No
es ninguna novedad decir que las canciones de Eurovision pasan sin
pena ni gloria y que nadie suele recordar las ganadoras, con alguna
excepción (hay quien dice que
se han ganado la mala fama a pulso),
ni es la primera vez que alguna
diva entre las divas patrias
(Mónica Naranjo) proclama que
“El festival es la mentira
más grande que existe dentro del mundo de la música. Eurovisión
tiene pactado quién va a ganar, el festival es un tongo todo”
y es que Eurovisión, el
festival musical más longevo de la historia no es música, es
política, fue concebido como un elemento de unión entre los Estados
europeos tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial,
convirtiéndose en un gran formato a través del cual analizar la
geopolítica de los países participantes mediante un elemento en
común: la música. Los años
50 supusieron para Europa la germinación de instituciones que tenían
como objetivo unificar y pacificar un continente arrasado por la
IIGM. Entre ellos destacan el nacimiento del Consejo de Europa
(1949), la CECA – Comunidad Europea del Carbón y del Acero –
base en la que se asienta la actual Unión Europea – en 1951 o la
European Broadcasting Union (EBU) en 1950, el sistema radiotelevisivo
que acoge en su seno actualmente a 69 medios de todo el globo y 31
asociados. Pero siempre hay
sorpresas. Si no los puedes
vencer,
únete a ellos, es lo que
debieron pensar los noruegos
cuando llegaron con su violín a Dublín. La victoria de Noruega en
la 40ª edición del festival de Eurovisión no se puede decir que
rompiera con la supremacía de Irlanda en el festival porque Irlanda
volvería a ganarlo al año siguiente, porque la canción ganadora
(bueno, lo de canción es un decir) era un tema de claras
reminiscencias celtas que parecía sacado del más profundo folk
irlandés y porque
Fionnuala Sherry, la violinista del grupo Secret
Garden (el otro
componente del dúo
es el pianista Rolf Lovland, muy conocido en Noruega)
era también de nacionalidad irlandesa. El tema de Secret Garden,
titulado Nocturne,
hay que decirlo claro, era de una belleza tremenda, pero no era una
canción, era una pieza musical, con apenas unos segundos cantados al
comienzo y al final. Esto provocó algunas quejas, la
UER dijo comprender las protestas pero alegó, con razón, que no
existía ninguna norma escrita sobre qué porcentaje de una canción
debía ser cantado y que, en todo caso, las protestas debieron
haberse hecho antes y no después del festival. De
todas formas, oídas las quejas
y para evitar futuros problemas, una nueva norma vino a sumarse a las
ya muchísimas añadidas a lo largo de la historia del concurso,
estableciéndose el porcentaje máximo de música sola que podía
llevar una canción. Irlanda, que organizaba el festival por tercera
vez consecutiva, quedó en 14ª posición con un tema tan, tan flojo
que los propios irlandeses hicieron bromas sobre la deliberada
elección de un tema sin ninguna posibilidad de ganar que evitara a
la RTE (Radio Televisión Irlandesa) tener que organizar el festival
una cuarta vez. Bueno, esta vez se salvaron, pero solo por un año.
Fuera como fuese, Noruega, una de las favoritas, se alzó con el
triunfo dejando a España en segunda posición, con una buenísima
balada "Vuelve Conmigo"
y una buenísima intérprete, Anabel Conde, a quién muchos en Dublín
apodaron la Mariah Carey española.
Un espacio para la reflexión sobre temas de permanente actualidad en el mundo de las finanzas, del management y de la vida en general.
jueves, 15 de febrero de 2024
Eurovisión que no es Eurovisión.
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Vaya pues esa cancion no la habia escuchado!!!🤣🤣🤣
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