viernes, 29 de marzo de 2013

La crisis vista en Semana Santa

Llama la atención estos días, otrora de recogimiento y hoy de disfrute vacacional, en los que el hasta hace bien poco fuerte componente religioso ha pasado a ser poco más que un reclamo turístico de costumbres ancestrales, la comparación entre lo agudo y persistente de la crisis en la que estamos inmersos y la alta ocupación de hoteles en zonas turísticas así como el elevado número de viajeros que se observa en los aeropuertos, estaciones y demás lugares similares.

Porque ciertamente, la crisis aprieta y el sentimiento generalizado es el de desánimo, preocupación o miedo ante el escenario general en que nos encontramos. Pero no es menos cierto que, una vez más, se confirma que "la fiesta va por barrios" y es innegable que los efectos de la crisis no son iguales para todos; hay mucha gente a la que no le ha afectado mientras hay otros colectivos cuyo futuro está directamente destruido, por mucho que los poderes públicos se empeñen en presentar esos problemas como meros datos estadísticos.

Hay variados enfoques hacia el problema, pero el primer paso de todos ellos es el ser consciente del mismo, y no parece que quienes nos gobiernan, metidos de pies y manos en una insensata carrera a ver quién y cómo demuestra que es más austero, están dando lugar a que el tema se les vuelva abruptamente en contra y, entonces sí, no haya salida. Porque, salida, como las meigas gallegas, "haberla, hayla", y si no que se lo pregunten a Japón o Estados Unidos, que han sabido encarrilar positivamente la situación fuertemente desfavorable en la que se encontraban hace pocos años y hoy han reducido de forma importante sus cifras de paro y su economía está creciendo; aplicando medidas de austeridad, sí, pero no sólo con ellas. El caso de Alemania, atrapada en una feroz recesión el año 2004, con un desempleo que la desbordaba, que salió de la situación (con la ayuda, no lo olvidemos, del resto de socios de la UE) en años previos a la crisis. Otro gallo cantaría a la Sra Merkel, sus acólitos y sus recetas de austeridad über alles si la situación de hace una década se le reprodujera ahora. Esperemos, por cierto, que los indicadores de la evolución de la economía germana se enderecen de su tendencia negativa.


Pero volvamos a la reflexión inicial: la paradoja de esta crisis selectiva pone de manifiesto que hay sectores boyantes que, cuando menos, merecen cuidarse. Pero eso no basta: hacen falta medidas (no declaraciones vacuas de unos y otros) que permitan reactivar la economía, que den solución a muchos dramas humanos de paro de larga duración, de jóvenes que no encuentran un camino de futuro, de mayores de 45 años que ya son viejos para el mercado laboral, de desahucios (dejamos aparte la indispensable reforma de la Ley Hipotecaria para que, además de legal, sea justa) evitables si se recupera una fuente de ingresos....
Estaría bien que los poderes públicos conocieran (al menos, parecen desconocerlo) y aplicaran la economía social y no sólo la teórica, estadística y numérica que, dicho sea de paso, tampoco parecen dominar, a juzgar por las continuas rectificaciones que de las cuentas públicas se hacen desde el meollo de la UE.

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