El cómic ha demostrado sobradamente su capacidad de convertirse en medio y herramienta para desarrollar universos, en principio, de ficción en los cuales el límite está tan solo en la imaginación de sus creadores. Sin embargo, eso no ha impedido que algunos autores hayan preferido apoyarse en hechos y personajes históricos o en épocas determinadas de la humanidad como contexto a partir del cual construir sus ficciones o, también a veces, recrearlos e incluso para que se hayan decantado por la reconstrucción de los mismos. Más que un matrimonio de conveniencia, lo que existe entre el cómic y la historia pasa por ser un verdadero amor inmortal plagado de momentos memorables, por eso hay que decir que su utilización por algunos docentes aunque esté infravalorado e infrautilizado, porque tradicionalmente se ha utilizado sólo como actividad creativa, con el alumnado teniendo que crear viñetas, lo que indudablemente es una actividad valiosa que pone en práctica muchas competencias pero el cómic es un medio tan versátil que ofrece muchas más opciones y una de ellas, que genera cada vez más interés entre los y las docentes, es el uso del cómic como herramienta didáctica para enseñar historia. Si nos centramos en la temática histórica reciente, hay una obra que marca un punto de inflexión: Maus de Art Spiegelman1, que retrata el horror del holocausto y la relación entre la memoria y la historia de manera formidable, pero además consiguió un prestigio y un reconocimiento cultural – ganó un Premio Pulitzer – decisivo para entender el cómic de las últimas tres décadas. Desde Maus – y hablando de nuestro cómic, desde Paracuellos, de Carlos Giménez2 – han sido cientos los cómics que han hablado del pasado. El dibujo de cómic es una práctica totalmente subjetiva y este factor implica que la visión del pasado que muestran las viñetas sea una visión muy personal que facilita la identificación con los personajes y, por tanto, que ayuda a trabajar la empatía histórica, uno de los aspectos claves. La empatía histórica se ve reforzada por otro elemento esencial, ya que en multitud de casos los y las dibujantes narran hechos que conocen de primera mano: los recuerdos de sus padres, vivencias personales, situaciones familiares… El lenguaje del cómic, con su combinación de texto e imagen permite transmitir una gran cantidad de información de una forma muy eficiente; el hecho de que este lenguaje sea conocido permite que la lectura sea sugerente y atractiva, y el exhaustivo proceso de documentación que generalmente llevan a cabo autores y autoras, consigue que el cómic nos sumerja en el pasado de forma muy real e inmersiva. A diferencia de otros medios, el cómic consigue de forma muy barata una reconstrucción histórica completa. Conocer realmente el pasado es imprescindible para comprender el presente y las viñetas pueden ser un gran aliado para llevar a cabo esta labor.
Ya que ha salido la historia, la memoria, la barbarie del nazismo y los cómics, cuando aún no había fotografías del interior de los campos de concentración a finales de la Segunda Guerra Mundial (las fotos del catalán Francesc Boix Campo3, “el fotógrafo de Mauthausen”, que se usaron como prueba en los juicios de Nuremberg, aún no se habían dado a conocer), el estadounidense nacido en Praga August M. Froehlich4 dibujó en un crudo y siniestro cómic, ya por 1944, las atrocidades nazis ayudado por noticias soviéticas publicadas tras la entrada del Ejército Rojo en el campo de exterminio de Majdanek (Polonia). Es el primer relato conocido que ilustra en forma de cómic el horror que sucedió en las cámaras de gas de los centros de concentración nazis, según afirma Kees Ribbens5, historiador del Instituto NIOD de Estudios sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio en Ámsterdam6, que localizó el dibujo, hasta ahora desconocido, cuando buscaba historietas de la guerra. Los campos de concentración aparecieron en otros cómics de los años 40 y 50, en un intento de concienciar a la opinión pública estadounidense de los crímenes nazis, pero nunca tan explícita y duramente como lo hizo Froehlich, el olvidado artista, entonces sexagenario, que dejaba poco a la imaginación. Lo que ilustra el cómic es algo que incomoda, y es que, ya en 1944, la gente en el mundo libre sabía lo que estaba pasando en los campos de concentración nazis de Europa; había algunas informaciones a partir de diciembre del 1942, pero eran textos, y esta era la primera vez que un autor de cómic hace más o menos algo imaginable de lo que ocurrió en la etapa final del Holocausto. Los testimonios que venían desde los campos eran escasos y, muchas veces, se consideraban inconcebibles o poco realistas por lo inhumano de su contenido. Solo después de la liberación de Auschwitz, Bergen-Belsen y Dachau en 1945, la sociedad en Europa y Estados Unidos empezó a asimilar la impactante realidad. Ya un importante punto de inflexión en cuanto al conocimiento público de la persecución nazi de los judíos se produjo la Noche de los cristales rotos (Kristallnacht), el 7 de noviembre de 1938, pero el hecho de que eso conduciría a un exterminio físico a gran escala fue una realidad que se mantuvo relativamente en secreto durante la mayor parte de la guerra.
El cómic había desaparecido por completo de la memoria colectiva y no estaba entre los documentos históricos de la época, pero Ribbens, que dio con el dibujo por casualidad, se pregunta ahora cómo había pasado desapercibido durante tantas décadas, quizá muchos lectores pensaron que este cómic “era demasiado horrible para ser verdad” o lo ignoraron porque estaba relacionado con “propaganda de izquierda”, puesto que Froehlich se inspiró en las crónicas periodísticas de un corresponsal ruso del Ejército soviético. Existe cierto conocimiento de los cómics estadounidenses de la década de 1940 que muestran campos de concentración con nazis sádicos y sus víctimas, pero estas eran interpretaciones estereotipadas incompletas que no se basaban en informes de testigos. No obstante, este cómic se publicó al final sin mencionar de forma explícita la identidad judía de las víctimas, probablemente por temor a que un énfasis en este punto pudiese inspirar respuestas antisemitas. El hecho de que un caricaturista hiciera uno de los primeros intentos de representar el Holocausto puede ser sorprendente, pero muestra que los caricaturistas con un enfoque documental pueden usar su poder visual para hacer comprensibles temas desgarradores en un valioso vínculo entre historieta e historia.
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1Artie Spiegelman es un historietista estadounidense nacido en Suecia hijo de una familia judía polaca. Maus: Relato de un superviviente es una novela gráfica publicada por entregas entre 1980 y 1991 en la revista Raw, de casi 300 páginas, se publicó en dos partes: Mi padre sangra historia y Y allí empezaron mis problemas, unidas posteriormente en un único volumen. La historia se desarrolla a partir de las experiencias del propio autor y las entrevistas a su padre, que narra su vida como judío polaco y superviviente del Holocausto. Maus, que es el primer y único cómic distinguido con un premio Pulitzer, es, pues, el desgarrador relato auténtico de un superviviente de los campos de exterminio nazis. Spiegelman consiguió con la obra abrir caminos y posibilidades dentro del cómic y, al mismo tiempo, contar una historia durísima de manera conmovedora y especial.
2Carlos Giménez (ya recordado en estas líneas), uno de los autores españoles más relevantes de los últimos treinta años, aborda la Guerra Civil Española desde el punto de vista de la gente común, con una gran crudeza y dramatismo y unas maneras de obra clásica. Paracuellos es un demoledor retrato en primera persona de los hogares de la Obra Nacional de Auxilio Social franquistas para completar el desolador retrato.
3Fotógrafo y militante comunista republicano que durante la Segunda Guerra Mundial estuvo internado en campos de concentración nazis. Durante su estancia en Mauthausen realizó un gran número de fotografías que en la posguerra fueron utilizadas para inculpar a dirigentes nazis y miembros de los campos de concentración porque . Boix, registrado con el número 5.185, declaró que su profesión era la de fotógrafo y que sabía alemán por lo que trabajó la mayor parte de su periodo de internamiento en el laboratorio fotográfico que la Administración del campo Erkennungsdienst (servicio de identificación) destinaba principalmente a usos policiales. Murió joven, a la edad de 30 años, probablemente debido a una enfermedad renal relacionada con su periodo en Mauthausen
4August M. Froehlich fue un ilustrador y dibujante de cómics austríaco-estadounidense que participó activamente en la industria del cómic en la década de 1940. Fuera de ella, utilizó la forma de arte secuencial para otras tareas, de la que la más notable fue 'Nazi Death Parade', una página de seis paneles que detalla las atrocidades del Holocausto; muestra a los prisioneros judíos que llegan al campo de concentración de Majdanek en el sur de Polonia, tienen que entregar sus pertenencias y son enviados a las duchas, que resultan ser cámaras de gas. Luego, los soldados alemanes roban los dientes de oro de sus víctimas y queman los cuerpos. La visualización gráfica de Froehlich se basó en relatos de testigos oculares documentados por un periodista ruso después de la liberación de Majdanek en julio de 1944, el primer gran campo de concentración liberado por las fuerzas aliadas. En ese momento, el público en general sabía poco o nada sobre el alcance total de los horrores nazis que sucedieron en los campos. Sin fotografías ni material fílmico disponible todavía, el cómic de Froehlich fue el primer relato visual conocido de la ejecución sistemática del pueblo judío. Creado a fines de 1944, antes de la liberación de Auschwitz, 'Nazi Death Parade' fue parte del panfleto político anti-Alemania de cincuenta páginas 'The Bloody Record of Nazi Atrocities', que estuvo disponible en las librerías de Nueva York a principios de 1945 para justificar la guerra estadounidense.
5También es profesor de 'Cultura histórica popular de conflictos globales y violencia masiva' en la Universidad Erasmus de Róterdam. Su interés, en línea con algunos nuevos historiadores, está en cómo se representan en los siglos XX y XXI en palabras e imágenes los recuerdos de la guerra, el genocidio y la violencia masiva. De manera más general, analiza cómo los individuos, los grupos y las sociedades se relacionan con estas historias. Está fascinado por las formas en que se da significado, se representa y se apropia la Segunda Guerra Mundial, cada vez nuevo y diferente, en varias comunidades. Su interés por la historia oficial lo lleva a interesarse no solo por las conmemoraciones, los museos y la enseñanza de la historia, sino más aún por la imaginería popular que, para grupos destinatarios cambiantes, transmite constantemente nuevas interpretaciones, dentro de marcos nacionales y transnacionales, de las experiencias históricas de guerra. El estudio de este fenómeno, en el turismo y el juego entre otras expresiones, pero especialmente en los cómics y las novelas gráficas, revela una diversa gama de significados contemporáneos de la memoria.
6El Instituto NIOD de Estudios sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio (en neerlandés: NIOD Institut voor Oorlogs-, Holocaust- en Genocidestudies) es una organización que administra archivos y realiza estudios sobre la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y otros genocidios pasados y presentes. El instituto fue el resultado de la fusión del Instituto Neerlandés de Documentación de Guerra (Nederlands instituut voor oorlogsdocumentatie, NIOD; anteriormente Instituto Nacional de Documentación de Guerra, Rijksinstituut voor oorlogsdocumentatie, RIOD) y el Centro de Estudios sobre el Holocausto y el Genocidio (CHGS)
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