jueves, 27 de octubre de 2022

Una joya musical del barroco… del siglo XX.


Todo el mundo ha escuchado alguna vez el Adagio de Albinoni, posiblemente la composición musical más famosa del barroco (siglos XVII y XVIII). De hecho, habrá bastado mencionarlo para que muchos lectores se hayan puesto a tararear mentalmente (o quizá de manera audible, que hay gente muy impetuosa) su famosa melodía, esas líneas descendentes de melancolía casi devastadora. Existen tantas versiones de esta pieza, y ha sido empleada en tantas bandas sonoras, que escapar de ella resulta prácticamente imposible: fuera del mundo clásico, la han interpretado desde Rosa López hasta el guitarrista heavy Yngwie Malmsteen, pasando por Camilo Sesto, Dyango, Demis Roussos, Nana Mouskouri o The Doors, y en el cine nos vienen con ella escenas de 'Flashdance' o 'Gallipoli', por citar dos largometrajes de ambiente y tono muy diferentes. Se trata de una obra tan conocida y tan sobreexplotada que, para los más exigentes, su capacidad para emocionar está ya agotada y reducida a un tópico pasteloso, pero a la mayoría de los oyentes les sigue induciendo un respetuoso silencio y cierta congoja de ánimo. Podríamos decir, en fin, que hablamos de una de las composiciones más famosas del siglo XVIII, si no fuese por ese pequeño detalle de que ni pertenece realmente al periodo barroco, ni la escribió Tomaso Albinoni. Vamos, que lo único cierto es que se interpreta con 'tempo' de adagio. Hace ochenta años, absolutamente nadie había escuchado el Adagio, por la sencilla razón de que no existía. Lo publicó en 1958 (y lo compuso en 1945) el reputado musicólogo italiano Remo Giazotto, biógrafo de Albinoni y catalogador de su obra, que lo identificó como un arreglo propio a partir de un brevísimo esbozo manuscrito que, decía, había encontrado entre los papeles del compositor veneciano.(al tiempo que completó una biografía y una clasificación de la obra de Albinoni). Según aclaró, se trataba de unos cuantos compases que formaban parte de una sonata datada en torno a 1708. Nadie pudo examinar jamás ese legendario fragmento, aparecido supuestamente entre los fondos del músico barroco, que se conservaban en la Biblioteca del Estado de Sajonia, en Dresde, y habían acabado destrozados por los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial. ¿Existió alguna vez aquel germen no apócrifo del Adagio? El propio Giazotto se acabó atribuyendo en exclusiva el crédito de la pieza (que sigue sujeta a un rentabilísimo 'copyright', dado que su autor falleció en 19981), pero también es verdad que su última ayudante aseguró que, al organizar el archivo del musicólogo, vio una transcripción del famoso fragmento con el sello de la biblioteca alemana. En cualquier caso, ni siquiera así habría duda de que la práctica totalidad de la composición se debe a Giazotto y viene a ser, por tanto, un pastiche neobarroco confeccionado en el siglo XX. Musicalmente, Albinoni se dedicó sobre todo a hacer sonatas y conciertos para instrumentos concretos (violín, oboe), y cambió ligeramente de género cuando contrajo matrimonio con una cantante de ópera y su producción se llenó entonces de óperas -medio centenar- que le otorgaron bastante éxito en casi toda Italia y Alemania. Sin embargo, con el paso del tiempo las óperas de Albinoni pasaron a segundo plano y se valoró fundamentalmente su obra instrumental, que influyó sobre otros músicos como Corelli o el mismísimo Bach. El compositor está reducido hoy casi prácticamente a equívoco 'one hit wonder', como autor de un único éxito que ni siquiera le pertenece.



El Adagio no está solo, ni mucho menos, en el universo de las obras atribuidas falsamente a un compositor famoso. En ese negociado destacan, por ejemplo, los hermanos franceses Henri y Marius Casadesus, de origen catalán y miembros de una insigne dinastía de músicos, que fueron los autores reales de piezas 'redescubiertas' de Mozart, Haendel y varios miembros de la familia Bach. O el violinista austriaco-estadounidense Fritz Kreisler, que asignó creaciones suyas a figuras como Vivaldi, Couperin o Boccherini; en 1935, con ocasión de su 60º cumpleaños, un crítico le preguntó en broma si no las habría compuesto todas él, y Kreisler reveló inesperadamente que, en efecto, eran suyas. «No debería importar quién haya escrito las obras en tanto gusten a la gente –argumentó–. El nombre cambia, el valor permanece».

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1Los expertos musicales de todo el planeta coinciden en señalar que el famoso Adagio en sol menor es una composición enteramente original y compuesta en su totalidad por Remo Giazotto, quien falleció el 26 de agosto de 1998, quedando como el descubridor de la misma y sin recibir ni disfrutar en vida de los debidos reconocimientos como autor de tal magna composición.

 

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