Una de las óperas más queridas de Giuseppe Verdi es una historia de amor, opresión y esperanza en la liberación, "Nabucco", bello canto de libertad. La obra narra la conquista y expulsión de los judíos de Jerusalén por parte del rey Nabucodonosor de Babilonia (Nabucco en la ópera). El Sumo Sacerdote Zaccaria anuncia a los hebreos que no teman, pues tiene en su poder a la hija de Nabucco, Fenena (enamorada del judío Ismaele). En medio de la crisis, Abigaille, supuesta hija mayor de Nabucco y examante de Ismaele. El furioso Nabucco manda destruir el Templo de Jerusalén y expulsar a los hebreos de su tierra. A orillas de los ríos de Babilonia, los judíos se sentaron y lloraron. Pensaban en Sión, de donde Nabucodonosor los había expulsado, como tantos otros pueblos oprimidos en su hogar. Contra la violencia, solo quedan la esperanza y la dignidad; su himno es la ópera Nabucco. Tras intrigas y venganzas en la familia real, así como la locura de Nabucco y atentados contra las princesas, el rey retoma el trono y adopta la fe judía. Nabucco era el relato de la locura de los tiranos que restringen las libertades de los individuos. La analogía con Italia sometida al dominio austriaco, era evidente y, de una forma u otra, impregnó la creación del artista, cuidándose de extralimitarse en su mensaje independentista porque la dominación austriaca acechaba con una censura feroz. Sin embargo, la sutileza del mensaje en un relato bíblico fue aceptado por el órgano censor de los austriacos y Nabucco se estrenó el 9 de marzo de 1842 en Milán; cayó el telón y el público estalló en una ovación: Nabucco era la ópera que todos esperaban, el canto que encendió el fervor patriótico:con Italia ocupada por los austríacos, la gente tomó el coro de Nabucco, el Va pensiero, como bandera de libertad. Culturilla: durante las campañas napoleónicas, la aldea de Le Roncole, donde nació el músico, pertenecía a Francia luego de haber sido anexada a esa nación por lo que Verdi, al nacer en 1813, fue inscrito en el registro civil como ciudadano francés bajo el nombre Joseph Fortunin François Verdi. Años más tarde y gracias a su talento innato se le abrió las puertas a una educación superior a la que su padre, un humilde posadero, podía costearle. Finalizados sus estudios y ya con una carrera en auge, hacia 1840, una serie de acontecimientos llevan a Verdi a atravesar un momento crítico con la muerte de su esposa y sus dos hijos. Entonces, el empresario Bartolomeo Merelli le entregó el libreto de un drama bíblico, la historia de la conquista de Israel por Nabucodonosor y su violenta tiranía. Verdi contaba que al momento de recibir el libreto, llegó a su casa “y con un gesto casi violento tiré el manuscrito en la mesa… el libro se abrió al caer” y fue entonces que leyó la frase que, tiempo después, todo Italia cantaría como un himno, “Va, pensiero, sull’ali dorate” (“Vuela el pensamiento con alas doradas”). Esa noche leyó el libreto, no una, sino tres veces; casi lo podía recitar de memoria. Es así cómo se formó un movimiento alrededor de su persona, representando los ideales de unidad en los movimientos populares. Se encendió en obras que ahondaban en su filosofía política como en Simón Boccanegra o Don Carlo, pero también surgen para defender a su amada Giuseppina de las habladurías hipócritas que criticaban a la soprano, acusada de haber llevado una vida aireada en su juventud y que, junto al maestro, estuvieron años conviviendo sin casarse (lo harán años más tarde en secreto). A ellos, a esos hipócritas burgueses los desafía Verdi con La traviata (La perdida), la historia de una cortesana –Violetta Valery– quien demuestra ser una auténtica heroína, más digna y leal que los miembros de esa sociedad pacata que la rodea. Verdi alzó un monumento musical a su compañera como antaño lo hiciera por la libertad de Italia. Y no acaba así la historia del coro de los pueblos sometidos, porque al cumplirse 150 años de su estreno, el director Riccardo Muti, después de dirigir la obra y ante la petición de un bis por parte del público, entre el que se encontraba el premier Silvio Berlusconi, dijo a los presentes “Hoy siento vergüenza de lo que sucede en mis país… Así vamos a matar la cultura sobre la cual se construyó nuestra historia” y mirando al palco presidencial, declaró, “Yo he callado durante muchos años. Ahora deberíamos darle sentido a este canto”… y a continuación invitó al público a entonar todos juntos este “Va, pensiero”, la libertad en alas doradas de la patria “si bella e perduta”.Es esta la que recordamos de YouTube. Por cierto, cuando murió Verdi, en sus multitudinarios funerales, frente a su casa, el pueblo entonó Va pensiero como un homenaje.
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