En la tradición católica, la misa es uno de los géneros más importantes de la música religiosa y consta de una estructura fija que incluye las secciones correspondientes del servicio religioso principal de la Iglesia. La misa de difuntos presenta algunas diferencias respecto a otro tipo de misas, ya que incluye partes que no aparecen en estas y también elimina algunos de los fragmentos que contiene la misa tradicional. La Misa de Réquiem en re menor K. 626 es la última obra que Mozart compuso y, probablemente, una de las más importantes de todo su catálogo, no sólo por su calidad musical, sino también por la leyenda que a ella va asociada. Mozart escribió mucha música sacra, aunque casi toda durante el periodo que pasó en la corte de Salzburgo, ya que en Viena solo compuso la Misa en do menor KV 427 y este magnífico Réquiem. Entre los innumerables mitos que rodean la muerte de Mozart, destaca aquél que refiere a la Muerte misma visitándolo para solicitarle que escriba su propio Réquiem. Las restantes verdades a medias, alentadas en nuestro tiempo por la película Amadeus, volvieron a tomar forma durante un tiempo: el envenenamiento por la mano oculta de Salieri; la fosa común que resultó ser una tumba compartida; la ausencia de su mujer Constanza en el funeral, una costumbre de la época; la tormenta en el entierro aunque aquel día fue claro y luminoso; y por último, que murió en bancarrota... lo más cercano a la verdad porque al momento de su muerte Mozart le debía a cada santo una vela. El Requiem, misa de requiem (descanso), o misa de difuntos es una misa votiva, es decir, una misa ofrecida por voto en una ocasión determinada independiente del calendario litúrgico. Los textos, en latín, de sus partes cantadas están prefijados, en el caso del fragmento que recordamos,
Lacrimosa dies illa
qua resurget et favilla
iudicandus homo reus.
Huic ergo parce, Deus.
Pe Iesu, Domine,
dona eis requiem. Amen.
La composición de esta obra está rodeada de misterio. El réquiem fue encargado a Mozart por un desconocido enviado por el conde Walsegg, que era un músico aficionado que deseaba que el compositor escribiese una misa de difuntos para el funeral de su esposa. El hecho de no presentarse él mismo y enviar en su lugar a un desconocido, que vestía completamente de negro para permanecer en el anonimato, responde a su verdadera intención, que no era otra que apropiarse de la composición y hacerla pasar como propia. Mozart se encontraba en un momento muy complicado: su salud decaía y se encontraba muy abatido desde la muerte de su padre y, a consecuencia de esto, casi obsesionado con su propia muerte, por lo que todo lo que rodeaba a este encargo secreto llegó incluso a atemorizarle… o eso dice, al menos, la leyenda. Lo que sí es cierto es que el conde no pudo finalmente cumplir su cometido, ya que la enfermedad de Mozart se encontraba en un estado muy avanzado y al joven compositor le sobrevino la muerte antes de ver terminada su gran obra. Solo llegó a componer los primeros compases del Lacrimosa, y fue su discípulo Süssmayr quien completó la instrumentación (según las indicaciones de la partitura de Mozart) y las partes que faltaban. Qué es de Mozart y qué de Süssmayr en el célebre Requiem, está hoy todavía en discusión. Pero el manuscrito autógrafo que se conserva en la Biblioteca Nacional de Austria, muestra sin apelación el Introitus completo y orquestado por la mano de Mozart, así como bocetos detallados del Kyrie, y la Sequentia terminada hasta los primeros ocho compases del Lacrimosa, más el Offertorium. El propio Süsmayr reclamó como de su autoría sólo el Sanctus y el Agnus Dei. Las características musicales de este réquiem reflejan muy bien el estilo compositivo de la última época de Mozart: el uso de timbres sombríos, acentuado por el empleo de trombones y clarinetes bajos; el carácter solemne que aporta la tonalidad de re menor; la utilización de cromatismos muy acentuados y la inclusión de elementos barrocos (secciones polifónicas y fugadas) que casan a la perfección con el contenido de la obra y con el momento vital en el que se encontraba el compositor. Sea como fuere, el réquiem constituye, sin lugar a dudas, el culmen de su talento artístico y el dominio de su oficio como compositor, y lo erige como uno de los músicos más importantes de todos los tiempos. Escuchemos, pues, el fragmento más conocido.
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