jueves, 14 de diciembre de 2023

Una magnífica voz desconocida y desaparecida.



¿Qué hacer cuando te enteras que pronto morirás? El año 2010 comenzó con una pésima noticia: la muerte de la magnífica Lhasa de Sela; a los 37 años un cáncer de mama acabó con la vida de una de las cantantes más auténticas, desconocidas y emotivas de nuestro tiempo. Apenas despuntaban las primeras horas del año. Lhasa era fruto de un amor mestizo, itinerante e utópico, de un padre mexicano y de una madre judía y pasó su infancia en un camión, viajando entre Estados Unidos y México, rodeada de libros, música e imágenes de la ruta que desfila delante de sus ojos almendrados. A los 13 años, empieza a cantar en un bar cuyos dueños se quedaron impresionados por esta niña madura y carismática, con una voz tan hermosa como peculiar… Los viajes familiares y el trabajo de sus hermanas en el Circo del Sol la llevaron luego a Montreal, donde multiplicó las actuaciones en público. El triunfo es inmediato, el público se queda hechizado por la tremenda sensibilidad que habita la voz de esta mujer cuya silueta, mirada y fuerza recuerdan las de un felino. Lejos de las bambalinas y los grandes focos de la fama, ella supo granjearse un sitio privilegiado en el corazón de muchos amantes de la música verdadera y honesta, la que se canta desde el fondo del alma sin artificios ni falsas posturas. Dejó tres fabulosos discos llenos de canciones dolorosas, tristes y nostálgicas, cantados con su inolvidable voz de terciopelo. Imposible olvidarla y necesario recordarla. Lhasa de Sela es uno de estos pocos artistas que logran tocar de forma extremadamente melancólica y nostálgica sin caer nunca en la tristeza, a pesar del pesimismo de algunas de sus letras. Sus músicas ponen la piel de gallina, como si fueran caricias; como si pudieran acompañar cualquier recuerdo, cualquier imagen bonita pero pasada, guardada escondida en el fondo del corazón. En su música se basó tanto en la ranchera mexicana, como la chanson francesa y canción árabe, con toques gospel e incluso country, lo que era sorprendentemente original en todos los sentidos, se la comparó con Edith Piaf y Tom Waits. Minoritaria al principio, su carrera se hizo en noches de bares oscuros, y se difundió en el boca a boca como besos que se iban pasando unos a otros. Lhasa destila imágenes a menudo surrealistas y melodías inquietantes, como ritmos que evocan los viajes misteriosos. A menudo desconcertante, sus canciones expresan esos lugares donde la imaginación se encuentra con la realidad, lugares cercanos entre el miedo y la oscuridad. Son canciones de encantamiento. La vida, dijo Lhasa, es “un camino de constante cambio y, al estar en ella, tú cambias también.” En la catárquica canción con la que hoy la recordamos, Rising, nos dice “Fui capturada en una tormenta / Y arrastrada / Me volví, volví / Fui capturada en una tormenta / Eso es lo que me pasó / Por eso no llamé / Y no me viste durante un rato / Estaba sublevándome / Golpeando el suelo /y rompiendo y rompiendo”, donde expresó su rabia y su valentía, porque Lhasa hablaba desde el lugar de la aventura del vivir, de los retos imposibles, del amor que todo lo desborda y del dolor de la pérdida. Vivió poco, pero lo suficiente para conocer lo importante y cantarlo. No pudo realizar la extensa gira que tenía preparada; nos quedaron sus canciones, no demasiadas, pero todas imprescindibles, canciones devenidas en dolores en suspenso y recuerdos borrosos, como Lhasa, como su voz herida e inolvidable rostro”.

 

P.S.- En estas líneas se usa indistintamente Lasa o Lhasa, como pasa en realidad.



 

1 comentario:

  1. No la conocía ni tampoco me suenan sus canciones y son muy cálidas !!!☺️☺️

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