Antonín Dvorák (1841-1904), compositor checo sin antecedentes musicales en la familia, pues era hijo de un mesonero y durante sus años de educación tuvo que compaginar los estudios con el trabajo, tiene una obra muy variada: desde la ópera a la música de cámara, pasando por la música sinfónica, terreno al que dedicó más atención. Su obra musical no es tan sencilla y bucólica como la de su compatriota Smetana, ya que Dvorák posee un lenguaje más moderno y emplea mayor sofisticación técnica. Y ahora nos trasladamos al año 1893 en la ciudad de Nueva York, momento en el que Dvorak compone su Novena Sinfonía, que para algunas fuentes es la Quinta (en América escribiría algunas de sus obras más famosas aparte de la Sinfonía del Nuevo Mundo: el Cuarteto en fa mayor, los Cantos bíblicos y el Concierto para violoncelo y orquesta). Nos situamos en un periodo de la historia (y disculpad que sea tan directo en tiempos de Black lives matter) en el que se linchaba a los negros en el “piadoso” y profundo sur, en la horca y en la hoguera, y los indios eran encerrados en reservas a la sombra de la estatua de la libertad. El país más libertario de la tierra luchaba contra su peor enemigo: el mal cabalgando con capuchón blanco. Pero Dvorák no entendía de tales atrocidades. Su llegada al continente se debe a que aceptó el cargo de director del Conservatorio Municipal de Música de Nueva York. Desde bien pequeño el compositor ya había convivido con gitanos, zíngaros, rutenos, etc., por lo que cuando descubrió las tonadas indias y negras, las amaba, eran los zíngaros del nuevo mundo, por lo que se propuso que las canciones negras fuesen la fuente de la escuela americana y que esos aires tan característicos identificaran a los temas principales de su magna sinfonía. Inspirándose en los cantos espirituales de los negros norteamericanos y en la música popular estadounidense así como en los ritmos de los aborígenes americanos, Dvorák compone su Sinfonía nº 9, que posteriormente, y por este motivo, recibe el sobrenombre de «Sinfonía del Nuevo Mundo». Un nexo entre dos mundos, un monumento hecho música, que Antonín Dvorák regaló al país de la libertad, un escenario inmensamente dramático y atemporal, en el que se nos presentan los temas como personajes de un épico relato, que recorren su camino como un conflicto titánico lleno de pruebas de fuego, idílicos y tenebrosos paisajes y combates colosales en busca de la victoria en el último compás. En su estreno, la Sinfonía tuvo un éxito arrollador y una de las razones de este éxito fue el carácter revolucionario de la misma, el que Dvorák insertara temas indios y afroamericanos era algo que no se podía hacer, por aquel entonces era impensable que en una sinfonía de un maestro europeo se metieran temas musicales de “razas inferiores”. Lo cierto es que Dvorák afirmó que sus temas, aunque originales, tenían ingredientes indígenas, y que se había inspirado en el poema épico La canción de Hiawatha de Henry Wadsworth Longfellow. Sin embargo, también es evidente que su Novena no es sólo americana. La nostalgia que sentía por su Bohemia natal impregna toda la obra, algo que se hace evidente en los numerosos pasajes que nos recuerdan Ma vlast de Smetana (ya recodada en este blog), su misma patria. Y, al margen de la propia escritura sinfónica, también es difícil no pensar en Europa cuando Dvorak afirma sus orígenes al homenajear a Beethoven citando en los primeros compases del Scherzo de su (de Beethoven) Novena los del Segundo movimiento de la suya. De este modo, tal vez, y solo tal vez, esta sinfonía despierte al héroe que llevamos dentro; no debe ser casual que su cuarto movimiento fuera la sintonía del programa radiofónico “Ustedes son formidables”, presentado por el locutor Alberto Oliveras, que en la España de los años 60 y 70 del siglo pasado, era un instrumento para apelar a la solidaridad ciudadana ante situaciones dramáticas, cotidianas o excepcionales. La pregunta es: ¿acaba bien la sinfonía? ¿Nos iremos trágicos a casa tras escucharla? Al final, el gran tema épico se juntará con el tema poderoso, fundidos, combatiendo juntos. ¿Vencerán a la sombra inicial? ¿Los indios, los afroamericanos, la gente común, triunfarán en aquel Nuevo Mundo contra las maldiciones de la opresión?.
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