domingo, 9 de marzo de 2014

La confianza ES la vida



Hace pocos días, en una visita médica se suscitó una duda, luego solventada satisfactoriamente, de la aparente falta de identificación de unas radiografías, lo que obligó al galeno a actuar con pies de plomo en tanto se aseguraba de que la imagen que estaba viendo era MI imagen interna, ya que, ciertamente, no aparecía mi nombre por ningún sitio.

- No se ofenda -decía- pero comprenda que hasta que no esté seguro de que estas radiografías son las suyas, no debo hacerle ningún diagnóstico ni tratamiento, porque podía haber un simple fallo administrativo y corresponder a otra persona.

Y yo lo comprendía, claro, y no me ofendía en absoluto pero, por esa tendencia personal a concatenar y relacionar cosas, empecé a darle vueltas al magín acerca de la importancia de los registros documentales de cosas que damos por hechas, y a las que, por consiguiente, no les concedemos ni la más mínima importancia.
Hasta que lo pensamos....
Por ejemplo, cosas de tan poca relevancia como ¿quién soy yo? ¿cuándo y dónde nací? ¿cómo me llamo? ¿quiénes son mis padres?.....

Si nos fijamos, nadie puede acordarse del momento de su nacimiento, lo que quiere decir que, en principio, no tiene ni pajolera idea de todo lo que le rodea ese instante que condiciona incluso su signo astrológico de la fortuna, el amor y esas cosas (por no decir la catalogación social del dónde y cuándo has nacido,  como si eso tuviera importancia después para ser persona). Ciertamente hay documentos que dan respuestas y prueban (?) todas esas cuestiones. Documentos que podría ser falsos, naturalmente (no sería, por desgracia, la primera vez), pero, más allá de los registros documentales, todos nosotros nos hemos sentido confortables y hemos tenido respuesta con la información verbal que nos han ido transmitiendo nuestros padres, sin necesidad de documentos. Yo estoy convencido de que me llamo X, o que nací en tal fecha y en tal sitio porque así me lo han ido diciendo desde que recuerdo personas en las que confiaba ciegamente, y esa confianza vale más que cualquier registro. Estamos de acuerdo en que después es conveniente que haya un papel que lo confirme administrativa y socialmente ante terceros, pero la base es que la vida siempre es confianza entre personas.Y en casos realmente importantes como cuál ha sido tu cuna, somos totalmente ignorantes de la verdad y hemos de confiar, necesariamente, en otros.


Hay pocas cosas peores, aunque no sean motivo de esta reflexión, que la constatación de engaño interesado por parte de los padres (o quien decían serlo) de una persona. Y, trascendiendo los limites íntimos, y extrapolando a otros aspectos de la vida, cuando alguien miente o engaña, está cavando con esa desconfianza creada su propia fosa social, a la corta o a la larga.

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