domingo, 25 de septiembre de 2022

La riada del Vallès en 1962.

 


Tal día como hoy del año 1962, hace
60 años, se producía una riada en la comarca barcelonesa del Vallès Occidental, que se saldaría con el trágico balance de 441 muertos1 y 374 desaparecidos; las víctimas de los aguaceros fueron básicamente población joven e inmigrada en un 90 por ciento. La media de edad de las víctimas es de 25 años, algunos trabajadores que hacían el turno de noche en las fábricas de la orilla de las rieras, seguida de niños y ancianos, los habitantes más vulnerables que vivían en barracas. También se perdieron centenares de viviendas y docenas de fábricas, principalmente en Terrassa, en Rubí, en Sabadell, en Sant Quirze, en Cerdanyola, en Ripollet, en Mollet y, en menor medida, en otras poblaciones del Vallès Oriental y del Maresme. Se estimó que las pérdidas materiales se elevaban a 2.700 millones de pesetas, el equivalente actual aproximado a unos 1.000 millones de euros. La comunidad internacional señaló a los dirigentes franquistas como los responsables de la tragedia. Las zonas más afectadas por la riada fueron las rieras de Rubí, del Palau y de las Arenas; y los ríos Llobregat, Besós y Ripoll. Durante los años inmediatamente anteriores, los propietarios de los terrenos —personas muy relacionadas con el régimen franquista— habían conseguido que los ayuntamientos —gobernados por elementos del aparato político franquista— autorizaran la construcción de viviendas y de fábricas sobre las zonas inundables, a pesar del evidente peligro que representaba. Eran los años de las primeras oleadas inmigratorias procedentes del sur peninsular y la zona que resultaría devastada se había llenado de familias de extracción humilde y de condición obrera. Aquella madrugada del 25 de septiembre cayeron 212 litros por metro cuadrado en menos de tres horas. Rieras con caudales insignificantes alcanzaron máximos de 5.000 metros cúbicos por segundo; y los barrios de las Arenes y del Escardívol —en Rubí—; de Egara —en Terrassa— y de los Rosales —en Sant Quirze— desaparecieron literalmente arrastrados por las aguas. También algunas fábricas del "triángulo de la muerte" quedarían materialmente arrasadas. La riada del Vallès fue un golpe durísimo para miles de familias humildes que, cargadas de dignidad, habían hecho el camino del emigrante para dar un futuro a sus hijos. Y para docenas de empresarios que vieron arruinado su proyecto y su patrimonio. El régimen franquista, superado por los acontecimientos, fue incapaz de dar una respuesta, ni de auxilio a las víctimas ni de exigencia de responsabilidades. La ayuda llegó vía internacional —a través de organizaciones humanitarias que tendrían verdaderos problemas en las aduanas españolas; de la solidaridad popular2 y de la Iglesia catalana a través de los grupos de escoltas (scouts)3. Muchos voluntarios se dedicaron a lo más ingrato: recuperar y enterrar cadáveres con un pico y una pala. Los efectos de la riada se prolongarían durante años, tanto en la zona directamente afectada como en su periferia, en forma de infraestructuras viales que habían quedado inutilizables. Hasta pasados varios años, el régimen franquista no tomaría medidas para evitar nuevas catástrofes. La Confederación Hidrográfica del Pirineo Oriental construyó defensas de hormigón de 3,5 metros de altura, se excavó y se llenaron de tierra distintas partes del río para suavizar las pendientes y se amplió su lecho para que pudiera admitir un caudal de 1.350 metros cúbicos por segundo. Pero muchas promesas sobre la reconstrucción y muchas esperanzas quedaron en el olvido.


Desde un punto de vista puramente hidrológico,
las primeras lluvias comenzaron a caer suavemente por la mañana. Eran, en principio, una bendición para una provincia afectada por una fuerte sequía desde hacía meses. Lo que nadie pudo prever fueron las dimensiones que alcanzaría la tormenta poco después, pues la madrugada entre el 25 y 26 de septiembre de 1962 cayeron precipitaciones de 212 litros por metro cuadrado en menos de tres horas que desbordaron el caudal de los ríos Llobregat, Besòs y sus afluentes. Las aguas de las rieras fueron subiendo hasta llegar a las viviendas y las industrias situadas dentro o junto al curso fluvial. La riada pasó como una tromba de agua, llevándose las casas que encontraba a su paso. Cuesta creer que una riera por la que apenas corre el agua, conocida como una cloaca a cielo abierto por años y años de contaminación, pudiera anegar kilómetros y kilómetros. Pero ahí queda la historia. La tormenta provocó el corte del fluido eléctrico y se cortaron las líneas telefónicas, por lo que sólo las campanas de las iglesias alertaron de la devastación. A la mañana siguiente la comarca del Vallès tuvo un horrible despertar, era una comarca completamente devastada: ruinas, escombros, casas arrasadas o convertidas en fantasmales cascarones, puentes destruidos, postes eléctricos derribados, huertas asoladas,.... Miles de personas se quedaron sin nada. Según las estimaciones, 4.455 personas perdieron su casa y la mayoría se quedaron sin trabajo. De hecho, los efectos de los aguaceros constituían una impugnación a una dictadura que permitía la situación de extrema miseria de los trabajadores. Ahora bien, el régimen ensayó con cierto éxito darle la vuelta a la situación y convertir la desgracia en una campaña de propaganda a su favor. En un primer momento, se asistió a un desembarco de jerarcas del régimen con la misión (decían) de proveer de las necesidades más urgentes a los afectados y negociar las ayudas con los industriales; un segundo acto de la campaña fue, la llamada Cuestación Nacional, una especie de colecta con el objetivo de reconstruir las zonas devastadas que adquirió características coactivas, pues las aportaciones resultaban una suerte de adhesión al régimen como los donativos de las entidades financieras y las grandes empresas del país.


El impacto de la catástrofe
propició diversas iniciativas de personalidades e instituciones de la oposición a la dictadura. Pablo Picasso, exiliado en Francia, ofreció la donación de su cuadro Mujer con perro a fin de que fuera subastado y entregar los beneficios a los damnificados y esto conllevó que muchos artistas como Joan Miró, Salvador Dalí, Antoni Tàpies, Eduardo Chillida, Marc Chagall, Georges Braque o Fernand Léger se añadieran a esta propuesta. Inmediatamente, el franquismo intentó apropiarse de la iniciativa mediante una subasta internacional que debería celebrarse en Barcelona, pero este intento de manipulación del régimen conllevó que algunas grandes firmas de subastas se negaran a participar en una campaña de propaganda franquista; el propio Picasso pidió que su obra le fuera devuelta a cambio de abonar tres millones de pesetas que era su valor estimado. Finalmente, la subasta internacional tuvo lugar, en mayo de 1963, en la prestigiosa galería Maeght de París... y el dinero acabará en poder del gobierno civil de Barcelona. En Barcelona se realizó una exposición-venta de las obras consideradas menores en el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo que resultó un fracaso, pues sólo recogió 137.657 pesetas.


E
l efecto devastador de la riada se explica no tanto por el fenómeno meteorológico en sí mismo, sino por el modelo de desarrollo económico y urbanístico del franquismo con una carencia de inversiones en viviendas para los trabajadores inmigrantes y sin planificación urbanística donde proliferaron las operaciones especulativas sin control. Una situación que les obligó a residir en rieras y terrenos no urbanizables en el cauce del río o en infraviviendas. Las causas de la riada fueron, pues, principalmente, meteorológicas, pero también intervinieron aspectos geográficos, geológicos y urbanísticos. En lo que se refiere a las primeras, ya queda repasado el diluvio. Las causas geográficas se encuentran en el lecho de la riera de las Arenas, que permanece seco durante gran parte del año. Para que el agua circule, se requiere la caída de unos 60 litros por metro cuadrado, y el 25 de septiembre de 1962, la chimenea de aire caliente que subió en una masa de aire frío desencadenó unos caudales punta superiores a los 1000 litros por metro cuadrado. A esto se sumaron las características geológicas de la zona: terrenos sedimentarios y arcillosos, llenos de guijarros y gravas, con el añadido de maleza y piedras. Una combinación que agravó la devastación. El desarrollo económico de la zona entre 1940 y 1950 propició las causas urbanísticas del desastre. Por aquel entonces, un gran número de inmigrantes poblaron el Vallés Occidental. Esto llevó a que, en localidades como Terrassa o Rubí, se construyeran barrios enteros en las mismas orillas del río. Más de uno auguró la tragedia bromeando con que “un día vendría una riada y se llevaría todo por delante” y, con incredulidad, añadían que “era imposible…”. Hasta que lo imposible sucedió.


H
ay, sin embargo, un tema del que, hasta pasados cuarenta años del desastre, se habló poco (aún con miedo a hablar), y era lo que pasó con los niños supervivientes de la riada que, en la ola de solidaridad, fueron adoptados4. Quizá no todos los niños que sobrevivieron en la riada y fueron a parar a otras familias sepan que son adoptados y, para los que sí lo saben, puede ser un duro golpe pensar que quizá pudieron haber irregularidades en su adopción. No se trata de cuestionar a las familias que adoptaron, a las que sólo les movían fines humanitarios y dieron a esos niños todo su amor. Pero las autoridades de la época, a la vista de algunas evidencias, no hicieron lo que debían o no hicieron lo suficiente, para devolver esos niños que sobrevivieron a sus familias de origen. Esto puede ser hoy un duro golpe para los niños que fueron adoptados de la riada, que han tenido otra familia y otra vida... pero hay que pensar que NO fueron abandonados por sus padres, que ellos NO los dieron en adopción, la naturaleza arrebató a los niños de su lado llenando su vida de dolor..y hay que pensar que posiblemente no todos eran huérfanos y mientras iniciaban su andadura al amparo de una nueva familia, los verdaderos padres los buscaban desesperados, rotos de angustia y de dolor y llevan años llorando la pérdida. Una investigación ha sacado a la luz casos de corrupción en la gestión de las donaciones y episodios oscuros, precisamente como niños huérfanos (no siempre y no todos) entregados en adopción. Se ha hablado mucho (y con motivo) de la memoria de las víctimas, de las consecuencias del mal urbanismo, de la miseria de los afectados y del fenómeno meteorológico, pero muy poco sobre cómo el régimen utilizó la riada para legitimarse a través de una estrategia comunicativa liderada por el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne. No obstante, la peor cara de esta historia, desconocida para muchos, fueron los niños robados, los que desaparecieron de cualquier registro. Consta en la investigación: "El gobernador civil de Barcelona recibió cartas de sus homólogos de toda España que le pedían niños. En un caso, uno con ojos azules. Las Hermandades de Combatientes le pidieron 10 niños y hemos localizado la historia de una niña que fue trasladada a Alemania para ser entregada en adopción a escondidas”.

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1Otras fuentes elevan la cifra a más del millar, con cadáveres, aparecidos a kilómetros de distancia, de personas no censadas, empadronadas ni reclamadas, en algunos casos, familias completas: “En San Baudilio de Llobregat (Sant Boi de Llobregat, casi en la desembocadura del río) ha sido recogido un cadáver sin identificar, que se supone ha descendido por las aguas desde otras poblaciones a más alto nivel»

2El desastre desató una gran ola de solidaridad de forma inmediata con donativos populares, en metálico y especies, de entidades cívicas y empresas de Cataluña, España y varios países extranjeros, incluso de la Unión Soviética. Sobre todas ellas destacó la campaña de Radio Barcelona,, que recaudó una enorme cantidad de donativos. Sin embargo, el éxito de la campaña -que recogió en dos días once millones de pesetas- contrastaba con la carencia de capacidad de reacción de las autoridades provinciales del régimen, en particular del gobernador civil Matías Vega Guerra. Tanto es así, como revelan Ferran Sales y Lluís Sales en su obra La riada de Franco, que el gobernador civil intentó clausurar la campaña y amenazó con encarcelar a los dirigentes de la radio. Finalmente y después de una tensa reunión, con intercambio de gritos, se llegó a un pacto para que la emisora ​​continuara la campaña hasta la llegada de Franco a las zonas damnificadas prevista para el 1 de octubre. De hecho, el gobernador Vega sería destituido en enero de 1963 por su carencia de iniciativa y reacción a las riadas.

3El alcalde de Rubí, Miquel Rufé, fue "purgado"porque se negó a que los 'scouts' que acudieron como voluntarios se vistiesen con la camisa azul falangista, y además permitió que en el semanario local se informase de la tragedia en profundidad.

4Coincidiendo con la composición de estas líneas de recordatorio, la televisión pública de Catalunya TV3 ha emitido el documental Els nens de la riuada (Los niños de la riada) sobre el tema, con testimonios de familiares y con muchas preguntas a contestar.

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