Mucha gente le tiene un miedo cerval a la música clásica: piensan que es casi siempre aburrida o incomprensible o, sencillamente, no saben por dónde empezar a escucharla. Oyen palabras como «barroco» o «sinfónico» y huyen despavoridos pensando que van a ser abducidos por una Soprano del Infierno y que pasarán el resto de sus días prisioneros dentro de una aterradora e ininteligible ópera de cinco horas. Sin embargo, para cualquier aficionado a la música contemporánea (y hablo de estilos en principio tan alejados de la música clásica como el rock o el pop), no debería resultar difícil llegar a apreciar a los compositores clásicos porque los paralelismos y semejanzas son a menudo mucho más marcados de lo que podría parecer a primera vista. Atacada por la viruela cuando solo contaba 32 años la reina María II de Inglaterra abandonó este mundo en sus aposentos del Palacio de Kensington, donde se encontraba postrada y aislada desde hacía unos meses. A fin de que todos los súbditos del reino le presentaran sus respetos, su cuerpo fue conservado casi tres meses (!), cuando a los sones de la música de Henry Purcell el féretro fue trasladado hasta la Abadía de Westminster, donde María descansa hasta hoy, al igual que el autor de la música, quien fue a hacerle compañía tan solo ocho meses más tarde, pues el destino quiso que el propio Purcell falleciera, con tan solo 36 años, posiblemente por tuberculosis. Otros hablan de neumonía, contraída porque su mujer le negó la entrada en una fría noche otoñal tras llegar tarde en una noche de farra. Henry Purcell (1659 – 1695), considerado el mejor músico del barroco inglés, había nacido precisamente en el barrio londinense de Westminster en el seno de una familia de músicos. A temprana edad entró a formar parte del coro de la Capilla Real y a los 23 años fue nombrado organista de la capilla. En ese cargo se reveló como un compositor fecundo y muy solicitado. Sus deberes incluían, como es natural, la composición de música de cámara para el deleite de la corte y música ad hoc para las funciones de teatro. Además debía componer cada año una oda para el cumpleaños real y otra para el día de Santa Cecilia; uno que otro himno si se presentaba alguna coronación y una oda de bienvenida cuando el rey retornaba a Londres luego de un viaje de Estado. Es en ese marco de apretadas funciones que se inscribe la composición de la Música para el funeral de la Reina María, que desde luego no estaba en el contrato porque habría sido de mal gusto, pero que le fue solicitada a Purcell en cuanto la reina expiró. Constituida de siete partes, la Marcha es su sección más reconocida, la que se hizo incluso popular luego de que el incorregible Stanley Kubrick echara mano como siempre de la música clásica y la incluyera como tema principal en la película La Naranja Mecánica, para la cual usó una versión en sintetizador, en una impactante secuencia inicial en la que se ve el rostro del protagonista fijando sus ojos en la cámara, acompañado por una música inquietante y tétrica, que suena «tan Kubrick» que parece encargada a propósito para la película; la versión original es para soprano, contralto, tenor y bajo, cuatro trompetas y órgano. La influencia de Purcell en el mundo del rock existe, incluso más allá de la conocida afición de muchos grupos de heavy metal por la música barroca (aunque los grupos heavies suelen preferir la alemana contundencia de Bach). Purcell es, por ejemplo, una de las muy diversas influencias que los Beatles destilaron en su música; también The Who reconocieron abiertamente su amor por el compositor y las notas iniciales de Pinball wizard (y otros fragmentos de su disco Tommy) son un homenaje directo. Incluso algunos fragmentos de canciones de Led Zeppelin revelan matices propios de Purcell, y no pensemos que el mismísimo Jimi Hendrix era ajeno a ello, como resulta fácil comprobar en varios pasajes de su Electric Ladyland, disco en el que por cierto también se adivinan influencias de Bach o Mozart. Visto lo visto, Henry Purcell era un antiguo miembro de Pink Floyd que se lanzó en solitario a publicar discos sobre visiones cósmicas y viajes astrales, o es algún gurú del electro-ambient londinense que decidió eliminar las baterías sintéticas de su música dejando sólo las armonías de acompañamiento.
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miércoles, 1 de noviembre de 2023
Más música de funeral.
Mucha gente le tiene un miedo cerval a la música clásica: piensan que es casi siempre aburrida o incomprensible o, sencillamente, no saben por dónde empezar a escucharla. Oyen palabras como «barroco» o «sinfónico» y huyen despavoridos pensando que van a ser abducidos por una Soprano del Infierno y que pasarán el resto de sus días prisioneros dentro de una aterradora e ininteligible ópera de cinco horas. Sin embargo, para cualquier aficionado a la música contemporánea (y hablo de estilos en principio tan alejados de la música clásica como el rock o el pop), no debería resultar difícil llegar a apreciar a los compositores clásicos porque los paralelismos y semejanzas son a menudo mucho más marcados de lo que podría parecer a primera vista. Atacada por la viruela cuando solo contaba 32 años la reina María II de Inglaterra abandonó este mundo en sus aposentos del Palacio de Kensington, donde se encontraba postrada y aislada desde hacía unos meses. A fin de que todos los súbditos del reino le presentaran sus respetos, su cuerpo fue conservado casi tres meses (!), cuando a los sones de la música de Henry Purcell el féretro fue trasladado hasta la Abadía de Westminster, donde María descansa hasta hoy, al igual que el autor de la música, quien fue a hacerle compañía tan solo ocho meses más tarde, pues el destino quiso que el propio Purcell falleciera, con tan solo 36 años, posiblemente por tuberculosis. Otros hablan de neumonía, contraída porque su mujer le negó la entrada en una fría noche otoñal tras llegar tarde en una noche de farra. Henry Purcell (1659 – 1695), considerado el mejor músico del barroco inglés, había nacido precisamente en el barrio londinense de Westminster en el seno de una familia de músicos. A temprana edad entró a formar parte del coro de la Capilla Real y a los 23 años fue nombrado organista de la capilla. En ese cargo se reveló como un compositor fecundo y muy solicitado. Sus deberes incluían, como es natural, la composición de música de cámara para el deleite de la corte y música ad hoc para las funciones de teatro. Además debía componer cada año una oda para el cumpleaños real y otra para el día de Santa Cecilia; uno que otro himno si se presentaba alguna coronación y una oda de bienvenida cuando el rey retornaba a Londres luego de un viaje de Estado. Es en ese marco de apretadas funciones que se inscribe la composición de la Música para el funeral de la Reina María, que desde luego no estaba en el contrato porque habría sido de mal gusto, pero que le fue solicitada a Purcell en cuanto la reina expiró. Constituida de siete partes, la Marcha es su sección más reconocida, la que se hizo incluso popular luego de que el incorregible Stanley Kubrick echara mano como siempre de la música clásica y la incluyera como tema principal en la película La Naranja Mecánica, para la cual usó una versión en sintetizador, en una impactante secuencia inicial en la que se ve el rostro del protagonista fijando sus ojos en la cámara, acompañado por una música inquietante y tétrica, que suena «tan Kubrick» que parece encargada a propósito para la película; la versión original es para soprano, contralto, tenor y bajo, cuatro trompetas y órgano. La influencia de Purcell en el mundo del rock existe, incluso más allá de la conocida afición de muchos grupos de heavy metal por la música barroca (aunque los grupos heavies suelen preferir la alemana contundencia de Bach). Purcell es, por ejemplo, una de las muy diversas influencias que los Beatles destilaron en su música; también The Who reconocieron abiertamente su amor por el compositor y las notas iniciales de Pinball wizard (y otros fragmentos de su disco Tommy) son un homenaje directo. Incluso algunos fragmentos de canciones de Led Zeppelin revelan matices propios de Purcell, y no pensemos que el mismísimo Jimi Hendrix era ajeno a ello, como resulta fácil comprobar en varios pasajes de su Electric Ladyland, disco en el que por cierto también se adivinan influencias de Bach o Mozart. Visto lo visto, Henry Purcell era un antiguo miembro de Pink Floyd que se lanzó en solitario a publicar discos sobre visiones cósmicas y viajes astrales, o es algún gurú del electro-ambient londinense que decidió eliminar las baterías sintéticas de su música dejando sólo las armonías de acompañamiento.
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Sii la música clásica parece como muy cortesana de películas de Luis XV o XVI y la verdad es que con lo déspotas que fueron pues no se tiene mucha predisposición!! Hablo por mi 😂😂😂
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