miércoles, 14 de junio de 2023

Música vocal sin palabras.



Sergei Vasilievich Rachmaninov (o Rachmaninoff, 1873-1943) tiene una serie de canciones correspondientes a la serie Op. 34 entre las cuales está «Vocalise» (la número 14), dedicada a la soprano Antonina Nezhdanova (1873-1950), una de las mejores sopranos rusas de la historia, que es una «canción sin palabras», una dulce melodía en la que la soprano únicamente realiza vocalizaciones. Su gran belleza y sencillez intelectual, han hecho de esta obra, objeto de numerosos arreglos para diversas combinaciones musicales y es la pieza musical que invito a escuchar hoy. Rachmaninov escribió Vocalise para voz acompañada de piano, pero no compuso un texto sino solamente vocalización. De inmediato la obra se hizo popular, y el compositor fue formando varias transcripciones de la obra, incluyendo una para piano y otra para orquesta. Aunque la publicación original estipula que la canción puede ser cantada por una soprano o por un tenor, generalmente se elige una soprano para que la interprete y como muchas otras piezas clásicas, se ha transcrito a diversos tonos, pues de no hacerse, los artistas que no tuvieran el rango de voz tan alto como una soprano jamás podrían interpretarla y, como les sucede a las melodías más populares de lo clásico, han sido infinitas sus versiones. Es irónico que Vocalise se haya convertido en la canción más apreciada del compositor y no es que no merezca este halo de popularidad: la sinuosa línea de soprano, con su lenta caída, parece resumir esa atmósfera de melancolía voluptuosa tan frecuente en las composiciones de Rachmaninov. Pero no tiene letra y, escuchando las otras canciones de su autoría, uno se da cuenta de lo profundamente enraizado que estaba el estilo vocal de Rachmaninov en el idioma y la tradición de la canción rusa. En Vocalise, sin palabras, retomó y ensanchó el nostálgico universo melódico de “Ne poy, krasavitsa, pri mne”, quizá la mejor canción de juventud del compositor (no es de extrañar que se sintiera incapaz de componer para voz solista después de su exilio en 1917). Nada mal para un compositor que de joven no fue un buen alumno debido a su comportamiento, llegando al punto de falsificar sus notas y ser más tarde expulsado del conservatorio donde estudiaba. Resumir la vida personal y artística de Rachmaninoff no es tarea sencilla. Sus continuos viajes, su salida de Rusia a causa de la Revolución de 1917, las dos guerras mundiales, sus enfermedades y las de su familia… sus contratiempos económicos o sus indecisiones sobre su carrera musical que le llevaban a reflexiones del tipo: “Nunca podré decidir cual es mi vocación verdadera, si debo ser compositor, pianista o director de orquesta. A veces se me ocurre que debería haber sido solamente compositor y otras pienso que soy solo un pianista. Ahora, cuando la mayor parte de mi vida ha pasado ya, me siento confuso por la idea que por haberme dispersado en tantos terrenos no llegué a encontrar mi auténtica vocación”. El talento como solista de piano le llevó a las más altas cotas del éxito, pero también su faceta como compositor se ha demostrado que no le quedó a la zaga. Una carrera imparable de más de cincuenta años, tan abrumadora y agotadora que, vista desde la distancia en el tiempo, pudo suponer un círculo vicioso, el punto de partida hacia el final de su existencia. Todas las salas se rendían a sus pies: conciertos en Londres, en Viena, en Suecia, en Dinamarca, en París, en Estados Unidos (donde murió),...

 


 

 




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