viernes, 3 de noviembre de 2023

Arte funerario (II) para después de Todos los Santos.

 

Seguimos con el arte funerario.



El arte aplicado a la tradición funeraria viene de antiguo. Lo forman inscripciones funerarias en forma de estelas y lápidas relativamente austeras así como tumbas y sepulcros ricamente ornados. El arte escultórico funerario nutre durante casi un siglo algunos cementerios que, a veces, llegan a semejarse a museos al aire libre. El diseño de arte funerario en nuestros días se inspira, obviamente, en muchos de los precedentes históricos y panteones, lápidas, esculturas, cruces o placas grabadas son algunas de las manifestaciones más comunes en la actualidad. Quizás el ser humano está empezando a comprender que su mejor legado no está en su tumba sino en los beneficios socioculturales y/o económicos gracias a su actividad mientras vivió. En la antigüedad el nombre de la persona tenía una gran importancia porque no se trataba tan sólo de un signo de identidad sino que realmente el nombre y la persona eran uno: el nombre no es algo externo al hombre, sino que es parte de la esencia del ser humano. El nombre existe en todas las culturas humanas y en algunas ocasiones no es sólo el reflejo de la esencia de la personas mientras vive, sino que forma parte de la memoria colectiva.; entonces el nombre no desaparece con el deceso. En el mundo griego, la supervivencia del muerto es por su nombre y está vinculado a la pronunciación de éste, de ahí que las estelas con el nombre inscrito sirvieran a una parte esencial del rito funerario y del culto a los muertos. Disponer de estelas con inscripciones funerarias en los caminos debía servir para que los viajeros pudieran pronunciarlo en voz alta. Así de este modo era cómo arrancar el muerto de su mundo y devolverlo por unos instantes a la vida, luego las inscripciones funerarias en estelas a o a lo largo de los caminos, en las afueras de la ciudad tenían como finalidad leer el nombre del difunto. La estela o piedra rectangular colocada encima de la tumba o en la cuneta de un camino fue el monumento sepulcral más extendido por todo el mundo griego y las inscripciones que contenían se llamaban epigramas (palabra que procede de la raíz griega -lógicamente- que significa “inscripción”). Las antiguas Grecia y Roma nos han regalado excelsos botones de muestra en arte funerario: las oraciones funerarias adquieren gran importancia en dicha época y bajorrelieves en sarcófagos o cámaras mortuorias decoradas con frescos eran dos manifestaciones artísticas usuales en estas culturas mediterráneas.


Pero el arte funerario egipcio es, sin lugar a dudas, uno de los más impresionantes que existen: se fundamenta en la idea de que la vida continúa después de la muerte. Deben nombrarse en este sentido las momias, los sarcófagos decorados, las pirámides y las mastabas o tumbas; de dicha civilización nos han llegado magníficos vestigios, como la Gran Pirámide de Guiza o Gizé, las tumbas del Valle de los Reyes etc. El arte en el Antiguo Egipto era un ingrediente fundamental a la hora de morir pues no en vano, acompañaba eternamente a las almas e implicaba la continuidad de los placeres terrenales en el más allá. Los cánones estéticos de la pintura y bajorrelieves nacieron durante el reinado en el arcaico Egipto de Narmer (también llamado Nar; Hor-nar-mer , Hor-nar-meher o Horn-nar), allá por el año 3.200 antes de nuestra era. No le damos ya a la muerte el valor que tenía antes. Los protocolos obligan a enterrar en 48 horas y las familias se ven obligadas a elegir féretro y sepultura deprisa y en el peor momento de sus vidas. Antes tenías bastante más tiempo (y, seguramente, bastante más dinero también), y bastantes más ganas de enterrar a tu familiar de una manera bonita. Por ejemplo, a Federico Chueca tardaron un año en ponerle la sepultura pero le pusieron una maravillosa que pagó casi todo Madrid; hoy en día, poca gente querría pagarle una sepultura a un famoso. Y, volviendo al arte funerario en Egipto, nos encontramos con algo insólito: los retratos fúnebres más hermosos, de los que no se sabe a ciencia cierta quién los pintó, retratos de personas muertas pero la mayoría rostros jóvenes. ¿Era una costumbre que el retrato representara la edad esplendorosa de tu vida o los dioses los preferían jóvenes?


Los retratos de El Fayum1 o retratos de momias de El Fayum (la mayoría de los retratos de este tipo se han encontrado en esa región de Egipto) o simplemente, retratos de momias son términos que se refieren a un tipo de retrato naturalista, pintado sobre tablas de diferentes tipos de maderas, o sobre telas, que cubren el rostro de muchas momias de lo que fue la provincia romana de Egipto; pertenecen a la tradición de pintura en tabla, una de las formas de arte más respetadas en el mundo clásico y, de hecho, los retratos de El Fayum son el único gran conjunto de arte de esa tradición, con alrededor de mil ejemplares, que ha perdurado y que fue continuada en las tradiciones bizantina y occidental en el mundo posclásico, incluyendo la tradicional local de iconografía copta en Egipto. Son uno de los mayores tesoros de la Antigüedad, una de las poquísimas muestras –junto con los frescos de Pompeya– de pintura de la época clásica; contemplar algunos de estos exquisitos rostros, cuya factura solo volvería a igualarse a partir del siglo XV, permite advertir el gran paso atrás que con su esquematismo pictórico supuso la Edad Media en este campo. En la actualidad, se conocen alrededor de 900 retratos de momias. Debido al clima cálido y seco de Egipto, las pinturas suelen estar bien preservadas e incluso, a menudo, conservan sus colores brillantes. Los retratos de momia han sido encontrados a lo largo de todo Egipto, aunque son más comunes en la región de Fayum, en particular es famosa la necrópolis de Hawara2, los "retratos de El Fayum" son considerados más como descripción estilística que geográfica. Si bien los casos de pinturas de momias datan de la época faraónica, los retratos de momias de El Fayum fueron una innovación fechada en los tiempos de la ocupación romana de Egipto. Datan, pues, del período romano y, aunque la datación es controvertida, abarcan de mediados del siglo I hasta el siglo IV. Representan un lugar de encuentro entre la pintura griega, la pintura y el arte realista romanos y la religión del Antiguo Egipto; por las creencias consolidadas de los egipcios en el tránsito al más allá, era necesario que sus retratos fuesen lo más reales posibles con la finalidad de ser fehacientemente reconocidos después de la muerte. Dan la sensación de ser imágenes en tránsito, su importancia reside en la mirada ausente y ojos marcadamente agrandados, que aunque no es frontal del todo, nos sugiere y nos intenta expresar una vida interior, como si estuviesen al tiempo aquí y allí. ¿Cuándo se pintó el retrato? ¿En el Renacimiento? No, muchísimo antes, a finales del siglo II, cuando Egipto era una provincia romana.


Tras los descubrimientos de los arqueólogos, durante las primeras décadas del siglo XX los rostros de El Fayum salieron a la luz en otros muchos lugares de Egipto, algunos de ellos sensiblemente lejanos como Antinópolis, Tebas o Menfis. Gracias a la introducción de una arqueología de base más científica, los nuevos hallazgos iban siendo cuidadosamente documentados. Era algo que ya no podía hacerse con las decenas de retratos separados de su momia original por los saqueadores. Pese a la vida que emanaba de sus miradas, estaban destinados a permanecer en la oscuridad de las tumbas. Eran rostros del más allá . Los científicos llevaron a Londres y El Cairo algunas momias en su estado original, con el retrato sobre sus rostros. De esta manera pudo estudiarse el conjunto completo. Se descubrió en algunos casos, pintado sobre el sarcófago, el nombre del ocupante, y se comprobó el enorme sincretismo que representaban aquellas piezas. No eran romanas, ni griegas ni egipcias, sino todo a la vez: se trataba de retratos de ciudadanos del Imperio romano, como revelaban las vestiduras y peinados; algunos de los nombres eran ineludiblemente griegos y estaban pintados con técnicas de la Grecia clásica; y servían para un ritual de enterramiento netamente egipcio, en definitiva, constituían piezas únicas de un momento único de la historia: el Egipto bajo dominación romana, un auténtico crisol de culturas con numerosas comunidades de griegos y otros pueblos de Oriente Próximo (la población foránea podía llegar hasta el 70% en algunos lugares) que añadieron a sus creencias religiosas las milenarias prácticas funerarias del valle del Nilo. Los egiptólogos siempre tuvieron especial querencia por el período faraónico e ignoraron sistemáticamente el Egipto bajo dominación romana; los estudiosos de Roma, por su parte, pasaban por alto la provincia egipcia por considerarla poco romanizada. Aquellos retratos eran demasiado inclasificables y chocaban con la tendencia humana de etiquetarlo todo. No fue hasta finales del siglo pasado, con el surgimiento de los estudios multidisciplinares, cuando se volvió a prestar atención a aquellas caras y se organizaron exposiciones que itineraron con éxito por las principales ciudades del mundo. No hay evidencias acerca de cómo y quién pintó los retratos. Se conoce el nombre de algunos pintores –griegos la mayoría– que vivieron allí en aquella época, pero es imposible deducir si fueron ellos los autores. Lo que sí parece claro es que existían diversas escuelas, cada una con sus peculiaridades técnicas. De ahí las enormes diferencias entre los retratos de exquisita factura y otros que son bosquejos geométricos. Todo ello, junto con el hecho de que muchas momias de la época romana aparecieron enterradas sin gran ceremonial, hizo que los arqueólogos plantearan una hipótesis: las momias y los retratos se guardaban en los hogares mientras se mantuviera vivo el recuerdo del difunto, un par de generaciones, tal vez. Después, las familias enterraban los restos sin excesivos miramientos. El momento del encargo también es un enigma: ¿el retratista pintaba de memoria cuando la muerte ya había llegado?, ¿se inspiraba en el cadáver y le añadía unos toques de vida?, ¿el modelo era la persona aún viva, que se hacía retratar para que en el futuro aquel rostro sirviera como recuerdo? En cualquier caso, los historiadores se percataron de que aquellos retratos eran mucho más que una antigüedad o una obra de arte: son la mayor colección de rostros de un mundo lejano y perdido, no corresponden a emperadores ni a personajes famosos de su época. Son comerciantes, políticos, madres e hijas, parejas de hermanos que quizá murieron en un mismo accidente, acompañados de inscripciones de despedida, de amor, de dolor... No existe en el mundo una sociedad tan lejana en el tiempo y que, a la vez, en la contemplación de aquellos rostros, resulte tan cercana.

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1El Fayum es una provincia de Egipto situada hacia el sur del delta del Nilo. Su capital es la ciudad llamada Medinet el-Fayum , a 130 kilómetros al sudoeste de El Cairo. El Fayum es un inmenso oasis del desierto de Egipto, que se extiende por debajo del nivel del mar dentro de una enorme depresión del desierto Líbico. El emplazamiento de la antigua ciudad de Arsínoe, de importancia arqueológica, está muy cerca de la capital.

2Su pirámide, llamada”Laberinto”, ya fue excavada en 1888, encontrándose un inmenso cementerio de la época de dominación romana con multitud de retratos funerarios y, asombrosamente, un rollo de papiro que contenía gran parte del Libro II de la Ilíada de Homero.

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