martes, 15 de noviembre de 2022

... temo que mañana lloraré ...



He de confesar que cuando inicié en el blog el repaso por algunas canciones, una de las primeras que me vino a la cabeza fue “Epitaph” de King Crimson. Sin embargo, he escrito textos sobre otras canciones. ¿Por qué? Porque no sabía (de hecho, no sé) como enfocar este tema. Describir “Epitaph” es complicado, como lo es describir todo el disco en el que se encuentra, In the Court of the Crimson King. Melancólica, extravagante, misteriosa, triste, evocadora, premonitoria… todos estos adjetivos vienen a la mente, pero creo que se quedan cortos, así que antes de intentar explicar su mensaje, hablaré de las sensaciones que provoca, pero aún antes pongámonos en antecedentes: Robert Fripp reunió a principios de 1969 a un grupo de extraordinarios músicos, Greg Lake (bajo), Ian MacDonald (mellotron, viento), Michael Giles (batería) y el letrista Pete Sinfield, dando comienzo a King Crimson, realizaron ese mismo año un álbum singularizado tanto por su contenido musical y temático, como por un impactante diseño de portada. El álbum era In the court of the Crimson King, en el que se entrelazaban capas de rock abrasivo y elementos de jazz atonal y psicodelia sinfónica, preludio del aire de amenaza que sostiene todo él, y que ni siquiera disipan los aires dulcemente pastorales que acompañan a la voz melodiosa de Greg Lake en temas como ‘I talk to the wind’ o el mismo ‘Epitaph’. La carátula, ya mítica, representa el poder deformante del miedo, da envoltura completa a una obra en la que Robert Fripp había buscado trasladar influencias de los Beatles, Jimi Hendrix y Miles Davis, artistas que sabían adelantar el futuro. “Epitaph” es una experiencia que se tiene que vivir, y como todas las experiencias que valen la pena, se tiene que vivir bien. Nada de música de fondo mientras se hace cualquier tarea, no. Hay que estar presente, integrarla en tu persona, que te entre por los poros de la piel y te destroce o rehaga el alma. “Epitaph” es magia. “Epitaph” es poesía dentro de un disco que, desde su portada hasta su última nota, es arte puro. Para la canción, su autor quiso dejar algo para el epitafio, tal como nos lo dice el nombre de la canción. Tanto el título como la letra se refieren al mensaje que se muestra en una lápida y, entre medio de una intensidad enorme, la voz se enfrenta a una lucha y teme que su epitafio será una confusión (algo que, por cierto, va muy bien con la música que practica el grupo). Greg Lake, su cantante: “Epitaph es básicamente una canción de cómo mirar todo con confusión en un mundo enloquecido”. King Crimson tenía la extraña capacidad de escribir sobre temas de una manera extremadamente profética, y el mensaje de “Epitaph” es hoy aún más relevante de lo que era cuando la canción fue escrita. 1969 fue un año funesto, lleno de guerras (Vietnam), crisis, muertes y una locura que empezaba a asomar la cabeza en la sociedad occidental, principalmente. Ahora, la cosa no solo no ha mejorado (sigue habiendo guerras, las crisis, tanto económicas como de otra índole están a la orden del día, y las muertes se cuentan por millones), los proféticos mensajes de nuestra protagonista canción no son parte del pasado. Aquella locura ya reina en el palacio del rey carmesí, que es el mundo entero.

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