domingo, 2 de octubre de 2022

Dependencia emocional.


Una situación de dependencia es el estado de carácter permanente en el que se encuentran las personas que, por razones derivadas de la edad, enfermedad o discapacidad y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía, precisan la atención de otra o de otras personas o ayudas importantes para realizar las actividades básicas de la vida diaria ,o de otros apoyos para su autonomía personal. La dependencia puede afectar la cualquier persona, sea cual sea su edad, a pesar de, con la edad, aumentar los problemas de salud y, con ellos, las posibilidades de encontrarse en situación de dependencia. La dependencia personal, así, es la incapacidad funcional para el desarrollo de actividades de la vida diaria, requerir ayuda para su realización. Una persona es dependiente porque no puede realizar las tareas de manera independiente, por sí misma y necesita asistencia de alguien o de algún producto de apoyo, tecnología, etc .


Otra cosa es
la dependencia emocional, sobre la que reflexionaremos hoy, que en psicología es la dependencia afectiva o sentimental que consiste en una serie de comportamientos adictivos que se dan en una relación interpersonal donde existe una asimetría en el rol que asume cada persona. La necesidad de afecto básica que todo ser humano necesita se convertirá en dependencia emocional cuando las conductas que desplegamos para satisfacerla sean patológicas y desproporcionadas; las fortalezas y la autoestima actúan como un factor de protección frente a la dependencia emocional. De esta forma, la persona dependiente muestra un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir de una forma desadaptativa con otras personas. Por tanto se trata de una necesidad afectiva extrema hacia la persona que asume el rol de cuidador; de forma similar, aunque salvando las distancias, a que un drogadicto necesita su dosis sí o sí, la persona dependiente necesita a la persona de la que depende y es que en la dependencia emocional operan similares mecanismos de refuerzo positivo como en otras adicciones, que acaban generando dependencia psicológica casi incontrolable en el sujeto. En algunas ocasiones, la dependencia emocional se apoya en los tópicos del amor romántico que dibujan un intercambio de afecto asimétrico y disfuncional donde se idealiza al otro miembro de la pareja y aparecen ideas de complementariedad. Dicen los psicólogos que tres de las causas más comunes y frecuentes que encontramos en la dependencia emocional son:

- Baja autoestima, factor fundamental y el más habitual que se observa como causante en las personas dependientes. Este tipo de persona se desvaloriza sistemáticamente, se muestra muy críticos consigo mismo y con su forma de ser, hasta el punto de sentirse inferior y culpable, incluso, del menosprecio que puedan recibir por parte de sus parejas sentimentales. De esta manera aparece un sentimiento de inferioridad e inutilidad perjudicial para ellos y para cualquier relación.

- Miedo a la soledad. Las personas dependientes son personas que no saben, no quieren y no conciben vivir solas. Para ellos la soledad no tiene cabida y por eso necesitan estar acompañados en todo momento sin importarles la calidad de la compañía elegida y por consiguiente la calidad de la relación. La frase “mejor solos, que mal acompañados” no va con ellos. Empalman una relación sentimental con otra, sin pasar meses ni años sin pareja sentimental estable. Son los eternos emparejados. No saben lo que es estar soltero o soltera.

- Estado de ánimo negativo. Es habitual encontrar comorbilidad de la dependencia emocional con cuadros de ansiedad y/o depresión.


Entre las múltiples consecuencias que pueden aparecer ante una relación de dependencia emocional destacamos éstas:

- Sentimientos negativos, y es que la persona dependiente se siente mal y en la mayoría de las veces es totalmente consciente de que la relación no es satisfactoria, pero aun así es incapaz de salir del círculo, de romper el vínculo, de superar el momento, lo que le lleva a sentirse peor.

- Ansia por recibir cariño. Aguantar, ceder y justificar a la otra persona aun teniendo ´ésta un comportamiento desagradable, a veces hasta violento, desconsiderado, poco afectivo… Todo vale. La persona dependiente ni se imagina que una relación pueda terminar, esa posibilidad ni se la plantea. El dependiente no consigue disfrutar ni ser feliz si no es a través de la otra persona y por ello busca el vínculo en sus planes constantemente.

- Preferencia por las relaciones asimétricas. Las relaciones dependientes pueden ser relaciones desequilibradas donde la persona dependiente acepta el rol de persona sumisa y obediente. Así, es muy habitual observar que la persona dependiente crea y asuma firmemente y de forma natural que su pareja es superior.

- Ruptura con amigos y familiares. Enfrentamientos continuos con amigos y familiares.

- Altruismo patológico. La persona dependiente empieza a abandonar sus responsabilidades y actividades sociales. La otra persona es el centro del pensamiento de la persona dependiente, todo gira en torno a ella y se priorizará sobre cualquier otra cosa.

- Déficit de habilidades sociales. Al centrarse tanto en la ora persona e ir abandonando otras relaciones de amistad, la persona dependiente empieza a tener cierta dificultad para relacionarse con otras personas, sus habilidades sociales se ven mermadas.

- ... Podríamos seguir pero, en definitiva, la dependencia emocional se parece a entregar el mando a distancia del propio bienestar a otra persona.


Cuando nos encontramos ante una relación de dependencia emocional lo más importante y el tratamiento a seguir es iniciar rápidamente una terapia psicológica a fin de conseguir identificar la situación, reconocerla y desvincularse emocionalmente de la pareja. Y tal como ocurre con otras adicciones, el primer paso es que el afectado sea capaz de reconocer que tiene un problema y decida buscar la manera de solucionarlo. Este punto es muy difícil ya que la persona dependiente logrará encontrar múltiples excusas y justificaciones para su conducta: No hay excusas que valgan y una vez que la persona es consciente de lo que quiere conseguir, el terapeuta, o, más importante, él mismo, le acompañará hasta lograrlo. “Fueron felices y comieron perdices”. La mayoría de cuentos con los que hemos crecido terminan con esta famosa frase. Estos cuentos suelen tener como protagonistas a príncipes o princesas que vencen las adversidades que tratan de separarlos para finalmente casarse y ser felices; el fin último de estos cuentos es estar junto a la persona amada, siendo: un fracaso el no conseguirlo y un final feliz, casarse y comer perdices. Detrás de los cuentos hay mucho más que dragones, princesas y brujas, hay auténticos mensajes (moralejas) que nos dicen cómo debemos comportarnos en la vida, hay una metáfora de la felicidad cuyo camino es compartir la vida con otra persona y esta idea la vamos interiorizando desde la infancia, de modo que cuando somos mayores algunos de nosotros nos sentimos fracasados o incompletos si no estamos en pareja; de hecho, es frecuente que esta sensación o pensamiento de estar incompleto lo refuerzan personas de nuestro entorno que preguntan insistentemente si ya tienes pareja, sino juzgan el estado de soltería tirando de refranero español: “te vas a quedar para vestir santos”, pero tener interiorizada esta “prisa” o “necesidad” por tener pareja no significa ser dependiente. Ser dependiente significa llenar tus vacíos afectivos y carencias emocionales con otra persona que pasa a ocupar un lugar central en la satisfacción de tus necesidades y, por lo tanto, se convierte en un elemento necesario para ser feliz.


El derecho a la privacidad ha evolucionado para proteger la libertad de individuos a realizar acciones determinadas y someterse a ciertas experiencias. Esta autonomía personal ha crecido hasta convertirse en un derecho fundamental protegido. Sin embargo, este derecho es limitado y, por lo general, protege sólo la privacidad de la familia, el matrimonio, la maternidad, la procreación y la crianza de los niños. La dimensión de la autonomía de la persona en el derecho a la privacidad se desarrolló especialmente en casos relacionados a los derechos reproductivos. El aspecto de la autonomía personal en el derecho a la privacidad tiene límites, aunque éstos siempre cambian. El derecho a la privacidad se debilita a medida que nos alejamos de las actividades relacionadas con la reproducción y la intimidad. Necesitar la ayuda de otra persona para las actividades básicas de la vida diaria, es decir, para la realización de los gestos más esenciales, personales e íntimos, puede tener un fuerte impacto emocional y puede generar sentimientos de vulnerabilidad, indefensión, frustración, tristeza o también de rabia y enfado en la persona atendida. La única manera de reconfortarle, de transmiti
r seguridad y de no mermar la autoestima es prestarle los apoyos que requiera con absoluto respeto de su autonomía, su dignidad y su intimidad. Estos derechos se sitúan así en el núcleo de la atención personal. Ello exige aceptar y asumir, en la práctica cotidiana, que respetarlos debe ser la regla y que cualquier limitación a su ejercicio efectivo sólo puede ser una excepción a esa regla.


Posiblemente, el mayor escollo en la
ayuda a la dependencia deba buscarse en el propio afectado, que sabe perfectamente lo que no puede hacer (y lo que nunca más volverá a hacer, pese a que en el pasado -ayer – lo hizo), pero también lo que “puede hacer” y hace mal porque sabe lo que quiere hacer/decir, sabe cómo hacerlo, pero los músculos salen por peteneras y responden como les viene en gana. Si una cosa está fuera de las capacidades, no se intenta siquiera; pero si existe la más pequeña posibilidad de conseguirla, se suele desechar la ayuda porque el cuerpo es muy cómodo y se acostumbra pronto al mínimo esfuerzo: se va cediendo en pequeñas cosas y pronto uno es dependiente total de otros. Y la cosa que más aterra es depender para todo de otras personas pues, aunque se respire, eso no es estar vivo; estar vivo es luchar venciendo dificultades, echando mano de mañas y habilidades para ello pero, a pesar de todos los esfuerzos, hay que renunciar a muchas cosas, aunque de las limitaciones no debe hacerse una tragedia, sencillamente, la vida es diferente, y por mucha voluntad que se ponga, no dejará de serlo. Puede que la realidad cambie de color con la llegada de depresiones y dudas, que la seguridad en uno mismo se rompa y pase a ser historia irrecuperable. El mayor tormento y castigo sería dejar de ser independiente y ver la vida con los ojos de un depresivo pesimista, pues no por mucho llorar desaparece la pena. Estos síntomas nos han de poner en alerta y es que si los detectamos, nos están indicando una clara relación de dependencia emocional.


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