miércoles, 4 de octubre de 2023

El planeta de la alegría.



A fines del siglo XIX y principios del XX, en ciertos círculos alemanes se referían despectivamente a las islas británicas como “das Land ohne Musik” (el país sin música), debido a la evidente falta de compositores de renombre procedentes de las islas en comparación con la profusión de autores del continente en la época. Y efectivamente no había ningún Gustav Mahler o ningún Richard Strauss componiendo entre la bruma inglesa, pero es claramente falso que no hubiera algún gran compositor inglés en la época. Tres nombres, sobre todo, sobresalen por encima del resto: Edward Elgar, Ralph Vaughan Williams y Gustav Holst, dando origen a un cierto renacimiento musical que no sólo ocurrió en Gran Bretaña, sino en otros países europeos, como Chequia, Hungría o la propia España. A este último, a Gustav Holst, están dedicadas estas líneas, y en concreto a una obra, Los Planetas, obra compuesta entre 1914 y 1916, y dedicada a los planetas del Sistema Solar entonces conocidos, excluyendo a la Tierra… y a Plutón, que por entonces no había sido siquiera descubierto Nació Gustavus Theodore von Holst en Cheltenham, en Gloucestershire, en pleno corazón de Inglaterra, en 1874, inglés de pura cepa a pesar de su rimbombante nombre germano. En 1914, una vez comenzada la Gran Guerra, se cambiaría de nombre para evitar que le confundieran con alemán en su propia patria, eliminando el aristocrático “von” y el germano “Gustavus”, y se quedó en Gustav Holst, que es como es conocido universalmente. Su padre, pianista, lo animó a iniciarse en la música, recibiendo de él algunas lecciones. A los 12 años ya componía, y por entonces ganó un premio amateur. El año 1892 sería clave en su trayectoria de vida. Ese año viajó a Londres para escuchar a Mahler dirigir El Ocaso de Los Dioses, convirtiéndose en un ferviente entusiasta de Wagner. Durante un periodo extenso, su obra compositiva gozó de sencillas representaciones locales, hasta que pasados los cuarenta años concibió su obra maestra. Desde 1904, Gustav Holst se desempeñaba en Londres como profesor de música en una escuela de señoritas, la St Paul's Girls' School (donde estuvo hasta su muerte, en 1934) donde gozó del suficiente tiempo y se arropó con el coraje necesario para emprender en los turbulentos años de 1914-17 la composición de la obra. Durante un viaje por España, el también compositor inglés Clifford Bax le introdujo en el mundo de la astrología, que le cautivó durante el resto de su vida. Se convirtió en un experto astrólogo, llegando incluso a realizar horóscopos y cartas astrales y estas cosas (aunque sólo para sus amigos) hasta su muerte. Por mucho tiempo, Holst había mantenido un interés por las culturas ancestrales. Del mismo modo, le entusiasmaba incursionar en las disciplinas místicas, quizá arcaicas, la astrología entre ellas. Es por ello que ni los planetas en sí mismos ni sus contrapartes como deidades mitológicas son los protagonistas de su suite orquestal. Más bien, las siete partes que la componen están basadas en las características "astrales" de los seres humanos nacidos bajo la influencia de tales planetas. Los Planetas es una Suite estructurada, pues, en siete movimientos, dedicado cada uno de ellos a un planeta, desde el punto de vista de su significación astrológica, con su influencia en la mente de las personas, como hemos visto. Cada movimiento es titulado con el nombre del planeta en sí, más una coletilla descriptora (supongo que para los incultos como yo que no saben qué papel tiene cada planeta en la carta astrológica)..Por lo mismo, cada una de sus secciones lleva como título el nombre del astro más una suerte de caracterización... "astral":

Marte, el Portador de la Guerra

Venus, el Portador de la Paz

Mercurio, el Mensajero Alado

Júpiter, el Portador de la Alegría

Saturno, el Portador de la Vejez

Urano, el Mago

Neptuno, el Místico

Júpiter, el portador de la alegría, es el movimiento claramente más majestuoso. Lo conforman una sucesión de varios temas, con vida propia, que no precisan desarrollo ni material de transición entre uno y otro. También, ha devenido en el más popular de los siete movimientos.



 

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