La  corrupción corresponde a la moralidad de  las personas y podemos definirla como la práctica y utilización de las funciones y medios, especialmente públicas, en provecho, económico o de otra índole,
de sus gestores y genera una repercusión de gran calado en la percepción social del fenómeno cuando se conoce dado que es el  erario, propiedad de todos, el atacado, frente al caso de la corrupción de entes privados en los que dicha corrupción es de ámbito limitado y no público.
Ciertamente, todos los sistemas de poder son susceptibles de corrupción dado que su origen radica en la propia condición humana de corruptibilidad. En mayor o menor medida, pues, cualquier grupo o grupos de individuos puede acabar siendo atacado por el fenómeno de la corrupción, en cualquier ámbito y nivel ya que el grupo depende en última instancia del funcionamiento de todos y cada uno de sus miembros, lo cual implica, paralelamente, la evidencia de que no puede mantenerse de forma indefinida, y menos aún en grupos abiertos donde los miembros se van sucediendo de forma continuada (a través de elecciones por ejemplo).


La corrupción que no se erradica oportunamente se vera propagada e impregnará todas  las esferas y estructuras de la sociedad. Y quienes más sufren las consecuencias son los sectores mayoritarios de la población, que son los que poseen menos recursos.



Actualmente, diferentes fuentes muestran que el fenómeno ha adquirido dimensiones preocupantes porque las altas esferas de la política y los negocios se han visto (se ven) afectadas por escándalos muy importantes. Además las recurrentes acusaciones mutuas de corrupción entre los políticos de diferente color no han cesado de aumentar, invalidando su conversión dudosa en "líderes naturales". La ética, sin duda alguna, ha cobrado una extraordinaria importancia como medio para enfrentar la inexistencia de valores comunes y la expansión de la corrupción. Una de las razones del aumento de la corrupción es la falta de transparencia y la necesidad de rendición de cuentas en los sistemas de administración pública, que es un hecho evidente y reconocido y que ha causado una mayor sensibilidad por parte de la comunidad al fenómeno de la corrupción.
Hay un amplio sentimiento de que el servicio público ha perdido su función original, que muchos elementos dentro de él son corruptos, y que también lo son muchas de las empresas del sector privado que comercian con el Estado.
Nos tememos que sea un tema sobre el que habrá que volver.

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