Los celos, esa emoción hermana bastarda del amor, que algunos justifican y exculpan por el supuesto afecto extremo que se tiene por la pareja, en realidad esconde el miedo furibundo no sólo al final de una relación sino el pánico de la pérdida porque en el fondo la persona celosa considera al/la otr@ una propiedad privada, una posesión en exclusiva, un tesoro para su avaricia. Enemigo de la libertad, y paso primero para la desgracia de “la mate porque era mía”. Y como es algo tan malvadamente extendido, ha sido carne de novela, teatro, y poemas, y por supuesto de canciones como la que hoy traigo al blog. Dulce Pontes es una de las figuras del fado moderno al que no sólo aporta toques pop, si no le añade toques norteafricanos y balcánicos (inolvidable su colaboración con las músicas del gran Ennio Morricone; Dulce cantó algunos de los clásicos del compositor, pero el disco contiene también composiciones originales, creadas por el Maestro especialmente para la voz de Pontes). En 1993 graba su disco Lágrimas del que destacará esta versión de Canção do mar de la inmensa Amália Rodrigues (que le dio “las ganas de cantar fado” y que lo popularizó “en todo el mundo”), que tuvo un gran éxito internacional y que después fue utilizada en la BSO de la película Las Dos Caras de la Verdad, con Richardb Gere y Edward Norton, y en Brasil como tema de abertura de una adaptación de la novela As oupilas do senhor reitor, de Júlio Dinis, en telenovela. Posteriormente, Dulce ha seguido experimentando con su música y derivando a eso tan ecléctico que son las músicas del mundo. Dulce Pontes, en colaboración con el tenor José Carreras, protagonizó la apertura oficial de la elección de las Nuevas 7 Maravillas del Mundo con el tema "One World", de su autoría. La letra de la canción de hoy nos habla del mar y es curioso ver cómo las personas que viven de él le han humanizado y le han conferido sentimientos y comportamientos humanos; en España es masculino en casi todas las acepciones, mas si se encrespa, si se vuelve peligroso le volvemos femenino (mar picada, mar gruesa, mar arbolada), porque para nosotros, los hombres, su comportamiento es tan voluble como el que se dice de las féminas, pero también porque los marinos aman al mar casi como a la mujer. En portugués es el mar y este tiene celos de quien baila en el barco porque con su danza está enamorando a quien él ama y/o posee y le amenaza. El marinero se defiende ya que no es su propósito, mas a partir de entonces ya no va al mar cruel porque así no le dirá donde se encuentra con ella, así ojos que no ven corazón que no siente, como el refrán. La música de la versión que nos ofrece Dulce tiene un arranque claramente basado en la música árabe, con un ney (flauta), un tambor y unos triángulos, para que después sean los violines los que nos den paso a la voz complementada por una arpa. Pero todo está al servicio de una voz rica en matices, capaz de la suavidad de las rimas, y que al mismo tiempo es capaz de hacer ejercicios vocales de enorme recorrido.
Sii y no sólo de amor también de otras cosas más intrascendentes
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