— Al parecer se trata de una labor pionera en la ONU.
— Así es. Hasta ahora no hay nada en el derecho internacional sobre los
procesos de reestructuración de deuda soberana; esto siempre se ha
dejado en manos del mercado; y cuando digo mercado es un término
eufemístico que tiene que ver con poderes financieros y con la
especulación. El comité concluyó su trabajo aprobando de manera unánime
nueve principios, que marcan un antes y un después en la historia de
cómo la ONU trata los procesos de reestructuración de deuda soberana.
— ¿La idea es regular el endeudamiento de los Estados?
— La idea es la reestructuración de la deuda y, junto a esto, tratar de
construir un sistema de contrapesos al FMI. No todos los países están de
acuerdo con este proceso; en la resolución del año pasado, 11 países
han votado en contra del mismo: Estados Unidos y sus aliados; su argumento es que
éste no es un tema para la Asamblea General de la ONU, sino para el FMI.
Nosotros hemos roto ese esquema, porque consideramos que no es un tema
de especialidad, sino que está estrictamente vinculado a la democracia.
Esos 11 países tienen menos del 11% de votos en la Asamblea, donde todos
somos iguales, cada país, un voto; pero tienen casi el 40% de votos en el
FMI; quieren que el tema se trate donde ellos tienen control, y no donde
hay un ambiente democrático; esos 11 países reúnen a los grandes
acreedores, al centro financiero mundial.
— La deuda es de dominio del FMI porque tiene, se dice, un carácter estrictamente económico.
— Antes era un tema solamente para el FMI; pero se ha convertido en un
tema o escenario para el resto de los Estados miembros. ¿Por qué? Porque
cuando hablamos de reestructuración de la deuda, no estamos hablando
solo de un tema vinculado al sistema financiero; es un hecho relacionado
con la capacidad de crecimiento de un país, por ello, con su capacidad
de desarrollo, con los derechos económicos y sociales, con la calidad de
su sistema político y, finalmente, con su democracia; entonces, es un
tema esencial, que ha cobrado relevancia con la crisis que se vive
todavía en Grecia. Así, la reestructuración de la deuda no es un tema exclusivo
de los países en desarrollo; en los desarrollados también se produce
este fenómeno.
— Hablemos de los principios. El primero es la potestad del Estado para reestructurar su deuda.
— El hecho de establecer que la reestructuración de la deuda es parte
del derecho de un Estado implica que los acreedores y sus representantes
tienen límites a la hora de imponer condiciones. Está vinculado a otro
principio, que tiene que ver con el respeto a la jurisdicción de los
Estados. Lo que pasa, por ejemplo, con los “fondos buitre” en Argentina:
un solo juez, el juez (Thomas) Griesa, pudo paralizar el proceso de
reestructuración de deuda de un Estado soberano. Eso genera un nivel de
inestabilidad y de inseguridad jurídica tremendo. ¡Cómo es posible que
un juez pueda sobreponerse a la soberanía de los Estados, un juez de un
distrito judicial cualquiera! Esto se da justamente por este vacío en el
derecho internacional.
— Transparencia. En el mundo financiero parece muy difícil...
— La transparencia y evitar la corrupción son temas fundamentales,
porque, por ejemplo, los “fondos buitre” trabajan para especular, no
invierten nada, no prestan nada; pero buscan dónde hay problemas de
deuda, compran los bonos de esa deuda a precios bajos, y luego litigan
con el Estado pidiendo más dinero; especulación pura. Entonces, es
necesaria la transparencia para que, entre otras cosas, los Estados
sepan cuáles son los operadores financieros que trabajan como fondos
buitre, para que tengan cuidado, y también para que las distintas
jurisdicciones sepan que ese tipo de especulación es atentatoria, en
este caso a estos nuevos principios.
Sacha Llorenti |
— También se habla de la sustentabilidad de la reestructuración: cuidar el derecho del acreedor pero también asegurar el desarrollo del país, no bloquearlo.
— Así es. Además no solo
porque es violatorio a los derechos económicos y sociales, sino porque
es absolutamente antieconómico. No se puede exigir medidas de ajuste
estructural, que es lo que nos pasó a nosotros en los ‘80, tan
dramáticas que cortan nuestras posibilidades de desarrollo, a título de
satisfacer la demanda del sistema financiero. Se propuso, por ejemplo,
que la reestructuración esté vinculada al Producto Interno Bruto (PIB)
de los países; que se planifique la reestructuración tomando en cuenta
las posibilidades de desarrollo del país.
— Por lo común se ve este tipo de programas solo para los países ‘subdesarrollados’, pero el tema de la deuda también es un problema de los desarrollados.
— Así es. Le pasó a
Argentina, un miembro del G20, un país con una economía grande. Se sacó
algo positivo de eso, porque Argentina sí tuvo la musculatura para hacer
defender sus derechos, y tomó un liderazgo en distintos grupos
regionales para combatir a los “fondos buitre”. Pero veamos lo que está
pasando en el sur de Europa: no es solamente Grecia; Italia, España,
Islandia, Portugal, Ucrania, todos con problemas de deuda; no es un tema
solamente de los países en desarrollo; es un tema que tiene que ver con
el sistema financiero en general.
— Y también para el acreedor. Al propio acreedor le interesa que el pago de la deuda sea sostenible.
— Sostenible y previsible, que haya previsibilidad a la hora de
resolver estos problemas. En lo que no se puede caer es en la lógica
especulativa, atentatoria de los derechos económicos y sociales y que
todo esto se convierta en una especie de chantaje político.
— Había la idea de constituir un Tribunal de Deuda Soberana, en el mismo nivel de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).
— Por eso esto es un hito histórico; estamos abriendo la puerta para
que el órgano más democrático del mundo, con todas sus limitaciones y
defectos, que es la Asamblea General de Naciones Unidas, trate estos
temas. El primer gran paso son estos principios; luego, la idea es que
el comité continúe trabajando para ver estas opciones; esa (las del
Tribunal sobre deuda) es una opción; hay otras opciones que hablan
solamente de mediación; otros que proponen algo intermedio; pero lo que
está claro es que tal y como está el sistema, no resuelve ningún
problema; todo lo contrario.
— ¿Qué va pasar si el FMI pone sus reales y dice no, aquí valen estas nuestras reglas?
— Yo creo que tarde o temprano el FMI y los países que se oponen a este
proceso se van a dar cuenta de que estamos en una ruta irreversible,
que toma tiempo, por supuesto, como todo en el sistema internacional;
pero es una ruta irreversible de transformación del sistema financiero
en su conjunto.
— Pero el tema, como siempre, es el efecto concreto que tendrán estos principios.
— Si estos principios son aprobados en la Asamblea en septiembre, todos
los futuros contratos, todas las futuras litigaciones vinculadas con la
reestructuración de deuda van hacer referencia a estos principios; todo
el mundo va a decir, ‘pero hay unos principios’. Con la debida
diferencia, será como cuando se habla de la Declaración Universal de
Derechos Humanos; está ahí, se convierte en un punto de referencia
ineludible, en la base de construcción de un sistema distinto. De aquí a
algunos años, esto será un punto de referencia para hablar de una
transformación en el sistema financiero. Otra gran ventaja es que las
economías emergentes, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica), están acompañando este proceso.
A la vista del denso contenido de la entrevista, uno tiene la tentación de remarcar alguna de las frases del Sr. Llorenti, dada su relevancia en la situación actual, pero hemos preferido no hacerlo y dejar así a cada lector/a que llegue a sus propias conclusiones y con sus criterios.
Continúa...
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