miércoles, 11 de octubre de 2023

Ópera de antes de la ópera.



Hoy vamos a aproximarnos a la obra de Claudio Monteverdi (1567-1643) para escuchar sólo el inicio (con la ferviente recomendación, eso sí, de escucharlo íntegro) de su célebre Lamento de Ariadna, que es el único fragmento musical que se conserva de su segunda ópera, titulada Ariadna (L'Arianna, 1608), compuesta para la boda del hijo del duque de Mantua, Francesco Gonzaga, con Margarita de Saboya; la primera fue La fábula de Orfeo. Afortunadamente, y debido a su éxito, el autor decidió publicar el Lamento por separado con posterioridad en diferentes formas: en versión monódica, en forma de madrigal a cinco voces y como música sacra - con diferente texto -, y descubriremos cómo el lenguaje musical de Monteverdi persigue - y consigue - reflejar el texto en una obra conmovedora. En el momento en el que nos encontramos de transición entre el Renacimiento y el Barroco se estudia y se establece una nueva relación entre música y poesía que influye directamente en el lenguaje musical (el canto solista con acompañamiento instrumental, o monodia, adquirió una mayor importancia hacia finales del siglo XVI); los músicos tendrán como objetivo "mover los afectos", conmover al oyente o espectador. Mirando desde la rumorosa playa de Día, Ariadna, con una incontenible locura en su corazón, observa que Teseo se aleja con su rápida flota, y ni siquiera todavía cree estar viendo lo que ve, porque entonces, nada más despertar, así se quedó la pobre Ariadna, sola y abandonada por Teseo en la playa cuando volvían de Creta después de vencer al Minotauro. Según la mayoría de las fuentes, Teseo abandonó a Ariadna en la isla de Naxos mientras dormía; allí la encontraría Dionisos, con el que después se casó. Teseo no se preocupa por lo que le pase a la princesa de Creta, él se marcha feliz aprovechando el viento en la popa de su nave y Ariadna… Ariadna no puede más que llorar. Mientras en Atenas se celebrarán honores a la llegada del príncipe, ella se quedará para morir en esa isla. Mientras él abrazará a su familia, Ariadna no verá, nunca más, ni a su padre ni a su madre. . Este conocido episodio mítico ha generado mucha literatura y mucha música, especialmente la parte de la historia en la que nuestra heroína es abandonada, y digo heroína porque sin su inteligente participación en el famoso laberinto, el listillo de Teseo probablemente no hubiese vuelto jamás de su encuentro con el monstruo. El madrigal conocido también por la estrofa de su comienzo, “Lasciate mi morire” (cuando Ariadna se despierta, sola y abandonada), genera un pensamiento recurrente con la música de Monteverdi: sus madrigales, su música sacra… pero, especialmente, sus lamentos. Monteverdi sabe expresar con acordes cada emoción y borrar con melodías cualquier pensamiento ajeno a su música, Monteverdi consigue llegarte al corazón. Te ofrece momentos mágicos que pasan muy rápido, con disonancias a veces más amables y otras realmente dolorosas que se van sumando, se van sumando, hasta sumergirte de lleno en el afecto de la música. Dicen los expertos que Monteverdi no solo busca melodías bonitas y armonías interesantes, o que su contrapunto sea impecable. No, Monteverdi intenta comunicar algo, quiere que sus obras interpelen y que no dejen indiferente: la música debe pintar las palabras e ilustrar su significado con interminables recursos retóricos: las melodías imitan el canto de los pájaros, la caída de las lágrimas, la tranquilidad del mar antes de una tormenta, la salida del sol al amanecer o el palpitar acelerado del corazón. Monteverdi, por ciertp, es alabado por los críticos modernos como el compositor más importante del Renacimiento tardío y de la Italia barroca temprana; uno de los principales compositores en la historia de la música occidental​ y, rutinariamente, como el primer gran compositor de ópera..





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