miércoles, 25 de enero de 2023

Deshaciendo entuertos.



Estamos ante una hermosa obra del compositor, arreglista y pianista mexicano Ernesto Cortázar II (hijo del también compositor del mismo nombre, Ernesto Cortázar, que fuera fundador y presidente de la Sociedad de Autores y Compositores de México), quien dedicó varios años de su vida a componer música para películas, cuya autoría -erróneamente- ha sido atribuida al músico alemán Ludwig Van Beethoven, uno de los músicos más famosos de todos los tiempos. El tema se llama “Beethoven’s Silence” (“El silencio de Beethoven”), y de ahí el origen de la confusión. Pero, ¿por qué el silencio? Y ¿por qué Beethoven? Hablar del silencio en la música1 es como hablar del espacio vacío en la materia, no existiría la segunda sin lo primero. Pero normalmente cuando se diserta sobre la música de un compositor específico, se trata desde el fenómeno sonoro y se descuida o se obvia el silencio que permite que se materialice ese organismo; no solo eso, sino que no se trata al silencio con personalidad propia, y más bien como una consecuencia de la ausencia del sonido o de la intención sonora. Sin embargo, hay que ver parte de la obra de Beethoven desde algo que el mismo genio conocía amargamente, un silencio que es causa del fenómeno sonoro. Un silencio que presenta al hombre, pero también que desvela su psique, sus angustias, sus temores, y como no, un silencio que es brutalmente hiriente e irascible. Un silencio que habla por si solo: el Silencio de Beethoven. A los 27 años de edad, Beethoven advirtió que de tanto en tanto tenía dificultades para oír y dos años más tarde visitó por primera vez al médico por ese motivo. En 1802, seguía perdiendo gradualmente la facultad de oír y ya temía quedarse total e irremediablemente sordo. En una carta llena de angustia dirigida a sus dos hermanos se refiere incluso a la posibilidad de suicidarse: "No podría forzarme a decir a los demás: hablad más alto, gritad, porque estoy sordo... la humillación cuando alguien oyera una flauta... y yo no oyese nada". Durante los siguientes años, a pesar de su dolencia, el gran músico prosiguió tocando el piano como solista y componiendo obras de una profundidad y una fuerza sin precedentes. Compuso las magníficas sinfonías 3ª y 6ª, la Heroica y la Pastoral, así como las 4ª y la 5ª, cuando ya oía muy mal. En 1820 se había quedado totalmente sordo y, aunque dejó de actuar en público, se negó a abandonar la composición. En una carta dirigida a su amigo de la infancia Franz Wegeler, afirmaba con dramatismo: "Agarraré al destino por el cuello y lo desafiaré. El zumbido de mis oídos continúa noche y día, sin cesar. Puedo decir, en verdad, que es una miserable vida la mía. Durante los últimos dos años he evitado toda sociedad, porque me resulta imposible decirle a la gente “Estoy sordo”. Si mi profesión fuera otra, no importaría mucho, pero en mi profesión es una cosa terrible; ¿y mis enemigos, que no son pocos, qué dirían de todo esto?". Beethoven adquirió la costumbre de dar largos paseos por la pintoresca campiña que rodeaba Viena, donde vivía, tomando notas de los temas musicales y las melodías que oía en su interior con tanta claridad como antes de volverse sordo. Después, laboriosamente, transformaba sus anotaciones en composiciones acabadas. En sus últimos años, cuando ya estaba sumido por completo en el silencio -murió a los 56 años, en marzo de 1827- compuso algunas de sus mejores obras, incluidos sus cinco últimos cuartetos de cuerda, la Missa Solemnis y la famosísima 9ª Sinfonía, Coral. Como colofón, la vida y la obra de Beethoven son poderosos ejemplos de la superación de una severa discapacidad (por extensión, la que sea) que han facilitado la comprensión de esta limitación no como una deficiencia, sino como una diferencia. En este sentido, las últimas composiciones de Beethoven pueden interpretarse como manifestaciones de su genio absoluto, escritas no a pesar de la sordera, sino, tal vez, gracias a ella.

1Según los expertos, en términos generales, podemos reconocer en la música tres tipos de silencio: previo, intermedio o final. El silencio previo es un silencio de expectación y tensión ante el comienzo de la música. El silencio intermedio puede ser estructural o expresivo. El silencio estructural aparece entre distintas secciones o movimientos y produce relajación. El silencio expresivo es más inesperado y produce tensión. Por último está el silencio final, que deja espacio para la resonancia de la música en el recuerdo de la memoria.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario