Hoy va de arte el blog, arte del bueno, su evolución… y la política. Hay autores, como Alfons Mucha (léase “muja”) que por su nombre son desconocidos para el gran público, pero cuyas creaciones son familiares para casi todo el mundo y han supuesto una enorme influencia para numerosos artistas y diseñadores. Alphonse Mucha (Alfons-Marie Mucha) nace en 1860 en Ivanci, en Moravia (hoy República checa y entonces del Imperio Austro-húngaro), en una familia numerosa de la pequeña burguesía y desde muy joven dibuja constantemente y suele caricaturizar a sus compañeros. Después de terminar el instituto, tras pasar por Viena, se instala en Mikulov donde pinta paisajes, retratos, y realiza inscripciones para lápidas funerarias. Su asalto al Olimpo de los artistas se produjo por casualidad con su primer cartel para la actriz Sarah Bernhardt1, la gran estrella de la época, que anunciaba la obra “Gismonda” de Victorien Sardou y que causó tal sensación que la “divina Sarah”, quien le ofreció a Mucha un contrato en exclusiva por seis años. Su trabajo bajo el ala de Bernhardt contribuyó a difundir la imagen de la actriz internacionalmente; parece que la Bernhardt no sólo era divina en los escenarios, sino también toda una experta en mercadotecnia ya que confió en Mucha para el diseño de los carteles, así como de las escenografías y el vestuario. Merced a la fama internacional de la actriz, los fabricantes de perfumes, de champagne o de bicicletas tocan a la puerta de Mucha, de forma que, en adelante, sus obras están en todos los muros y a diario se admiran sus creaciones para los cigarrillos Job, los bizcochos LU, el champagne Ruinart. Ese estilo lujoso que en ese momento le caracterizaba llevó a Mucha a explorar el campo del diseño de joyas de la mano de Georges Fouquet, joyero parisino que quiso llevar a la realidad las alhajas con las que Mucha adornaba a las mujeres de sus carteles. Fouquet presentó una colección de joyas realizadas sobre diseños de Mucha en la Exposición Universal de París de 1900, llena de hermosas piezas de orfebrería con influencias orientales y bizantinas. La estética de Mucha fue fagocitada hasta dar vida, él solito, a todo un estilo artístico: el Art Nouveau; su trabajo fue imitado hasta la saciedad e intentó distanciarse de él con el paso de los años. Mucha consideraba que el arte existía para transmitir un mensaje espiritual, por lo que se sentía muy frustrado al obtener sus mayores éxitos en el ámbito de lo comercial. Con la llegada del Art Déco, el estilo de Mucha se consideró pasado de moda. Sin embargo, en la década de 1960 fue reivindicado por numerosos artistas y diseñadores, convirtiéndose en una gran influencia en la estética psicodélica de la época. Incluso a día de hoy, el estilo de Mucha puede sorprender en los lugares más insospechados.
Un inciso: Art nouveau es una corriente artística y cultural que busca romper con las tendencias dominantes del momento, modernizando el arte y la cultura urbana con un fuerte sentido decorativo y abarcando los campos de la pintura, escultura, literatura, decoración, fotografía y diseño de joyas, muebles y objetos; surge a fines del siglo XIX y permanece hasta los inicios del siglo XX, buscando contrastar con la industrialización después de la segunda revolución industrial usando motivos inspirados en la naturaleza o materiales orgánicos para plasmar la sensualidad y el erotismo en objetos de arte decorativos, característicos de este movimiento. La búsqueda de la belleza, asociada al placer, la sensualidad y, por primera vez, el erotismo, es uno de los rasgos distintivos del art nouveau. El 1 de enero de 1895 un cartel publicitario difundido por las calles de París representó la aceptación popular del art nouveau en las artes plásticas: era el ya mencionado de Alfons Mucha que representaba a la actriz Sarah Bernhardt en “Gismonda”, por lo que Mucha es considerado el padre de esta corriente artística. La corriente recibe varios nombres según la lengua en que se use y así, pese a ser la más conocida el francés art nouveau, recibe el nombre de modernismo en España y Latinoamérica, jugendstil en alemán, sezessionstil en austríaco y stile floreale en italiano. Además, este movimiento conjuga varias referencias culturales con el fin de realzar las cualidades estéticas y artísticas del objeto como, por ejemplo, el uso de motivos bizantinos, grabados japoneses e influencias del barroco y rococó francés. La corriente del art nouveau explora su influencia no solo en las pinturas, sino que su impacto es especialmente importante en el ámbito de la arquitectura. En Catalunya el art noveau (modernisme) tiene unas dimensiones y una personalidad especial que hace que podamos encontrar manifestaciones por todas partes de la geografía catalana y en edificaciones de muy diversos tipos: fábricas, cooperativas agrícolas, ateneos, mercados y viviendas. El momento histórico es idóneo, crecimiento económico y reafirmación nacional. Era la época de los primeros ensayos arquitectónicos de Antoni Gaudí, el gran arquitecto que puso este movimiento a la vanguardia del arte internacional, con grandes obras tan tempranas como el palacio Güell; Lluís Domènech i Montaner, con el restaurante de la Exposición Universal de 1888 (Castell dels Tres Dragons), ya se situaba casi a su nivel. El camino decorativamente fantasioso y estructuralmente innovador de los dos arquitectos fue seguido pronto por otros muchos, como Antoni M. Gallissà, Jeroni F. Granell, B. Bassegoda y Amigó, Pere Falqués y, sobre todo, Josep Puig i Cadafalch, autor, entre otras obras , del local de Els Quatre Gats, centro de las tertulias y de las manifestaciones de los modernistas. Paralelamente, J. Domènech i Estapà y Enric Sagnier cultivaban un eclecticismo con influencia modernista, de gran espectacularidad
Todo esto cambió con el art decó, estilo artístico cuyo auge tuvo lugar entre los años 1920 y 1939, caracterizado como un movimiento de diseño popular que influyó notablemente en las artes decorativas, como el diseño gráfico y la arquitectura de interiores e industrial; y también de manera importante en las artes visuales, entre las que se hallan la escultura, la cinematografía, la moda, el grabado y la pintura. Su nacimiento tuvo lugar en París después de que un grupo de artistas decidieran formar un movimiento formal orientado a la innovación del diseño artístico, tras las impresiones que dejó la Exposición Universal de París de 1900, la mayor exhibición histórica de una ciudad celebrada hasta el momento. Las expresiones de este movimiento se dieron a conocer formalmente en la Exposición Internacional de Artes Decorativas Modernas de 1925, celebrada también en París, y se caracterizaron por presentar una estética de estilo clásico, simétrico, rectilíneo, y… caro, que fue predominante hasta el final del período de entreguerras. El término art decó fue acuñado en retrospectiva, en un evento conmemorativo de la citada exposición, celebrado en 1966 y llamado Les Annés 25. El art decó estuvo influenciado por importantes corrientes artísticas que lo antecedieron, entre las que destacan el cubismo y el futurismo; pero, como valor añadido, adoptó elementos de culturas antiguas “exóticas”, como la egipcia, la asiática, la mesopotámica y la prehispánica, que ampliaron su alcance internacional. Este movimiento se extendió rápidamente a lo largo de todo el territorio europeo, a los Estados Unidos e incluso a algunos países de Sudamérica. El art decó es considerado, desde entonces, como el primer estilo decorativo global.
Y ahora, volvamos a Mucha. Su interés por lo esotérico (era un destacado miembro de la Masonería) y su nacionalismo checo marcaron parte de su obra a principios del siglo XX. En 1910, decide dejar el cartelismo y dedicar el resto de su vida a pintarlo que serían veinte obras de gran formato que narrarán la historia de los pueblos eslavos, recogiendo ideas del paneslavismo, del patriotismo y de la identidad nacional checa desde la antigüedad. Mucha emprende entonces un viaje de estudio antes de instalarse, en 1911, en Zbirov donde trabaja sobre estos grandes lienzos. Bohemia, Moravia y Silesia forman parte de la idea checa. Más tarde, cuando se logra la independencia checa, Eslovaquia también se uniría a este diverso grupo. El sentimiento de homogeneidad cultural brillaba por su ausencia. Ante esta falta de cohesión, Mucha recurre a la representación visual de la historia colectiva: la herencia compartida de los pueblos eslavos, plasmada en su obra, servirá para conseguir un elemento cohesionador para grupos tan variados, fortaleciendo su unidad y voluntad de independencia. Al mismo tiempo realiza unos trabajos para la joven Checoslovaquia (sellos postales, billetes de banco...) negándose a ser remunerado. En 1919, los primeros siete lienzos se exponen en Praga. Más tarde los once primeros se enviarán a Estados Unidos donde va a vivir el artista durante dos años; dichos lienzos se granjean un enorme éxito. En 1921 vuelve a Europa para no dejarla nunca más. Dedica toda su energía a pintar la Epopeya Eslava que entregará oficialmente a la ciudad de Praga en septiembre de 1928 pero seguirá trabajado en ella hasta su muerte. En 1939, a los 79 años, Mucha, enfermo, es detenido e interrogado por la gestapo cuando los nazis ocuparon Checoslovaquia y jamás se recuperó del trauma, muriendo poco después, días antes de cumplir 80 años.
Mucha deseó no solo reconfigurar la historia, sino también proveer de una estructura moral al pueblo eslavo a partir de una serie de valores —la libertad, la paz y la hermandad— que dieran sentido a esa cronología compartida. Completó su obra épica pero la guerra y el posterior avance del comunismo lo harían fracasar y el fracaso ensombrecería a Mucha aunque a lo largo de veinte pinturas lleva del mito a la historia; de la guerra y el sufrimiento, hacia la celebración. Su obra tuvo un destino similar. En esto, por supuesto, no hay moraleja, pero no deja de ser irónico que la obra más importante de Mucha haya encontrado, por mucho tiempo, el olvido, acaso porque, muy en el fondo, odiamos cualquier utopía. La historia no ha sido buena con Mucha como el malestar actual demuestra; el legado de Mucha a su país fue recibido con frialdad, el mundo geopolítico diez años después de la Primera Guerra Mundial era muy diferente del que había cuando Mucha comenzó su proyecto, Moravia ahora era una parte de una nueva nación, Checoslovaquia, y el mundo del arte no se parecía en nada. Basta recordar lo que de él dijo un crítico (?) en un catálogo por una retrospectiva de su obra en 1980: Su mayor contribución se limita al corto período de su actividad en París, y el núcleo de la producción de Mucha reside en el ámbito del cartel y el trabajo decorativo. (…) Por otro lado, en las áreas en las que pensó abordar el momento en que vivió, (Mucha) se perdió en los ideales del siglo anterior y su mensaje obsoleto no encontró espectadores ni oyentes. Sería un perjuicio para el talento de Mucha si tuviéramos que disimular este hecho, que de ninguna manera puede disminuir su importancia para el rostro de París alrededor del año 1900.
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1Rosine Bernardt, conocida artísticamente como Sarah Bernhardt, fue una actriz de teatro y cine francesa, una de las más famosas y aclamadas a finales del siglo XIX y principios del XX. También interpretó papeles masculinos, incluido el del príncipe Hamlet en la obra homónima de Shakespeare. Se la llamó «la reina de la pose y la princesa del gesto», mientras que Víctor Hugo elogió su «voz dorada». Realizó varias giras teatrales por todo el mundo y fue una de las primeras actrices destacadas en realizar grabaciones de sonido y actuar en películas. Sarah Bernhardt fue también la primera actriz empresaria del mundo del espectáculo.
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