Hay
temas musicales que parecen conocerse desde siempre, como ocurre con
el maravilloso adagio, segundo movimiento, del “concierto de
Aranjuez” que el maestro Joaquin Rodrigo, ciego desde los tres años
de edad a causa de la difteria, compuso en París, donde vivía (¿Y
por qué, pues, Aranjuez y no París, que es donde en realidad se
compuso el concierto? Pues porque el Palacio y los jardines de
Aranjuez eran muy queridos por el maestro Rodrigo; en este idílico
lugar, lleno de pájaros y fuentes, pasearon en incontables ocasiones
Joaquín y Victoria en su luna de miel. De la evocación de aquellos
felices momentos nacen los compases más vibrantes y sugerentes de la
obra. El propio autor describe el concierto como la captura de la
fragancia de las magnolias, el canto de los pájaros y el chorro de
las fuentes de los jardines de Aranjuez), en el año 1939 en un
ambiente tenso por las últimas etapas de la guerra (in)civil
española y la incipiente Segunda Guerra Mundial, pero la historia
que oculta esta composición está llena de dramatimo; resulta que el
maestro estaba casado con Victoria Kamhi, una joven pianista turca,
la cual estaba embarazada y esperaban con toda la ilusión, de por
aquel entonces castigado mundo, el nacimiento de su primer hijo, una
niña. Se encontraba el maestro en plena composición de la obra y su
mujer cayó gravemente enferma y tuvo que ser ingresada de urgencia.
Los doctores anunciaban poco después al maestro que su mujer y su
hijo iban a morir con casi completa seguridad; después de oír
aquello, el maestro Rodrigo regresó a casa, se sentó delante de su
piano y la forma con la que él sabía expresar sus sentimientos era
a través de la música, así que compuso el principio del segundo
movimiento. Finalmente Victoria viviría, pero su hijo nació muerto
y el segundo movimiento del concierto es un diálogo musical entre
Dios y el compositor, un diálogo que comienza con un precioso
fragmento, un desconsolado paseo de vuelta a casa después de conocer
la noticia, y el inicio de una lastimera oración a Dios,
suplicándole que no se lleve las almas de su mujer y de su futuro
hijo. Mientras su esposa se recuperaba en la clínica, Joaquín, sin
poder dormir, repetía una melodía una y otra vez al piano en su
casa de París. «Oí cantar dentro de mí el tema completo del
Adagio de un tirón, sin vacilaciones. En seguida, sin apenas
transición, el del tercer tiempo. Rápidamente me di cuenta de que
la obra estaba hecha. Nuestra intuición no nos engaña en esto. Si
al Adagio y al Allegro final me condujo algo así como la
inspiración, esa fuerza irresistible y sobrenatural, llegué al
primer tiempo por la reflexión, el cálculo y la voluntad. Fue el
último tiempo de los tres; terminé la obra por donde debí haberla
empezado», dejó por escrito Joaquín Rodrigo. La prestigiosa
revista de música clásica Gramophone considera el Concierto de
Aranjuez uno de los más populares de todos los tiempos, lo que se
debe a la belleza de este segundo movimiento, Adagio, que ha sido
adaptado a casi todos los instrumentos, incluyendo armónica, violín,
piano y sintetizador; y a muy distintos estilos, como las versiones
en jazz que hicieron Miles Davis, por un lado, y Chick Corea por
otro; además ha servido de inspiración para el pop y el rock, ha
sido banda sonora de películas y fondo musical en acontecimientos
deportivos. El Concierto de Aranjuez es una de las obras españolas
más interpretadas y versionadas de los últimos tiempos. Hay que
destacar por su intensidad y precisión rítmica la interpretación y
grabación que hizo Paco de Lucía en 1991, que el propio Rodrigo
calificó como la más brillante que había escuchado nunca, contradiciendo la opinión demoledora expresada por Narciso Yepes.
Increíble Paco de Lucía y Manuel de Falla !! Una combinación fuera de serie!!!
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