La imagen de Aram Ilich Jachaturián (o Khachaturian, 1903-1978) adornó las paredes de los conservatorios de Rusia, junto con la de sus compatriotas Dmitri Shostakovich y Sergei Prokofiev, como uno de los tres más grandes compositores del país en este siglo, aunque sus obras - desde las favoritas como la música incidental de la Mascarada y los ballets Gayaneh y Espartaco hasta sus sinfonías y conciertos, menos familiares pero no menos atractivos - no gozan de la reputación internacional que gozan las de sus dos compatriotas y tal vez esto se deba a la producción relativamente limitada de Khachaturian pero la verdad es que sus obras carecen de la ventaja del siglo XX que da a la música de Prokofiev y Shostakovich un aire más contemporáneo y desafiante. Como Tchaikovsky, Khachaturian compuso tres ballets. De su segundo, Gayaneh, la historia tiene lugar en una granja colectiva en la frontera de Georgia en 1941, el año en que los alemanes invadieron la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial; la vida de sus residentes, sus conflictos y sus lealtades ofrecen una lección objetiva sobre cómo ser un ciudadano soviético leal y las recompensas de una vida dedicada al Estado, y la música de Khachaturian narra la historia y sus intermitentes piezas escénicas con estilo y franqueza en la mejor tradición rusa. Otra versión es que cuenta la historia de una joven armenia cuyos sentimientos patrióticos colisionan con los personales cuando descubre la traición de su marido, el argumento fue modificado posteriormente en varias ocasiones y al final se da más importancia al romance que al patriotismo. Los favoritos del ballet incluyen la estridente Danza del Sable, con su percusión (especialmente el xilófono) tocando a una velocidad vertiginosa. Entre nosotros, además, es conocida por ponerle música a un episodio de nuestra historia reciente, aún confuso, del que ahora se cumplen 43 años. La imagen del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero entrando, pistola en mano, en el Congreso de los Diputados es una de las más prevalentes en el imaginario colectivo de los españoles. De hecho, su persistencia se ha acentuado en un período en el que la sociedad española se enfrenta a una crisis económica, política e institucional de enorme calado e incierta resolución; resulta significativo que los movimientos ciudadanos que han surgido a partir del Movimiento 15-M decidieran convocar para un 23 de febrero la jornada de protesta de ámbito estatal «Marea ciudadana contra el golpe de los mercados». Pero la similitud no era solo patente para los llamados «indignados», sino también para los creadores culturales pues, en esos mismos días, la compañía de teatro Mirage representó la obra ¡Quieto todo el mundo! en un popular espacio cultural de la ciudad de Madrid. La Trinca fue un grupo musical-humorístico con más de dos decenas de álbumes que fue un referente de la cultura catalana durante la dictadura y la llamada Transición. Ya en los años ochenta, publicaron discos en castellano conquistando el mercado nacional y el latinoamericano con temas como Yo quiero una novia pechugona. El grupo escogió uno de los temas musicales de la alta cultura con más versiones en el ámbito de lo popular, La danza del sable, para lanzar su opus humorístico-musical sobre el 23-F. La letra revisita lugares comunes del imaginario colectivo de la época (la importancia de la radio, la idea de cruzar los Pirineos hasta llegar a Francia, el «tembleque» nacional ante el inesperado golpe de Estado o el papel del rey en la salvación de la democracia) a través de un discurso repleto de chascarrillos sarcásticos que denotan un claro escepticismo sobre el recién instaurado Estado constitucional. Quizás lo interesante aquí es comprobar una cierta recurrencia de apreciaciones del 23-F no como un momento del que sentirse orgullosos, sino avergonzados. De esta forma, La Trinca incide en el cuestionamiento de una parte de los discursos originados tras el fracaso del golpe, especialmente aquellos que sirvieron para legitimar al nuevo régimen democrático, como que la reacción de los españoles no fue de desidia sino de serenidad. Por otro lado, la Constitución y el Rey, ambos discutidos hasta hoy, se convierten en iconos que se abrazan en un recién encontrado fervor democrático. Luego, hemos podido comprobar que las ideas más subversivas y contestatarias no surgen necesariamente cuando existen los mayores espacios de libertad, sino que más bien ocurre lo contrario.
tps://youtu.be/kNVcZUJIwa4?si=ID_rg9NH-vbWSy català
https://youtu.be/QVYe341UKw0?si=OIKC7ERkFl8mhIT_
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