En los pueblos de mi Andalucía
los campanilleros por la “madrugá»
me despiertan con sus campanillas
y con las guitarras me hacen llorar…
Es el inicio de uno de los villancicos andaluces que más desgarra los sentidos. Cuando la poesía está presente, se tenga espíritu de fe o espíritu laico, no importa. Es una imagen que despierta algo, un foso dormido. Se siente frío de invierno y calor de fuego al mismo tiempo. Los villancicos tienen su origen en la Edad Media. Habían sido una expresión popular nacida de las voces de los jornaleros que en las villas se reunían a cantar. Por eso en Andalucía han sobrevivido con tanta fuerza en zonas como las campiñas jerezana y sevillana. A Felipe II no le hacía ni puñetera gracia que no se cantara en latín en un templo religioso pero a la gente le daba igual que lo prohibiera. Era la expresión del pueblo y eso estaba más allá de lo que decía el Concilio de Trento. En la Subbética cordobesa, en Granada y en Almería los campanilleros eran grupos de personas conocidos como “auroros" que se reunían al alba para cantar en casas en las que había fallecido recientemente algún miembro. Los grupos de campanilleros existían en diversas zonas de Andalucía y también en lugares de Extremadura o Castilla. En el siglo XIX el villancico se aflamenca y en torno a una hoguera la bulería o la soleá navideña suena en las zambombas. Hoy los grupos de campanilleros se reparten por todos los pueblos andaluces y se escuchan aflamencados cantes navideños por cualquier calle andaluza pero nunca falta al son de las campanillas esta canción. «Los campanilleros», un cante de larga y antigua proyección popular, que estuvo asociado a unos hombres, campesinos en su mayoría, que iban tocando unas campanillas con cuyo sonido recordaban a sus vecinos de cada pueblo que debían sumarse en procesión a la Misa del Alba para el rezo del Santo Rosario. Unos coros y acompañamiento de guitarras ponían un fondo de música popular a las canciones que iban desgranando cuantos fieles acudían a esa cita religiosa y el eco de los sonidos de las campanillas o cascabeles procedentes de las caballerías resonaba camino de la iglesia de aquellos Rosarios de la Aurora. Se cree que el primer «cantaor» que popularizó «Los campanilleros» fue Manuel Torre, de Jerez, en 1929 pero unos años más tarde, el villancico fue popularizado por la “cantaora” ciega La Niña de la Puebla, de La Puebla de Cazalla, en la Sierra Norte se Sevilla, aunque con otra letra, poco navideña. Después, se le han adoptado mil letras nuevas, se han hecho muchas versiones de este legendario villancico aunque no es fácil de cantar… En su letra navideña pueden encontrarse presencias que también hablan de otras navidades en otras patrias: A la puerta de un rico avariento / llegó Jesucristo y limosna pidió, / y en lugar de darle una limosna / los perros que había se los azuzó. Y uno piensa en un lugar tan distante como el del viejo avariento Scrooge de la novela Canción de Navidad de Dickens en un paisaje tan diferente pero con un mensaje tan común. Esta copla es, posiblemente, el más hermoso legado andaluz a la navidad, que como en otras navidades en otras lenguas, no habla al fin y al cabo de otra cosa que de “la santa humildad”. Una Navidad muy distinta a la de la adoración de la Visa y la Mastercard.
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