La obra que hemos elegido esta vez fue compuesta en 1946 por el compositor inglés Benjamin Britten (1913-1976) y, si bien en muchas ocasiones la encontramos nombrada como Variaciones y Fuga sobre un tema de Purcell (opus 34), su título original era The Young Person´s Guide to Orchestra (Guía de orquesta para jóvenes); con este título parece claro que nació con un propósito pedagógico y que este tenía algo que ver con la orquesta. Cada uno tendrá sus gustos y sus preferencias, pero es indiscutible el lugar que ocupa Benjamin Britten en el canon de la música occidental. Además de un gran legado didáctico, Britten dejó su propia huella con una fusión de estos lineamientos estéticos con otros elementos más “familiares” para las concepciones ortodoxas de este período: melodías folclóricas, baladas, pastorales y music hall (a lo Stravinsky). La sexualidad de Britten siempre fue un secreto a voces, se ha escrito largo y tendido sobre su relación con el poeta W.H. Auden. La verdadera cuestión del asunto es cómo y por qué se ha escrito y debatido al respecto. Otra postura muy particular, e incluso más hipócrita, es la que tiende a separar la vida personal de la obra. Un caso más que peculiar, donde la audiencia resulta más conservadora que el artista al que escuchan; la frase más común es “lo que importa es la música, todo lo demás no es relevante”, como si los músicos hubiesen salido de un repollo marciano y de repente caen en la Tierra para regalarle al mundo su arte. Es importante entender que para el Estado británico, hasta 1967, Britten era un delincuente puesto que la homosexualidad era un crimen, por lo tanto, es un tanto ingenuo no pretender que este hecho no haya tenido impacto en su corpus de trabajo. Entonces, cuando se refieren a la figura de Britten como “genio”, más allá de ser un halago común, lo que se está invisibilizando es la complejidad de una persona que ha brindado un aporte para una sociedad que lo odia. Para pesadilla del ala conservadora de su público, Britten no solo era homosexual, sino que era pacifista y de izquierdas, lo que da como resultado un ensañamiento con su figura. Hasta se lo ha acusado de cobarde por mudarse a Estados Unidos al inicio de la Segunda Guerra Mundial, un “antipatria estalinista” para algunos macartistas de la época (y que aún deben seguir merodeando por algún reducto actual). En fin… Diez años posterior en el tiempo a Pedro y el Lobo de Sergei Prokofiev, que ya oímos en este blog, las analogías que se suelen establecer entre las dos composiciones son muchas. Ambas tienen como objetivo primordial mostrar los diferentes instrumentos de los que está compuesta la orquesta occidental y ambas nacen de un encargo, en el caso de la Guía de orquesta para jóvenes, del Ministerio de Cultura de Inglaterra que pidió a Benjamin Britten componer la música para la película documental Los instrumentos de la orquesta, en la que debía intervenir, al igual que ocurría en Pedro y el Lobo, un narrador para contar el argumento, y aunque hoy en día, se interpreta normalmente en la versión simplificada de concierto propuesta por el propio Britten y en ella se omite la parte del narrador, sigue siendo una de las obras más utilizadas a la hora de presentar las cuatro familias instrumentales de la orquesta occidental: cuerda, viento madera, viento metal y percusión. Son importantísimos los dos primeros minutos, pues este es el tiempo que Benjamin Britten necesita para presentarnos las cuatro familias. Y diréis, todo suena bastante parecido ¿no? y yo contestaré, sí todas las familias instrumentales tocan la misma melodía, una música «prestada» del compositor preferido de Britten y al que rendirá culto durante toda su vida: Henry Purcell, concretamente un tema extraído de un rondó que este maestro del Barroco inglés compuso para la música incidental de la obra teatral Adbelazar or the Moor´s Revenge (Adbelazar o la venganza del moro). La obra que recordamos normalmente se suele dividir en tres secciones diferentes: la primera de ellas es la presentación del tema por cada una de las familias de la orquesta, la segunda sección, la más larga, va a consistir en trece variaciones en las que Britten nos presenta individualmente el timbre de cada instrumento modificando ese tema de Purcell, para así poder mostrarnos las capacidades y el «sentimiento» de cada instrumento.
Es curioso que la iglesia bueno en este caso el papa Francisco haya normalizado la relación entre homosexuales y que los divorciados pueden pasar por la iglesia también!! Bueno ahora solo quedan los puritanos pp/vox
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